jueves, 19 de abril de 2012

Día 7 - Wanaka y camino a los glaciares


El camping fue nuevamente una grata experiencia. Ofrecen grandes comodidades por lo que es conveniente quedarse en ellos. Comenzamos la jornada tempranito, desayunando en la cocina del lugar. Ahí conversamos un poco con un Señor muy simpático Neozelandés que nos preguntó (al igual que tanta gente hasta ahora) de dónde somos y por qué estamos todos vestidos iguales. El uniforme ha despertado esa duda en la gente e incluso una vez me preguntaron si éramos de un equipo de beisbol o algo. Aunque no nos dijo su nombre, nos enseñó que Ki Ora es el término mahorí para buen día. La gente de aquí es muy simpática por lo que me encanta hablar con ellos. Siempre muy amables y serviciales.

Camino al norte decidimos desviarnos un poco para conocer la ciudad de Wanaka. Es un hermoso pueblito con una vista envidiable a un gran lago y las montañas de fondo. Paseamos por ahí un rato, pero la anécdota a contarles es que fuimos multados… ¡CHAN! Nada grave, sino que el antipático inspector de tránsito no estuvo de acuerdo en que estacionáramos ocupando el espacio de tres autos. Esta situación nos dolió unos NZD 60 (dólares neozelandeses)  pero ta, cumplimos con la ley. Igualmente el lugar es divino y lo recomiendo a los futuros viajeros que anden por la zona.

Siguiendo rumbo al norte recorrimos una carretera totalmente diferente a lo que había hecho hasta ahora en mi vida. El camino es muchas curvas, pendientes y bajadas, transitando todo el tiempo por los lados de las montañas. Los paisajes fueron una vez más soñados y altamente disfrutables. Incluso encontramos una cascada cuyo nombre no recuerdo pero que era en un lugar extraordinario.

Para finalizar el día, hicimos el trecho restante de ruta, pasando por la ciudad de Haast hasta Fox Glacier. Aquí tuvimos una pequeña decepción ya que esperábamos encontrar una ciudad o al menos algo más que una calle principal de dos cuadras de extensión y tres comercios que cierran a las 7. NO HAYA NADA!
Haast resultó ser parte de una zona de cordilleras, donde no encontramos más que una estación de servicio y un centro de información turística cerrado. Desde ahí en adelante la ruta se hace más rectilínea y sencilla, hasta Fox Glacier donde no pudimos cumplir con nuestras expectativas de cenar una rica pizza en el centro de la ciudad, ya que tal cosa no existe.

Nos explicó una amable chica costarricense que ahora vive por estos lares del mundo que la isla sur de nueva Zelanda sólo tiene 1 millón de habitantes, por lo que no hay grandes ciudades ni actividades nocturnas. Aquí la gente es muy tranquila y vive básicamente del turismo y el campo. Relacionado a esta segunda actividad, el nuevo amigo neozelandés que hicimos en la mañana nos recomendó los vinos locales a los cuales calificó de excelentes.

Por lo tanto, una vez más fuimos hasta un nuevo camping, donde pasamos cómodamente una de nuestras últimas noches con la casa rodante y quedamos a la espera de un nuevo día donde recorreremos los glaciares de Fox y Fraz Josef. 

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