Para seguir fieles a la tradición, arrancamos el día
tempranito. Fuimos a disfrutar del tremendo desayuno continental ya incluido en
la tarifa del hotel, que consiste en café y dos tostadas para mí y para Ro un
jugo y tres frutas (una de las cuales no sabemos qué es) cortadas en un plato.
Acto siguiente, tuvimos la grata sorpresa de que nuestra
habitación estaba alquilada para la próxima noche, pero conseguimos otra un
poco más cara y evitamos tener que movernos del lugar. Nos dividimos nuevamente
en dos grupos, ya que las chicas querían hacer un tour para visitar las
canteras de arroz y el templo de monos. A nosotros no nos llamaba mucho la
atención y decidimos irnos solos al parque de agua Waterbom.
Hicimos el traslado de habitación dentro del complejo,
pagamos las dos noches que nos quedan en esta ciudad y partimos en taxi hacia
el parque. Nos costó unos U$S 26 a cada uno, pero yo me encargué de descontar
cada centavo de dólar de ese precio haciendo uso de todas las instalaciones
disponibles, je.
El parque tiene una piscina general, el clásico río lento
para echarse como un vago y flotar a la deriva (cosa que obviamente hicimos) y
tres sectores con toboganes. Además, plaza de comidas, vestuarios y demás, que
no son relevantes.
Los toboganes estaban SUPER DEMAS. Arrancamos por uno medio
suavetón en el que nos podíamos tirar juntos como para romper el hielo. De ahí
en más, fue una y otra vez, cambiando las posibilidades. Al principio con Ro y
después solo, ya que algunos no le parecían del todo atractivos. En particular
hay tres que me FASCINARON. Almorzamos chiken teryaki a falta de mejores
opciones, que era como una hamburguesa de pollo en un pan enorme. Para acompañar,
nuevamente decidí jugármela con la bebida y pedí “Fanta fruitpunch”, que es un
sabor tutti fruti o algo así. Era rica, pero no mejor que la schweppes de
frambuesa que tomé en Nueva Zelanda. Ro mucho más conservadora, prefirió un
jugo multifrutal.
A continuación dormimos una hermosa siesta en un par de
reposeras frente a una piscina y después yo culminé la ronda por los toboganes
que tenía en la lista de pendientes. El parque estuvo genial, muy divertido y
recomendable.
Al salir de ahí hicimos un poco más de caminata con la
intención de seguir conociendo. Encontramos el shopping, que es un
apelmazamiento de tiendas aunque bastante más organizado que lo que habíamos
visto hasta entonces. Seguimos sin encontrar cosas baratas y buenas. Casi de
casualidad, derivamos en una playa que habíamos visto el día anterior desde el
taxi, para comprobar que no todas las playas de Bali están buenas; esta en
particular era bastante poco atractiva.
Terminamos en un centro con muchísimas tiendas de marcas
reconocidas mundialmente donde también chusmeamos un poco hasta ceder ante el
cansancio y volver hasta el hotel en taxi, peleando el precio con el conductor.
Como si no hubiéramos pasado por suficiente agua el día de
hoy, nos reencontramos con las chicas e intercambiamos anécdotas del día en la
piscina del hotel que era una placer.
me parece genial sigan disfrutando a fuull aca hace mucho frioo, jajajja los queremos
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