Me desperté con una pequeña molestia estomacal que en casa
solamente hubiera sido una más, pero acá uno ya se imagina que poco menos que
se agarró algún bicho letal. Por suerte se me pasó en la mañana, pero no voy a
negar que en mi mente tenía poco menos que la peste, je.
Por ser nuestro último día en Bali, decidimos contratar una
camioneta que por 200.000 rupias (unos 20 dólares americanos) quedaría a
nuestra disposición para pasearnos durante todo el día y llevarnos a ver tres
playas que nos recomendaron. Ese costo era el de la camioneta ENTRE TODOS, y
éramos siete porque se nos unió otra pareja del grupo de viaje.
Comenzamos por una playa llamada Nusa Dua, a la que habíamos
ido el mismo día que hicimos snorkelling. Igualmente nos llevó a otro lugar,
pero no estaba tan lindo. El agua era igualmente calentita y transparente. Casi
nos anotamos con Ro para hacer algún deporte acuático de los ofrecidos como el
Fly fish o jet ski, pero al final desistimos y nos ahorramos el dinero.
Paramos a almorzar en un Mcdonalds
que encontramos en la ruta, donde comí un bollito de arroz para cuidarme y una
hamburguesa solo con queso. Ro comió un combo Big Mac que le costó la módica suma de tres dólares aproximadamente, lo que se constituye en algo realmente MUY barato.
La siguiente playa estaba bastante
alejada, así que gracias a Dios que la camioneta tenía aire acondicionado. Está
ubicada debajo de un barranco y es un
gran punto para surfistas. El lugar en sí no estaba nada bueno; lleno de
turistas gritando y sacándose fotos. El agua estaba divina nuevamente, esta vez
con un color celeste que invitaba a tirarse, pero el tamaño de las olas lo
impedía. Sin poder hacer más que mojarnos los pies donde rompe la ola, nos
fuimos al poco rato en busca de algo mejor.
Después de una muy larga espera al
sol porque no encontrábamos al chofer de la camioneta donde prácticamente nos
derretimos, partimos al último destino del día. Así conocimos la playa Padang
Padang, a la cual se accede bajando por una gruta que deriva en un lugar muy
bonito donde también se juntan muchísimos surfers. Era como una bahía muy
pintoresca, con las mismas cualidades en el agua que las anteriores, donde sí
disfrutamos de un hermoso baño.
De vuelta en el hotel, tuvimos que
arreglarnos para secar con el secador de pelo toda la ropa que teníamos
colgando por ahí en la habitación, que no seca gracias a la hermosa humedad.
Cada vez siendo menos exigentes con los resultados obtenidos, armamos la
valija, cenamos algo y nos acostamos tan temprano como se pudo, sabiendo que
tendríamos que madrugar una vez más para tomar el vuelo a nuestro siguiente
destino, Singapur.
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