jueves, 30 de agosto de 2012

Día 140 – Campo de concentración Sachsenhausen


Volvimos a pasar frío por la noche pero no tanto como el día anterior. Nos despertamos más tarde de lo que hubiéramos querido para encontrarnos con un día hermoso, soleado y bastante más caluroso que los anteriores. Desayunamos y comenzamos el largo camino hasta el campo que involucraba tomar dos ómnibus y dos líneas de metro, totalizando más de dos horas de viaje de ida.

Llegamos al sitio que hoy en día es un lugar conmemorativo y un museo en donde contratamos la audio guía en español que nos iría explicando todo lo visto. Sachsenhausen fue uno de los campos de concentración más importantes durante la guerra pero fue casi totalmente destruido cuando los alemanes perdieron dominio sobre el mismo. Por esto, solo se pueden ver algunas cosas en su estado original y los lugares donde estuvieron ubicadas otras de ellas. El relato ayuda a que uno pueda imaginar, o al menos intentar, las barbaridades que ocurrieron en ese mismo sitio hace no tantos años.

El diseño mismo del lugar fue diagramado por un arquitecto que buscaba un orden absoluto que permitiera controlar a los prisioneros en todo momento y con la máxima seguridad. Tiene una forma de triángulo que luego debió ser ampliada cuando el lugar ya no era suficiente para la cantidad de personas que detenían.

Comenzamos el recorrido por la calle de entrada al recinto, por la que eran llevados u obligados a caminar a los nuevos prisioneros. Sin razones o fundamentos, para todo eran fuertemente golpeados. Al llegar, cruzaban la puerta hacia un gran patio en donde debían mantenerse formados durante horas esperando a ser interrogados. Luego los rapaban y afeitaban todo el cuerpo, los hacían meterse en una bañera de agua (la misma para todos) y secarse con unas sábanas que había colgadas (las mismas también para todos). Esto lo escuchamos contado en un relato de un sobreviviente. En todo momento, cuando les preguntaban algo si los nazis consideraban que no estaban respondiendo con la suficiente sumisión o que había un mínimo tono de orgullo en su voz, los golpeaban duramente.

Para ingresar al campo había que cruzar la denominada “Torre A” hacia un patio en forma semicircular en donde formaban TODOS, enfermos y quienes hubieran fallecido durante la noche, dos veces al día. Había montones de barracas en donde los prisioneros vivían en condiciones calamitosas que estaban preparadas para ciento sesenta personas cada una y todas contenían a más del doble de reclusos. Les daban cuarenta y cinco minutos por la mañana para levantarse, ordenar el cuarto según las estrictas normas impuestas, desayunar, asearse y presentarse en el patio para la formación. Si faltaba alguien, todos debían permanecer inmóviles formados hasta encontrarlo, a veces durante toda la noche. Por la mañana debía hacer el saludo sajón, poniéndose en cuclillas con las manos en la nuca. Muchas veces cuando llovía, los hacían revolcarse en el barro como cerdos y los golpeaban e insultaban. Si hacían algo los golpeaban, pero también a veces lo hacían porque sí, sin razones o fundamentos, a uno o varios de los prisioneros.

Las duchas consistían en unas pequeñas fuentes en donde debían bañarse rápidamente para que diera el tiempo para todos. Ahí mismo se encontraban los urinales y retretes en donde en varias ocasiones los soldados de la SS ahogaron o golpearon hasta la muerte a diversos prisioneros. Se consideraban impunes, ajenos a todo tipo de moral o deber y los prisioneros eran la pero escoria, basura humana que no merecía ni la menor demostración de caridad. Escuchamos varios relatos sobre estas situaciones que eran desgarradoras. Una persona que permaneció encerrada desnuda en un cuarto oscuro, y una comida sólida cada cuatro días contaba en su relato que cuando la gente le preguntaba si realmente era así de horroroso todo, él contestaba “No, era diez mil veces peor”.

La alimentación consistía en un café aguachento por la mañana, sopa de papas (muchas veces podridas) aguachenta al mediodía y doscientos gramos de pan por persona. Mal alimentados y torturados a diario, los prisioneros eran obligados a realizar trabajos duros en condiciones lamentables; entre ellos, fabricar ladrillos para la construcción de la Germania, la nueva capital del imperio nazi. Los judíos y los homosexuales eran prisioneros catalogados como peligrosos por lo que sufrían las peores condiciones. También había prisioneros políticos y de guerra que muchas veces fusilaban sin más en patotas y luego los incineraban o tiraban a la fosa común.

Muchos morían cada día, fuera por el agotamiento, las torturas, los esfuerzos exagerados, la desnutrición o enfermedades contraídas. Cuando ya no tenían fuerzas para ser útiles trabajando, los metían en las “barracas de pie” en donde permanecían durante todo el día parados unos junto a otros sin poder moverse. No podían ni siquiera ir al baño, sino que un par de veces al día les pasaban un balde uno a uno en donde debían hacer sus necesidades.

Caminamos por todo el lugar escuchando anécdotas inconcebibles sobre lugares donde hace algunas décadas montones de personas perdieron la vida o fueron torturadas; donde probablemente hayan sido derramados montones de litros de sangre sin piedad ni remordimiento. Era tanto el sufrimiento que muchos buscaban suicidarse al menos intentando correr hacia los muros cubiertos con alambres de púa y altamente vigilados para que les dispararan y terminar así con semejante agonía. Si bien no pudimos ver mucho, escuchamos cosas horrorosas y sé que aunque haga el mejor de los esfuerzos por imaginar lo sucedido, nunca voy a estar ni cerca de comprender realmente lo que millones de personas tuvieron que soportar. Un disparate, una grosería que debería ser vergüenza para la humanidad, algo irrepetible, inconcebible por donde se lo mire. De todos modos, es historia real, sufrimiento que ocurrió y cambió la vida de muchísimas personas. Esperemos que hacerlo público sirva para tomar conciencia de lo que el ser humano es capaz de hacer por poder.

Tras cuatro horas de recorrido, abandonamos el lugar muy cansados. Volvimos al centro de la ciudad para un almuerzo merienda a las cinco de la tarde y terminar de ver algunos lugares que nos habían quedado pendientes. Con una nueva combinación de metro llegamos hasta la “alexanderplatz” o plaza de Alejandro, lugar muy hermoso en donde se encuentra el edificio más alto de Berlín con 368 metros. No subimos porque aquí nos dijeron que para todo hay que hacer un par de horas de cola y nosotros no teníamos ni tiempo ni fuerzas. Caminamos por la plaza hasta el barrio de San Nicolás junto con su Iglesia.

Desde allí tomamos por última vez el metro y luego el bus hasta el camping. Con esto nos despedimos de esta ciudad que está manchada por su pasado pero que intenta reconstruirse, crecer y seguir adelante. Nosotros también debemos seguir con nuestro viaje; al día siguiente volveríamos a las carreteras hasta llegar a un nuevo destino en un nuevo país.

Día 139 – Berlín


Tras una noche HELADA en la que nos congelamos durmiendo en la carpa, nos levantamos para darnos una ducha calentita y desayunar algo antes de partir. Como estamos bastante lejos, para llegar hasta el centro teníamos que tomar un ómnibus y luego hacer combinación con el metro. No era complicado pero involucraba bastante tiempo. La pareja de españoles que habíamos conocido nos explicaron qué hacer y también nos dieron recomendaciones sobre qué ver y qué no.

Entre las cosas que estuvimos averiguando, encontramos que Berlín tiene el zoológico más visitado de Europa, en el que entre otros muchos animales, se destacan el oso polar y el oso panda. Qué mejor oportunidad para ver un hermoso oso en blanco y negro que esta, ya que no habíamos podido cuando estuvimos en China. Decidimos comenzar con esa visita.

Llegamos sin problemas al lugar y hasta conseguimos descuento con el carnet de estudiantes. Entramos e hicimos un recorrido bastante rápido ya que nuestro objetivo primario eran los osos. Encontramos primero el recinto de los osos polares. Había tres ENORMES animalotes peludos y bien blancos, echados al sol, muy cómodos, durmiendo. Eran realmente DIVINOS y nos hartamos de sacarles fotos. Hasta se levantaron y dieron una vuelta para que los pudiéramos ver mejor. Hermosos animales.



La siguiente parada era el oso panda. Nos costó mucho descifrar el enredado mapa del zoológico hasta llegar a su lugar. Encontramos una jaula, bastante amplia, con carteles del oso panda y cañas de bambú, pero sin oso. Volvimos a mirar y dar una vuelta pero no estaba por ningún lado. Al final encontramos una carta que estaba en alemán la cual obviamente no entendíamos. Cuando una chica se acercó a leerla le pregunté que decía y me contó que el panda había muerto de viejo hacía SEIS DÍAS y que era el más anciano del mundo por lo que era una gran pérdida. ¡NOS QUERÍAMOS MORIR! No podíamos ser TAN desgraciados. Y para peor, Ro había dicho medio en serio, medio bromeando, de preguntar a ver si el panda estaba por las dudas que se hubiera muerto. No pudimos verlo, una vez más. Volveremos a casa con esa gran cuenta pendiente, una lástima.

Dejamos el zoo para comenzar a recorrer la ciudad. Mientras almorzábamos estudiamos bien el mapa con las principales atracciones y las recomendaciones de los españoles. Así marcamos nuestra ruta e intentaríamos cubrir lo más posible en ese día. Como siempre, nos desplazábamos caminando.

Aún cuando ya han pasado bastantes años, la ciudad de Berlín entera es un permanente recordatorio de la segunda guerra mundial. Por todos lados hay memoriales, museos, fotos, exposiciones o alguna que otra cosa referente a la guerra. Entiendo que tal vez sea una fuente importante de turistas, pero a nuestra impresión debe ser una tortura para muchos de los ciudadanos que perdieron parientes y amigos en la misma.

Caminamos por una de las principales avenidas llamada 17 de junio hasta que nos topamos con un monumento enorme que era un memorial. Se exhibía el nombre de algunas de las personas que murieron en la guerra y se mostraban fotos de la ciudad por aquel entonces. Ahí vimos las primeras imágenes alarmantes, con edificios destrozados, soldados golpeando gente y muchísimas personas en muy mal estado.

Continuamos por la misma calle hasta llegar a una zona en donde se encuentra el parlamento, edificio que fue casi totalmente destruido durante los bombardeos de la guerra y hace unos años fue reconstruido y ahora funciona para el gobierno. Es muy lindo, pero lo impactante es ver las fotos de lo que era, como quedó luego de los bombardeos y lo que es ahora.

A unas cuadras de distancia, se encuentra el ícono principal de la ciudad, la famosa puerta de Berlín. Vimos montones de fotos antiguas en donde la misma aparece de fondo, con militares desfilando, nazis formados para discursos u otros momentos. Pasamos por debajo de dicho monumento como lo han hecho millones de personas y desde ahí intentaba imaginar lo que debe haber sido eso durante la guerra. Gran parte de la ciudad fue destruida en aquel entonces y ahora se puede ver que hay muchas construcciones y todos los edificios son modernos. Todo había quedado en ruinas.



Seguimos nuestro tour hasta el monumento en honor a todos los judíos de Europa que fueron asesinados en aquel entonces, a quienes les dedicaron un sitio bastante grande de la ciudad. Basándose en la idea de un arquitecto americano, construyeron este lugar que parecen tumbas de diversas alturas, una junto a la otra. Algunas llegan a ser muy altas y caminar por entre ellas de la impresión de estar en un laberinto. Debajo hay un museo sobre el holocausto al que al final no entramos por estar cortos de tiempo pero que los españoles nos habían recomendado.

Preferimos continuar y llegamos así hasta un sitio denominado “Topografía del terror” en donde una vez más, se exhiben muchas de las monstruosidades realizadas por los nazis durante la guerra. Hablaba sobre las persecuciones a judíos, a quienes les hacía portar la estrella de David con la palabra “Judío” escrita en el centro para que no pasaran desapercibidos y humillarlos, homosexuales y personas impuras. Hay posters reales de la época, testimonios de personas cuya vida fue un infierno durante esos años y muchísimos datos sobre el gobierno y hasta el mismísimo Hitler. Me invadió una vez más la misma sensación de Vietnam, cuando visitamos el museo de la guerra. La impotencia, la injusticia y la falta de lógica detrás de algo que por más que analizo me es imposible de entender. Semejantes atrocidades, tanta maldad y con tanta gente apoyándola es algo inimaginable. Si bien hay muchísima información y fotos por doquier, creo que solo quienes lo vivieron saben realmente la magnitud del horror soportado.

Ahí estuvimos un largo rato leyendo los carteles y junto a restos que permanecen del muro que supo separar a la ciudad. De todos modos, tuvimos tiempo de una visita más antes de volvernos. Llegamos hasta un lugar llamado “Checkpoint”. Este sitio fue un punto de control estrictamente vigilado para el paso entre Berlín del Este y Berlín del Oeste y que permanece en las mismas condiciones como recuerdo la guerra.

Tras todo esto y ya muy cansados, decidimos volvernos al camping que por cierto, estaba muy lejos. Hicimos las combinaciones de metro y ómnibus correspondientes para volver a nuestra carpita, cenar algo y descansar. Nos volvimos a encontrar con nuestros amigos españoles quienes habían dedicado su último día en la ciudad a visitar un campo de concentración, el único que hoy en día tiene algo como para ver en esta zona. Aprovechamos a pedir referencias y decidimos ir nosotros también al día siguiente.

Día 138 – Llegada a Berlín


Alemania es un destino por el que ya estuvimos, pasamos por la ciudad de Bremen en donde nos quedamos una noche y tras un cambio de planes de último momento, llegamos hasta Hamburgo pero decidimos marcharnos. Ahora volvemos para conocer la capital y al terminar saldremos del país pero no sin entrar una vez más hasta la ciudad de Munich. Es que Alemania es un país muy grande y eso hace que circular desde el este al oeste de Europa por vía terrestre haga casi imposible evitarla.

Según la ruta más rápida sugerida por el GPS, teníamos unas cinco horas y media de viaje. Lo que no sabíamos de todo esto, es que teníamos un nuevo ferry en el camino. Justo cuando creíamos que habíamos terminado con esos monstruosos barcos de elevado costo, apareció uno más de la nada. Llegamos hasta el cruce tras una hora y algo de viaje para encontrarnos con una buena y una mala noticia. La buena es que había un ferry que salía justo en ese momento y no teníamos que esperar dos horas hasta el próximo. La mala es que salía un ojo de la cara y una pierna de cada uno. Nos dolió pero era la única opción, así que entregamos la tarjeta de crédito y seguimos por la barrera.

Casi dos horas después, desembarcamos en el puerto alemán. Habíamos buscado un camping cercano a la ciudad y hacía allí nos dirigíamos; todavía quedaban cerca de dos horas de viaje. Al llegar, nos encontramos con un montón de nada. Era claro que ahí no había un camping, pero como el GPS nos había fallado ya antes mandándonos a lugares incorrectos, me bajé del auto para preguntar. Una señora que hablaba muy poquito inglés supo hacerse entender para comunicarme que ese camping ya no existía. ¡Shit!

Buscamos una segunda alternativa con GPS y seguimos sus indicaciones. Para nuestra alegría, otra vez nos llevó a un lugar en donde no había camping alguno, sino que solamente un parque. Volvimos a preguntar a los transeúntes y uno que tampoco hablaba mucho inglés me dijo que había uno cerca; que siguiera hasta el casino y doblara a la derecha. Seguimos derecho y el casino nunca apareció. Volvimos a preguntar y nos dijeron que no existían campings cerca de la ciudad. ¡Aaaahhhh! Tras todo esto yo ya estaba bastante frustrado, enojado y cansado de manejar, pero teníamos que llegar a algún lugar.

Probamos una vez más con el GPS y el siguiente camping estaba a media hora manejando, a más de veinte kilómetros del centro. Manejamos hasta allí y por suerte encontramos un lugar para quedarnos. Incluso dimos de casualidad con una pareja de españoles que se estaban quedando en el mismo lugar y habían tenido los mismos problemas con el GPS. Instalamos nuestra carpita y aprovechamos lo que quedaba del día para lavar ropa. Con la mala suerte que habíamos tenido, ya no podríamos ir hasta el centro.

Días 136 y 137 – Copenhague


Unas cuatro horas separaban nuestros puntos de partida y llegada, las ciudades de Gotemburgo y Copenhague respectivamente. Nuestra ruta sería por el cruce más al norte de la capital danesa, así que nuestro destino provisorio era Helsingbor. No ingresamos en la ciudad, sino que pasamos en forma adyacente por la carretera hasta el puerto donde tomaríamos el ferry. Para no ser la excepción en estos países, nos arrancaron las muelas; más de cuarenta euros para ir los dos con el auto en un viaje de veinte minutos. Es más, desde la orilla se podía ver el puerto de llegada.

Desembarcamos en Helsingor, ciudad danesa con un nombre casi idéntico. Es un lugar pequeño con tal son 50.000 habitantes pero muy pintoresco que tiene como principal atracción turística un castillo conocido como el castillo de Kronbog. En este pequeño lugar tiene marco la famosa obra de Shakespeare, Hamlet.
Nuestra intención original era quedarnos ahí una noche y visitar el castillo. Cambiamos de opinión porque estaba lloviendo (para variar) y eso afectaría el paseo. Preferimos continuar unos cuarenta minutos más de viaje y pasar la noche directamente en Copenhague.

Nos instalamos en el camping pero como el día estaba muy feo y era bastante tarde, nos quedamos ahí el resto de la jornada. Recorrimos un poco los alrededores hasta encontrar un supermercado para abastecernos con víveres.

Al día siguiente nos levantamos tempranito con el sol radiante y el cielo despejado. Desayunamos rápido para salir cuanto antes a conocer esta nueva ciudad para lo que nos tomamos el ómnibus. Esta vez no fuimos caminando por estar bastante más lejos del centro.

Comenzamos nuestra caminata en un lugar denominado “Tivoli” en donde hay varias actividades artísticas o culturales, justo en frente a la estación central. El mapa que nos habían facilitado en el camping tenía un camino sugerido desde ahí para hacer a pie y aceptamos la propuesta. Además, coincidía bastante con lo que nos habíamos marcado según lo más popular para los turistas.

Atravesamos la peatonal en donde hay montones de comercios y un par de plazas muy bonitas. Las calles son en varios lugares de adoquines lo que le da un aspecto colonial encantador. Pasamos primero por una de las conocidas fuentes, llamada “caritas” en donde había dos tipos aparentemente borrachos, bañándose en su agua en calzoncillo. No hacía calor, al menos para nosotros porque la gente local anda de short y remera porque es su verano, pero estas personas, seguramente turistas, estaban locos haciendo eso. 

Continuamos a través de la plaza con la fuente de la cigüeña en donde estaban haciendo una “obra teatral” muy rara con ropa blanca pintada de varios colores y gente semidesnuda. Aquí vimos a otra mujer, pero esta vez parte de la obra, metiéndose al agua de la fuente con un bebe en brazos casi totalmente desnuda. Vaya uno a saber cuál era la trama en desarrollo.

Nosotros seguimos de largo por los lugares sugeridos y pasamos junto a algunas iglesias y edificios enormes. Llegamos así hasta la zona más linda de la ciudad (a nuestro criterio) en donde pasa un canal rodeado de casas coloridas, puentes y barcos. Un lugar hermoso y repleto de gente. Muy disfrutable lugar.



Pasamos junto al local destinado a los Récords Guiness al cual decidimos entrar para chusemar. Hicimos un recorrido que duró cerca de una hora y media en donde te muestran de manera muy interactiva, varios de los récords más importantes. Incluso se puede desafiar un par de ellos y lo intentamos pero sin suerte. Eso estuvo muy divertido y por supuesto que ampliamente interesante.

La principal atracción turística de la ciudad, vaya uno a saber por qué, es una sirena de bronce llamada “Den lille Havfrue” la cual fue encomendada a un escultor hace más de un siglo por un hombre (obviamente de mucho dinero) que quedó fascinado con una obra de ballet que se exhibía en aquel entonces sobre en un cuento de hadas sobre las sirenas. Se le pidió a la protagonista de esa obra que posara para la escultura pero ella se negó porque debía hacerlo desnuda. El escultor utilizó entonces a su esposa como modelo y la cara de la bailarina.

Caminamos hasta esta bailarina que no es realmente impresionante por su tamaño ni diseño pero que dado que es el ícono de la ciudad, debíamos ver. Nos hicimos lugar entre la multitud para sacarnos la fotito correspondiente y regresamos a la caminata. Abandonamos la ruta sugerida y fuimos directo a la peatonal en busca de algo para almorzar. Poco después se largó a llover, muy oportuno con nuestra parada técnica. Esperamos allí hasta que amainara antes de volver a salir. Para todo esto ya eran casi las cinco de la tarde y los negocios estaban empezando a cerrar, suponemos que porque era domingo.



Volvimos a la estación central en donde tomamos el mismo ómnibus para regresar sobre nuestros pasos al camping. Así podríamos descansar para volver a viajar unas cuantas horas al día siguiente rumbo a la capital alemana, Berlín.

viernes, 24 de agosto de 2012

Días 134 y 135 – Gotemburgo


Otra vez más nos levantamos sin apuro y aprontamos nuestras cosas para dejar el camping. El tiempo seguía siendo un asco, nublado y amenazante de lluvia. El viaje sería de aproximadamente cuatro horas pero lo haríamos sin apuro.

Esta vez el camino no era hermoso entre montañas y lagos, sino que todo fue una aburrida carretera. Hicimos una parada a mitad del camino para almorzar y apenas terminamos se largó a llover. Llegamos a la ciudad a media tarde y como siempre buscamos un camping cercano donde alojarnos.

Estaba frío, muy frío. No era tan tarde pero no teníamos ni un centavo en la moneda local y no había cajeros cerca. Para colmo, nos rebotaron las tarjetas de los dos, no sabemos por qué, por lo que nos salvaron las sobras de moneda noruega con que todavía contábamos y estábamos esperando para cambiar.

Pagamos el camping y compramos algo para cenar. En lo que va del viaje, ya habíamos intentado comer unos ricos panchos al pan en dos ocasiones, ambas terminaron siendo un fracaso ROTUNDO. Esta vez pensamos que por tratarse de Europa y ser una cultura más parecida, íbamos a tener más suerte. No fue el caso.

Compramos un paquete de diez panchos babosos y con una consistencia muy blanda y gusto raro. Ni siquiera tenían olor a pancho. Es muy decepcionante cuando uno se hace la cabeza con el sabor del que está acostumbrado a comer allá en Uruguay y lo que compró es algo no solo distinto, sino que horrible. Igual comí tres para matar el hambre y Ro terminó cenando pan con mayonesa.

Dedicamos el resto de la tarde a usar internet y hablar con nuestras familias. Cuando el frío ya se hizo insoportable, nos refugiamos en la carpa con la esperanza de no sufrir mucho la noche. Por suerte no lo hicimos ya que la temperatura mejoró.

Al día siguiente nos encontramos con un día bastante más lindo y soleado. Arreglamos las cosas y nos fuimos caminando hasta el centro de la ciudad. Esta vez eran casi seis kilómetros de distancia pero con un recorrido muy agradable.

Cuando encontramos los primeros lugares céntricos, entramos (cuándo no) a un McDonald’s para hacer un desayuno-almuerzo. Con eso juntamos las fuerzas necesarias para la caminata de todo el día o al menos parte de él.

Recorrimos los lugares que nos llamaban la atención mientras no seguíamos acercando a la zona principal ya que no teníamos nada en qué guiarnos. Finalmente encontramos un centro de información turística donde nos dieron un mapa y nos sugirieron los principales lugares a visitar.

Caminamos por una de las calles principales con rumbo al puerto en donde estaba muy agradable. Nos quedamos un poco por ahí disfrutando del sol y el calorcito antes de seguir. Luego bordeamos el mismo con dirección a las calles peatonales en donde había varios comercios de ropa y restaurantes.

Lo que más nos llamó la atención, es la cantidad IMPRESIONANTE de personas rubias y de ojos claros. Es como que todos los suecos nacieran así. Obviamente hay algunos que no cumplen con esos criterios, tal vez por tener ascendencia de otras regiones o porque eran turistas, pero estadísticamente seguro son la amplia mayoría.

La ciudad es muy linda, bastante más de lo que esperábamos. Encontramos varias iglesias y museos, algunos parques muy bonitos y caminamos por la orilla de una canal que corta la ciudad y es muy pintoresco. Avanzada la tarde aprovechamos para cenar ahí mismo ya que hacía mucho que no comíamos por ahí (sin contar los McDonald’s) y luego volvimos caminando una vez más hasta el camping.
Fue una corta estadía en Suecia, pero agradable. Seguramente hay mucho más para ver, pero quedará pendiente para otra ocasión u otra vida. Nosotros debemos seguir nuestro camino en lo que es la recta final del viaje.

Destino 24: Suecia


Debido a la lluvia que nos persigue y el frío para el que no estamos físicamente preparados, hicimos un cambio en el itinerario. Eso además de que para seguir con el plan original yo tenía que hacer dos jornadas de manejo de más de seis horas que iban a ser mortales. Abandonamos la ciudad de Estocolmo, capital del país sueco y cambiamos nuestro destino por el segundo lugar más importante, Gotemburgo.

Gotemburgo es una ciudad portuaria muy importante, famosa gastronómicamente por sus platos en base de pescados y mariscos. Como nos queda en el camino hacia el sur, nos detendremos en ella un par de noches para interiorizarnos más con la realidad sueca.

De este modo entonces, viajaremos hasta Gotemburgo y nos quedaremos ahí esa misma noche y el día siguiente para recorrer. Luego continuaremos viajando hacia el sur hasta nuestro último destino nórdico, Copenhague, la capital danesa. 

Días 132 y 133 – Oslo


Sin apuro dejamos el camping y comenzamos nuestro viaje hasta Oslo que iba a ser muy largo; no por la distancia, ya que apenas nos separaban unos trescientos y algo de kilómetros, sino que por el tipo de ruta que une ambos puntos el viaje llevaría unas seis horas y media.

Atravesamos el país de oeste a este, a través de las montañas, con grandes repechos y bajadas en zigzag, hermosos lagos que eran como espejos naturales, colinas verdes cubiertas con rocas y por si fuera poco, muchísimas ovejas sueltas por todo el camino, adornando el paisaje con un tono muy particular. Simpáticas ellas, se acercaban hasta los autos como para saludar. Además, tenían un cencerro en el cuello para alertar su cercanía que las hacía muy graciosas. Realmente fue un placer el camino.

Hicimos una parada para almorzar en un parking en el que cocinamos un rico arroz con atún. Llegamos por la tardecita a un camping próximo a la ciudad de Oslo para dejar el auto, instalarnos y al día siguiente desde allí ir a conocer lo que ésta tenía para ofrecernos. Estába bastante cansado y preferimos descansar el resto de ese día. Cómodos en el camping, armamos la carpa y cenamos antes de acostarnos para ver una película y luego dormir.

Al día siguiente, para no faltar a la costumbre, nos despertamos con un día espantoso, pero al menos no llovía. Tras el desayuno averiguamos la forma más fácil y conveniente de ir hasta la ciudad y para variar, era CARÍSIMO. Como buenos atletas que somos, decidimos ir caminando ya que sólo nos separaban unos cinco kilómetros.
Comenzamos el recorrido por la zona del puerto en donde se encuentra el Opera House. Es un edificio moderno con la particularidad de que el techo tiene varias pendientes que se comunican entre sí y las de los costados de la fachada llegan hasta el suelo de modo que uno puede subir y ver la zona desde lo alto. Así lo hicimos para tener un primer pantallazo.

A continuación pasamos por la Estación Central y caminamos a lo largo de la peatonal, ciudad donde se concentraban la mayoría de comercios importantes. Con el mapa en la mano y siguiendo las sugerencias que habíamos encontrado en internet sobre qué ver, visitamos plazas, parques y edificios principales. Poco después se largó a llover con fuerza y tuvimos que hacer una parada para refugiarnos en el único lugar donde podríamos sentarnos y al menos comer algo rico mientras usábamos el internet gratuito: McDonald’s.

Perdimos así un largo rato hasta que la lluvia amainó y pudimos volver a la calle. Pasamos por el lugar de la fortaleza y cerquita del edificio donde se entregan los premios Nobel o algo relacionado a ellos, no estoy seguro. La ciudad no es muy grande y el resto de la cosas “interesantes” para hacer o al menos las principales atracciones turísticas son pagas y cuestan mucho dinero. Como eso no era una opción, estaba amagando con volver a llover y ya estaba muy frío, preferimos volver al camping.

Estábamos bastante cansados como para caminar todo el trayecto otra vez, así que decidimos tomar el ómnibus por más robo que fuera. De todos modos, y para nuestra fortuna, como no pudimos sacar el ticket en la máquina de la estación porque estaba solo en noruego y el bus ya estaba por irse, nos subimos para sacar el boleto arriba. Cuando le pregunté al conductor si el boleto se sacaba ahí, me respondió “just get in”, invitándonos a un viaje gratuito hasta nuestro destino. O al menos así lo entendimos. No sabíamos bien qué hacer, pero al final nos quedamos calladitos, esperando que no subiera ningún inspector y que llegáramos rápido a la parada para bajarnos cuanto antes. Pensaran que somos unos pichis, pero en verdad nos ahorramos mucha plata.

Cenamos, nos bañamos y al sobre, literalmente hablando ya que dormimos en sobres de dormir. Con esto despedimos Noruega, un destino encantador y muy recomendable. Nos quedamos sin ver muchísimos fiordos más, los paisajes que en invierno y con nieve deben ser mucho más impresionantes aún, y un fenómeno natural tan particular como la aurora boreal que se puede ver más al norte pero con muchísima suerte y tiempo libre. 

martes, 21 de agosto de 2012

Día 131 – Kjeragfjord, la famosa piedra colgante


Comenzamos el día todavía sin estar muy seguros de lo que íbamos hacer. Lo único que era claro era que debíamos hacer algo y abandonar el lindo camping donde nos estábamos quedando. Nuestra duda era si seguir hacia Oslo y visitar en el camino un nuevo fiordo, otro de los tan famosos lugares noruegos, o continuar viajando hacia el norte rumbo a la ciudad de Bergen.

Era claro que todo no lo íbamos a hacer, por un tema de tiempo y dinero. Cuando vimos que el día estaba bastante aceptable, nublado pero con buena visibilidad y con ratitos de sol, nos decidimos por el fiordo. Bergen quedará para otra vez, pero priorizamos los buenos paisajes antes que una linda ciudad y pesó mucho el hecho de que para ir hasta allá había que tomar tres ferrys distintos. ¡Un embole!

Igualmente para salir del lugar en que estábamos era necesario un ferry. Tomamos uno cuya duración era de tan solo quince minutos o tal vez menos hasta la ciudad de Lauvvik. Desde ahí tuvimos que recorrer hermosas carreteras con unos paisajes espectaculares durante dos horas. La verdad que fue un placer manejar por semejantes sitios. Además, por más que fue ir por el camino largo, la otra opción era tomar OTRO ferry cuyo costo era totalmente disparatado.

Nos detuvimos un par de veces en el camino para sacar alguna que otra foto y para almorzar un riquísimo arroz con arvejas, choclo y atún. Llegamos al parking de Kjerag para desde ahí seguir el recorrido a pie. En total se estima una duración de cinco horas para todo el trayecto ida y vuelta. Supusimos que eso era un mero promedio que podríamos mejorar.

Ya de arranque, como para entrar en calor, nos recibió una subida impresionante todo de piedra prácticamente lisa y sin lugar de donde agarrarse. ERA UN PELIGRO. Además, no había protección alguna por lo que si caíamos nos íbamos a romper todo. Al ratito aparecieron unas cadenas enganchadas con postes de hierro para guiar el camino y ser usadas como soporte. Era tan exigente que decidimos preguntarle a la primera persona que nos cruzamos, un hombre que estaba bajando. Nos dijo que él no había llegado hasta la piedra porque el camino era muy complicado con muchas subidas muy empinadas. Nos asustamos y pensamos que no íbamos a poder. Esperábamos más bien algo como lo de Prekistolen pero estábamos frente a algo bastante más complicado.

Estuvimos a nada de desistir, dar la vuelta y buscar un nuevo rumbo. Nos sentamos unos minutos para deliberar sobre qué haríamos. Le dimos una nueva oportunidad al camino y decidimos continuar un poco más a ver si podíamos. Le preguntamos a otras personas, una pareja que también volvía y nos dijeron que eran tres colinas grandes pero que valía la pena.

La primera subida estuvo CRUEL. Tuvimos que hacer muchísima fuerza de piernas y de brazos para avanzar y no caernos hacia los costados. El camino tenía partes mojadas y embarradas que complicaban todavía más. Al llegar a la primera cima ya el paisaje era espectacular. Se veía gran parte del valle, rodeado de montañas y nubes. La visión era muy buena a pesar de que el día estaba nublado.

La segunda colina no fue tan brava como la primera y eso nos hizo pensar que tal vez ya había pasado lo peor. Estábamos MUY equivocados. Una pareja de japoneses caminaba a la par nuestro. Cansados como nosotros le preguntaron a unos hombres cuánto faltaba porque ya no podían más a lo que éstos contestaron que poco más de una hora y que quedaban dos subidas, una sencilla y una muy complicada. Después de eso había un llano importante para caminar los últimos treinta minutos. ¡Auch! Si lo de ayer había sido exigente, esto no se qué era.

El repecho “sencillo” no fue tal y el complicado estuvo mortal. Esto es sin lugar a dudas lo más exigente físicamente hablando que hemos realizado no solo en el viaje sino que en nuestras vidas. Lo subimos como pudimos porque ya estábamos a dos tercios del camino y porque era todo un desafío personal. Llegamos al terreno llano por el que caminamos cerca de cuarenta y cinco minutos más con MUCHO frío a más de mil metros de altura hasta llegar a Kjeragfjord, la piedra colgante. Ese es su nombre, no es que le di un piñazo al teclado, je.

La piedra Kjerag está increíblemente colocada en lo alto de un gran precipicio, apretada entre dos colinas enormes. Es asombroso que semejante cosa sea producto de la naturaleza. Esperamos nuestro turno para sacarnos la tan ansiada foto, parados sobre ella. Sin lugar a dudas es la foto más sacrificada que hemos conseguido en estos cuatro meses y algo de viaje. Costó mucho obtenerla, pero lo logramos. Ahí estábamos, parados sobre un acantilado de mil metros de altura maravilloso.





La vuelta se hizo bastante más fácil y rápida. Igual requirió mucho esfuerzo porque las piernas estaban cansadas y no respondían de la misma manera. Sobre todo en la parte del final en la que teníamos que agarrarnos con fuerza de lo que hubiera por si llegábamos a resbalar.

Agotados, extenuados, transpirados y con frío, llegamos por fin al auto. Desde ahí directo a buscar un camping donde quedarnos esa noche. Hay uno a pocos kilómetros en donde terminamos alojándonos para continuar hacia Oslo al día siguiente. Con esto nos despedimos de los fiordos, de las caminatas por las rocas y los precipicios y de las vistas de acantilados espectaculares. Lo disfrutamos porque son lugares majestuosos, pero tenemos mucho todavía por ver y conocer en el viejo continente.

domingo, 19 de agosto de 2012

Día 130 – Prekistolen - El púlpito


Para nuestra alegría, nos despertamos en el marco de un nuevo día ESPANTOSO. Lluvia, niebla y frío, bien completito. Estamos ubicados a menos de cinco kilómetros del lugar de interés, por lo que eso no era problema. Consultamos el pronóstico del tiempo y decía como que iba a despejarse para la tarde. Había que ser muy optimista para creerle, pero no nos quedaba otra opción. Arreglamos en el camping para quedarnos una noche más y esperar a ver como se desarrollaba el día.

Aprovechamos ese tiempo para dormir hasta tarde, lavar ropa y usar el internet gratis. Al mediodía dejó de llover y aprovechamos para prepararnos unos fideos y quedar a la espera. Parecía que la suerte podía estar de nuestro lado cuando el viento comenzó a correr la neblina y vimos unas vetas de celeste en el horizonte. Dejamos todo y nos fuimos hacia la montaña.

Prekistolen o “El púlpito” es uno de los fiordos más conocidos del país. Se caracteriza por su forma, una gran piedra chata ubicada en un monstruoso acantilado con una vista impresionante. Para llegar hasta se requiere aproximadamente unas dos horas de caminata por la montaña.

Algo que ya hemos aprendido hace mucho, “nada es gratis en la vida” y mucho menos en Europa. Para comenzar el recorrido tuvimos que dejar el auto en un estacionamiento en el que nos cobraron y bastante. Al menos estaba seguro y junto con él todas nuestras cosas. Partimos preparados para el calor, el frío y la lluvia porque no sabíamos con qué nos íbamos a encontrar.

El camino fue bastante más exigente de lo que esperábamos. Como había llovido, las zonas en donde no había rocas estaban cubiertas de barro y el resto eran piedras mojadas y resbaladizas. Ascendimos con cuidado cuando todavía seguía estando nublado y con neblina. Estaba claro que si las condiciones se mantenían, la visibilidad iba a ser casi nula y por lo tanto nuestro esfuerzo en vano. De todos modos, estaba lleno de turistas ilusionados de todas las edades, otra cosa notoria. Si bien el camino no es fácil, tiene muchas rocas, lugares muy empinados y exigentes, vimos niños, jóvenes y ancianos, subiendo cada uno a su ritmo pero completando la tarea. Nunca pueden faltar los atletas o intentos de ello que suben corriendo y los que llevan niños de meses o apenas un año a upa o en brazos, haciendo un gran esfuerzo y asumiendo un enorme riesgo.

Cuando llevábamos casi una hora de caminata, empezamos a ver los primeros paisajes y el pronóstico meteorológico parecía estarse cumpliendo. El sol asomaba de a ratitos entre las nubes y se estaba despejando el cielo. Eso nos dio el ánimo necesario para seguir con más ganas todavía.

Llegamos hasta una zona despejada en donde había mucha gente que se dividía en dos caminos diferentes. Como no sabíamos cuál era el nuestro, elegimos uno, y caminamos por él hasta encontrarnos con unas chicas que descendían por el mismo. Tras preguntarles nos explicaron que por ahí se llegaba a un mirador todavía más alto desde donde se podía ver el púlpito y que para ellas era mejor. Tomamos su consejo y seguimos hasta el punto más alto.

Al llegar el tiempo mejoraba cada vez más y nos encontramos con una vista IMPACTANTE y un lugar soñado. Cansados pero satisfechos, nos sentamos un poco para contemplar lo que teníamos frente a nuestros ojos. Una vez más, el mundo nos dejaba boquiabiertos con una belleza natural gigantesca.
Para no quedarnos con las ganas, luego bajamos hasta la célebre piedra por la que habíamos ido hasta ahí para ver directamente hacia abajo por el precipicio. La altura era escandalosa pero magnífica. Nos acostamos para acercarnos bien contra el borde y sin disfrutar. Permanecimos allí un largo rato mientras el día se componía cada vez más con un oportunismo asombroso.



Emprendimos la vuelta más que conformes y la completamos en una hora y veinte en un camino menos mojado y más seguro. Regresamos al camping para bañarnos, cenar y descansar el resto del día. Al final de cuentas, había resultado ser muy productivo y memorable. Seguramente lo recordaremos siempre como uno de los mejores del viaje.

Día 129 – Stavanger


Volvimos a despertarnos envueltos en un día gris y espantoso, nada había cambiado. El pasto estaba ensopado lo que nos dejó más que conformes de no haber instalado la carpa. Tras un desayuno y un baño refrescante y despertador, comenzamos a viajar hacia Stavanger.

Antes de salir de la ciudad, buscamos un centro de información turística para evacuar algunas dudas. Nos atendió un hombre muy colaborador que nos dio varios mapas y folletos y nos explicó un poco más sobre el extraño sistema de peajes. Resulta que hay muchos peajes a lo largo de todas las carreteras, pero no hay cabinas con gente cobrando por lo que uno podría ni enterarse de ellos. Nos dijo que la forma más conveniente es hacerse un usuario por internet con la información de la tarjeta de crédito y luego al pasar por el peaje, hay una máquina que saca una foto de cada vehículo. Ellos confirman la matrícula con la de nuestra cuenta y debitan el dinero correspondiente. ¿Qué pasa si no te registras? No se sabe bien. En algunos hay que pagar en forma manual, otros después te notifican…un desastre. Decir que justo nos dio por preguntar al respecto, si no…jamás nos hubiéramos enterado.

Si bien la distancia hasta Stavanger es de doscientos kilómetros aproximadamente, el recorrido nos llevó unas tres horas o más. Esto no fue solamente porque llovía intensamente y tomaramos precauciones, sino que porque la carretera de Noruega tiene muchísimas curvas, los caminos son de una sola vía y no se puede adelantar otros vehículos en cualquier lado, y sobre todas las cosas, el máximo de velocidad permitido es de 80 kilómetros por hora. Bastante menos cuando se circula dentro o en los alrededores de una ciudad.

Igualmente los paisajes eran muy bonitos, aún cuando la visibilidad fuera casi nula. Con subidas y bajadas pasamos al costado de varios lagos con el agua clara como un espejo en donde se reflejaban las casas; algo hermoso. Hay montones de túneles en la carretera que atraviesan las montañas que acompañan el camino. Todo muy pintoresco, y seguramente mucho más cuando está soleado.

Al llegar a Stavanger, nos adentramos hasta el centro mismo de la ciudad. Por casualidad encontramos un Parking al que decidimos entrar para dejar el auto y movernos caminando. Le pregunté a una señora como era el sistema porque las instrucciones estaban solamente en noruego, idioma que no dominamos del todo…aún, je. Luego recorrimos la zona más céntrica, vimos la Iglesia en donde justo estaba comenzando un casamiento y para hacerlo más romántico, en frente había un escenario enorme con una banda de rock. Buena mezcla.

Hicimos un pequeño tour por el puerto y los alrededores para terminar en un nuevo centro de información turística. Así nos enteramos que para ir a Prekistolen, nuestro siguiente punto del itinerario, hay que tomar sí o sí un ferry. Para ir hasta otro de los fiordos que nos interesan hay que tomar otro ferry más y para la ciudad que pensamos ir hay que tomar tres. ¡Puro ferry! Que por si fuera poco, no son nada baratos, al igual que todo acá en Noruega. El combustible es caro, la comida es cara, el alojamiento es caro…

Había dos caminos posibles para llegar hasta la zona de Prekistolen. El camino más fácil era directamente desde la ciudad, pero obviamente era más costoso. La alternativa era volver unos cuantos kilómetros por la ruta y luego hacer un desvió para tomar otro ferry más barato y de viaje más corto y luego completar el recorrido en el auto. Tomamos la opción más fácil pero casi sin querer y por falta de cooperación del GPS que no nos ayudaba a encontrar la otra ruta.

Tras menos de una hora de viaje en barco, manejamos hasta el camping Prekistolen que no solo estaba cerca del lugar donde queríamos ir, sino que además nos dijeron que era el más barato. Nos atendieron muy bien y nos instalamos una vez más, en el auto. Seguía lloviendo y estaba espantoso, pero nos habían dicho que al día siguiente se iba a despejar. Justo, tal como necesitábamos. Nuestros planes dependían del clima, así que solo nos quedaba esperar.

sábado, 18 de agosto de 2012

Día 128 – Kristiansand


Nos despertamos bajo agua, una vez más. La lluvia no había parado para dormir y nos había alcanzado. El día estaba espantoso, la carpa una vez más ensopada y el cielo cubierto y amenazante.

Aprontamos todo y partimos para continuar nuestro camino. Tras cerca de dos horas de viaje llegamos hasta la ciudad más al norte del oeste de Dinamarca, desde donde salen ferrys hacia varios de los puntos principales de Noruega. Hicimos todas las averiguaciones pertinentes hasta encontrar la opción que más nos sirviera. Debíamos esperar unas cuatro horas hasta el próximo barco que nos cruzaría hasta Kristiansand, la ciudad más al sur de Noruega en un viaje de dos horas.

Por suerte para entonces se había despejado y volvimos a ver el sol. Aprovechamos para prepararnos unos ñoquis con salsa y comer en uno de los parkings que hay en la ruta. Luego nos tiramos al sol unas horas sin hacer nada, para matar el tiempo. Una hora antes de partir volvimos al puerto para hacer cola con el auto y cuando nos permitieran ingresar al ferry.

Al llegar a Noruega, otra vez llovía. Buscamos alojamiento barato y cercano, pero casi todo estaba ocupado o reservado.  Al final encontramos un camping abierto en donde nos atendió un chico muy simpático que al ver que éramos de Uruguay me preguntó si ese no era el país de Luis Suarez; era fanático del Liverpool de Inglaterra.

Como el día seguía horrible y llovía y paraba cada pocos minutos, decidimos no armar la carpa y darle una oportunidad a la alternativa de dormir en el auto. Dado que resultó no ser tan grande para nosotros dos solos, o que cuanto más espacio tiene uno más se desparrama, está casi todo lleno con nuestras cosas. No teníamos nada de ganas de re acomodar todo para intentar acostarnos adentro, por lo que reclinamos los asientos de adelante, inflamos las almohadas del avión y nos tapamos con sobre de dormir. Dormimos espectacular, no pasamos frío y por si fuera poco, no tuvimos que desarmar la carpa al día siguiente.

Destino 23: Noruega


Noruega es uno de los países nórdicos europeos y tal vez uno de los más hermosos destinos turísticos del mundo. Es famoso por los fiordos que rodean la costa oeste, los grandes acantilados y las vistas espectaculares.

Recorreremos solo una parte de este enorme país por un motivo de tiempo y dinero, ya que es muy caro. Caminaremos hasta los altos precipicios desde donde la vista es sencillamente espectacular para darnos un gusto en un destino que no nos queríamos perder por nada.

Luego cruzaremos el territorio a lo ancho hasta llegar a Oslo, la capital, desde donde cruzaremos hacia Suecia.

Días 126 y 127 – Bremen y mucha lluvia


Por la madrugada, aproximadamente a las cinco de la mañana, comenzó lo que sería nuestra temporada de lluvias. No fue muy agradable despertarse en la carpa con el ruido del agua golpeando el techo y las paredes. Lo único que esperábamos era que no entrara agua por ninguna grieta y se nos inundara nuestro refugio. Por suerte, nos mantuvimos a salvo todo momento.

Nuestra intención era levantarnos temprano y seguir con nuestro viaje, pero la lluvia frustró nuestros planes. No podíamos dejar la carpa y desarmarla bajo agua. Tuvimos que esperar a que parara; lo bueno fue que pudimos dormir un poco más, je.

Intentamos secar como pudimos la carpa cubierta de gotas y gotones de agua para que no quedara con olor a humedad. Aprontamos nuestras cosas y dejamos el camping. Me despedí del chico de la recepción que me había atendido el día anterior, quien al ver mi pasaporte me dijo “¡uruguaaaayo! ¿Tú sos de arquitectura también?” No sé bien de dónde era porque hablaba muy bien varios idiomas, pero estaba muy al tanto de la tradición uruguaya de arquitectura. Le expliqué nuestro sistema y quedó fascinado, al igual que todos quienes se enteran de nuestro viaje. Muy macanudo, nos deseó un buen viaje y nos fuimos.

Bremen está a más de tres horas de viaje desde Amsterdam. Más aún cuando se viaje con lluvia. Hicimos un par de paradas en el camino y llegamos a destino recién a media tarde. Con la experiencia obtenida en Holanda, no quisimos entrar en la ciudad con el auto. Buscamos un camping en las afueras para instalarnos primero. Por suerte estaba despejado, había sol y hasta hacía calor.

Dejamos nuestras cosas en un muy lindo lugar y tomamos el ómnibus que combinaba con un tranvía para ir hasta el centro de la ciudad. No es tan complicado como suena y era mucho más cómodo y barato. Nos bajamos en pleno centro de la pequeña ciudad alemana en donde vaya casualidad, nos encontramos con otra pareja de compañeros del grupo de viaje. Nos quedamos conversando un rato ya que siempre es agradable encontrarse con otros uruguayos.

Visitamos una de las principales atracciones turísticas y símbolo de la ciudad, una pirámide de animales subidos uno sobre el otro, un burro, un perro, otra cosa que no se bien qué es y un gallo. Ellos representan a los músicos de Bremen en un cuento infantil y aparentemente, hay que agarrarle las patas al burro y pedir un deseo.



Recorrimos la plaza con su respectiva Iglesia, la zona del puerto y un hermoso molino en un jardín bastante grande con flores y un lago. Finalmente, cenamos en un restaurante italiano atendido por su dueño, un napolitano un poco antipático pero que sabía lo que hacía en la cocina. Después de eso volvimos al camping, había sido un día muy rendidor.



Cuando llegamos vimos que el lugar en donde nos habíamos instalado, a un costado del parque como para que no nos molestaran, estaba rodeado de carpas. No sabíamos si había alguien en ellas o no, pero casi todos ya estaban durmiendo. La mayoría de las personas eran mayores y ya estaban en sus caravanas.

Pasada la medianoche, aparecieron nuestras vecinas. Unas cuatro chicas, creemos que alemanas pero no estamos seguros porque era indescifrable lo que hablaban, llegaron a los gritos, muy probablemente bastante tomadas. Se metieron en sus carpas que estaban a nuestros costados y se hablaban a los gritos de una a otra y se reían a carcajadas. Se podrán imaginar nuestra alegría. Parecía que nos estuvieran jodiendo. Aunque les gritamos algunas cosas, hicieron caso omiso y siguieron en la de ellas. Luego de un rato pudimos volver a dormirnos.

Nuevamente nos despertó la fuerte lluvia y tuvimos que retrasar la salida del camping. Todo igual, salvo que esta vez llovía más y no se detenía nunca. Nuestra intención era ir hasta Hamburgo para recorrer la ciudad y pasar allí la noche, pero era imposible. El viaje era corto, por lo que llegamos temprano. No paraba de llover, lo que nos iba a complicar mucho para recorrer la ciudad; sobre todo si teníamos que dejar el auto aparcado y movernos a pie. Finalmente decidimos saltearnos la ciudad y adelantar todo lo que pudiéramos del largo viaje que nos esperaba para el día siguiente. Así lo hicimos y conduje durante unas tres horas por el territorio de un nuevo destino, Dinamarca. Otro lugar por el que sólo estaríamos de paso hasta llegar a Noruega.

Le escapamos a la lluvia y el mal tiempo y por un momento logramos ganarle. Cuando paramos para almorzar a mitad de camino estaba bastante despejado y daba la impresión que nuestra suerte había cambiado. Por la tardecita buscamos un camping donde quedarnos y encontramos uno alejado de todo pero ubicado en un lugar muy lindo y tranquilo. Instalamos la carpa y nos acostamos temprano a ver una película.

Destino 22: Alemania


A lo largo de nuestro camino, pasaremos dos veces por Alemania; ésta, la primera vez, será más que nada de paso hacia los países nórdicos de Europa, sobre todo Noruega. Al regreso, cuando volvamos a viajar hacia el sur, cruzaremos por la capital, Berlín, y por otra de sus ciudades más importantes, Munich.

En esta primera ocasión, nuestro rumbo nos llevará hasta la pequeña ciudad de Bremen y luego Hamburgo, la ciudad más importante del norte alemán.

martes, 14 de agosto de 2012

Día 125 – Amsterdam


Comenzamos el día con la intención de aprovecharlo al máximo. Después de todo, era nuestra última oportunidad para conocer la ciudad. Al salir de la carpa vimos que estaba soleado y hacía bastante calor. Tal vez, nuestra suerte había cambiado.

Desayunamos antes de salir y luego tomamos el tranvía hacia la estación central. Habíamos reservado un tour por la ciudad el día anterior que comenzaba allí, por lo que nos quedaba espectacularmente bien.

Comenzamos la visita por la ciudad guiados por un joven español radicado aquí hace cinco años. Desde ahí partimos caminando hasta la plaza “Dam”, el lugar que da inicio a esta capital europea. Aquí comenzaron a construir el nuevo territorio, sobre un montón de barro y agua. Es que toda la ciudad está bajo el nivel del mar, construida sobre terreno robado del agua. Esto hace que abunden los canales y los puentes.

Una de las principales vías de entrada a la ciudad, es la estación central a donde llegan trenes de varios lados y donde pasan todos los tranvías. En frente a ella entonces, se encuentra la Iglesia de San Nicolás, ubicada justamente ahí para que sea lo primero que vean las personas que arriban a Amsterdam. Nos contaba el guía que esto lo hicieron como una forma de pedir perdón a todos los católicos del mundo, ya que dicha religión estuvo prohibida y fue duramente perseguida durante casi dos siglos, cosa de la cual se arrepienten enormemente.

Nuestra segunda parada fue en una de las zonas que más gente atrae, el barrio rojo. Aquí es donde se concentra todo lo relacionado al sexo y la prostitución. Hay varias vidrieras en donde se exhiben mujeres prácticamente desnudas, cabinas en donde pagando se puede ver gente teniendo sexo en vivo, cines, teatros en donde también hay sexo en vivo y muchos sex shops.

Lo más extraño es que en medio de todo este revuelo, hay una Iglesia, la más antigua de la ciudad. Construida a lo largo de trescientos años, llama la atención porque combina diferentes tipos de estilos y materiales, algo para nada atractivo. Se puede ver claramente como en una misma cara de la Iglesia hay una parte hecha en piedra y otra en ladrillo. Hoy en día igualmente ya no funciona como tal, sino que se usa para conciertos y como atracción turística.

Pasamos por el barrio chino, algo que nunca falta en las principales ciudades del mundo; ¡los chinos se están apoderando del mundo! Un lugar muy típico y en todas partes igual, en donde nos llamó la atención encontrar restaurantes de comida argentina. Y así mismo se promocionan, je. Desde ahí caminamos al barrio judío, en donde se habían instalado durante la época de la segunda guerra mundial, casi obligados por los nazis. Lo hicieron así de modo que pudieran controlarlos y cuando fuera necesario matarlos, sin que los holandeses se enteraran de esas barbaridades.

Continuamos hasta la calle en donde se encuentran el museo de la marihuana, la galería de la marihuana y, créanlo o no, la universidad de la marihuana en donde se enseñan y exhiben cosas relacionadas a esta planta. Nos contaba que en verdad esta droga considerada como “blanda” por el Estado junto con el alcohol y el tabaco, solo puede consumirse en los coffee shops que se encuentran en la ciudad, en donde a su vez no puede haber más de una cantidad determinada y se puede vender tantos gramos por persona. Nada de eso se cumple demasiado. Es que los holandeses no consumen esta droga ni les llama la atención; simplemente la mantienen en estas condiciones porque les es muy redituable para el turismo ya que montones de personas vienen aquí cada año, a lo que se considera la “disneylandia” del país. Muchos turistas se acercan a Amsterdam para hacer las cosas que en sus países no pueden.

Caminamos por la zona conocida como “Jordaan” que significa jardín y es uno de los lugares más bonitos para recorrer. Vimos la casa más antigua, el museo de historia y la plaza del mercado de literatura. Todo extremadamente interesante. Tanto como el hecho de que muchas de las casas estén torcidas, algunas hacia los costados por movimientos del suelo o errores de construcciones, y otras hacia adelante, A PROPÓSITO, para subir muebles o cosas mediante un sistema de poleas hasta los pisos de arriba o el ático. Esto se debe a que esta ciudad portuario siempre fue muy importante para el comercio europeo y dado que está bajo el nivel del mar, no podían mantener la comida en la planta baja. Para evitar la humedad y protegerla, debían subirla a los pisos más altos. Como eran muchas cosas o demasiado pesadas, idearon esta manera de hacerlo. El hecho de que las inclinaran hacia adelante, es simplemente para no destruir la fachada  al subir los bultos.

Finalmente, terminamos el tour en frente al edificio donde Anne Frank permaneció encerrada los dos últimos años de su vida y escribió el ahora famoso diario, hasta que fue encontrada junto a su familia y murió. Muy interesante lugar pero al que hay que hacer una hora y media de cola para entrar.

Al terminar el tour guiado, hicimos un corte para almorzar y seguimos recorriendo por nuestra cuenta. Llegamos así hasta la “Museum square” en donde está el enorme cartel que dice “I Amsterdam” haciendo el juego de palabras en inglés para decir “Yo soy Amsterdam”.

Esta ciudad es conocida gastronómicamente por tres cosas, el strudel de manzana, las papas fritas y los panqueques gigantes. No probamos ninguna de las tres cosas, así como tampoco los porros o los brownies con marihuana porque no es algo que nos llame demasiado la atención. La idea era ver el ambiente y conocer lo máximo posible, como hacemos siempre.

Ya en el camping, cenamos una rica sopa hecha por nosotros para así culminar nuestra estadía en la particular ciudad holandesa, que según nos contaban, es una burbuja dentro de lo que es el país, y algo por lo que no les gusta ser catalogados.

Día 124 – Llegada a Amsterdam


El día anterior habíamos comprado algunas cositas como para hacernos nosotros el desayuno; entre ellas, waffles belgas, originales, la tercera cosa famosa del país junto a la cerveza y el chocolate. Ahora puedo contarles que son buenos pero tampoco eran la gran cosa. Al menos lo que nosotros comimos.

Luego de aprontar todo comenzamos nuestro viaje hacia la capital holandesa. El viaje era de 250 kilómetros más o menos, pero nuevamente se extendió por el tráfico. Se hizo bastante pesado y cansador. No serviría para ganarme la vida como conductor.

Llegamos a nuestro destino ya pasado el mediodía y nos metimos de lleno con el auto en el centro de la ciudad. ¿Qué iba a saber yo que es HORRIBLE manejar ahí dentro?

Resulta que Amsterdam es una pequeña ciudad con 750.000 personas. No hay muchos espacios para estacionar, por lo que los pocos que hay son tarifados. Tuvimos que dar montones de vueltas para poder encontrar uno y cuando lo hicimos y nos dispusimos a pagar porque yo ya no quería seguir manejando, no podíamos pagar por no tener tarjeta. ¡UN ASCO!

En la ciudad circulan al mismo tiempo autos, tranvías, motos, bicicletas y peatones. Las calles son muy angostas y generalmente hay pequeñas calles para los autos porque la línea central es por donde pasa el tranvía que obviamente tiene preferencia. En las veredas hay una vía especial para las bicicletas que ABUNDAN; hay más de un millón y medio de bicicletas, en promedio son más o menos dos por persona. ¿¡Para qué!?  Las motos van a veces por la vía del auto y a veces por la de la bicicleta y los peatones se tiran en las esquinas y en las cebras así, de la nada, sin previo aviso. Por si fuera poco, hay un semáforo en cada esquina y no están coordinados, por lo que al salir de uno te agarra el próximo. ¡FUE UNA TORTURA MANEJAR AHÍ!

Cansado y frustrado, terminé entrando en el estacionamiento de un supermercado en donde nos daban permiso para permanecer dos horas. Compramos víveres para almorzar y comimos adentro del auto. No sabíamos qué hacer porque cuando queríamos parar para ver algo, nunca podíamos. Hicimos sin querer un recorrido por toda la ciudad con vista desde el vehículo. Al final decidimos marcharnos directamente hasta un camping y ver desde ahí como volver al centro en otro medio de transporte.

Costó mucho llegar, porque cada vez que marcaba uno en el GPS, la ruta que me indicaba estaba cortada y eso me implicaba dar vueltas, cambiar de camino para encontrar otra vía. A título informativo, Amsterdam no está construida como una cuadrícula al igual que Montevideo o Maldonado, sino que el plano de calles tiene una forma similar a las gradas de un anfiteatro romano: semicircular. Eso hace que en algunas esquinas se crucen tres o cuatro calles y se haga confuso saber para donde hay que ir.

Cuando al fin logramos llegar a un camping, nos encontramos con un mundo de carpas apiladas. Había lugarcitos donde instalarse, pero como no eran sitios numerados, sino que cada uno se instalaba donde entrara, aquello era un caos. Nos acomodamos como pudimos entre un par de carpas y un auto para preparar nuestra pequeña casa portátil. No tuvimos la misma suerte con el auto ya que todos los lugares estaban ocupados y tuvimos que dejarlo afuera del camping. Eso no estaba bueno, no tanto por la seguridad, sino que porque cada vez que queríamos algo, teníamos que salir del camping.

Nos quedamos el resto de la tarde ahí mismo, no volvimos a la ciudad. El lugar estaba bueno y nos dedicamos a descansar. Además, claramente no era nuestro día de suerte. Lo terminamos de comprobar por la noche, por suerte cuando ya estábamos acostados, que para colmo, se largó a llover.

Destino 21: Amsterdam, Holanda


Pasaremos por los países bajos en nuestro camino hacia la parte más nórdica de Europa. Si bien es un país muy pequeño, podríamos dedicarle varios días más de lo que lo haremos. Nosotros nos limitaremos a la capital, Amsterdam, que además es la ciudad más famosa.

Permaneceremos allí dos noches, cosa que nos permitirá ver un poco más de cosas y descansar del manejo. Luego de aquí nos tocarán trechos más largos para lo que es bueno prepararse.

domingo, 12 de agosto de 2012

Día 123 – Bruselas y Brujas


Con intenciones de aprovechar el día y evitar el caos del tráfico, nos levantamos súper temprano para ganarles de mano a todos. El camping estaba en total silencio, casi todos aún dormían. Guardamos la carpa y todas las demás cosas y partimos hacia el centro de Bruselas.

Nuestra primera parada fue el “Atomium”, un monumento muy conocido de la ciudad y una de las principales atracciones turísticas. Su nombre supongo que se debe a que simula la forma de un átomo pero diez mil millones de veces más grande. Es algo impresionante.



Cuando llegamos había solo tres personas y las calles estaban casi desiertas. ¡ERA UN PLACER! Sacamos algunas fotos e hicimos un recorrido por la zona. Luego fuimos hasta el centro con el auto buscando un lugar para desayunar. Nuestro principal problema hasta ahora en Europa han sido los estacionamientos. Esto es porque las normas para estacionar no son claras para los turistas, o al menos para nosotros, y no sabemos si se puede aparcar en cualquier lado o si hay que pagar. Dejábamos el auto con el corazón en la boca por si hacíamos algo mal y nos multaban o se llevaban el auto. Decidimos parar igual.

Encontramos una panadería muy bonita en donde tomamos un café con bizcochos. Todo delicioso. Luego recorrimos un poco caminando que es la forma más cómoda y rápida. Visitamos una fuente con una estatua muy famosa que consiste en un pequeño niño orinando. No es la gran cosa, ni siquiera es muy grande, pero como es famosa había que verla, je. También encontramos varias chocolaterías, cervecerías y casas de waffles, los tres fuertes principales del país. Compramos algunos chocolates artesanales y seguimos camino.
Visitamos algunas atracciones turísticas más como la Gran Plaza pero ya a media mañana se empezó a llenar de gente y autos y preferimos irnos. Dimos por concluida la visita a Bruselas y partimos hacia Brujas. Esta vez el viaje era mucho menor, solo ciento y pocos kilómetros de distancia aunque nuevamente mucho tráfico, atascos y un par de desvíos.

Llegamos una hora más tarde lo previsto por todos estos incidentes, pero todavía era muy temprano. Aprovechamos y fuimos directo al centro de la ciudad donde estacionamos el auto y recorrimos toda el área a pie.

Brujas es bastante más pequeña que Bruselas pero con una arquitectura mucho más característica. Sus casas son casi todas iguales, de dos plantas, angostas y pegadas unas a las otras. Hay montones de iglesias con construcciones espectaculares y varios riachuelos que rodean y atraviesan la ciudad dando un aspecto muy bonito. Aquí sí compré una cerveza en una tienda que tenía montones de tipos diferentes y todos parecían muy buenos. Terminé eligiéndola por la etiqueta que me gustó más, solo con el fin de probar una cerveza belga.



A media tarde dimos por terminada la visita a una ciudad que nos encantó, sobre todo a Ro, y nos fuimos en busca de un camping para pasar la noche. Encontramos uno muy cerca en donde había lugar, ¡woohoo! Pagamos pero antes de instalarnos fuimos hasta un supermercado para abastecernos. Luego sí instalamos la carpa y aprontamos todo para descansar. Al día siguiente tendríamos un viaje bastante largo otra vez hasta un nuevo país, un nuevo destino: la ciudad de Ámsterdam en Holanda.

Día 122 – Llegada a Bruselas


Madrugamos una vez más en este viaje para partir bien temprano hacia Bélgica. Teníamos un viaje de varias horas, además de que era el primero y eso generaba un poco de nervios. Sobre todo a mí que soy el conductor.

Dejamos el muy lindo hotel de Paris para ir hasta una conocida tienda europea llamada “Decathlon” en donde venden artículos diversos, entre ellos para camping. Nos equipamos con todo lo que precisábamos, una carpa, sacos de dormir, almohaditas, ollas, cubiertos y platos, un colchón inflable, garrafas de gas y un calentador compatible con éstas.

El camino que separa Paris de Bruselas es de trescientos y algo de kilómetros, algo que normalmente se haría en tres horas o menos. El problema es el tráfico que hay en el medio. Gracias a que el auto tiene GPS integrado, nos calcula la ruta más rápida hasta nuestro destino y verifica cada tanto para que en caso de embotellamiento o demoras, sugerir una ruta alternativa que ahorre minutos.

La salida de Paris no fue problema, ya había manejado por ahí el día anterior. La autopista es muy grande, con tres o más carriles y montones de autos cuyas velocidades NUNCA son menores a los cien kilómetros por hora. Lo bueno es que en el camino hay muchos puntos “P” o “Parking” en desvíos de la ruta, para que quien esté cansado pueda frenar un poco, estacionarse, algunos tienen supermercado, baños y ahí muchos camioneros que hacen trayectos muy largos pasan la noche.

No estuvimos ni cerca de completar el trayecto en el tiempo inicialmente pronosticado. Hubo varios atrasos en el camino que implicaron hacer un desvío por algunos pueblos pequeños muy bonitos y tranquilos. Dentro de todo era algo bueno porque cambiaba la monotonía de la ruta y las carreteras rectas.

Finalmente llegamos a Bélgica, cruzando la frontera en donde tan solo hay un cartel, ni controles ni aduanas ni nada. Es como cruzar de una ciudad a otra. Con los atrasos y las paradas, ya era bastante tarde como para recorrer algo de la ciudad. Además, yo estaba bastante cansado de manejar. Preferimos dejar la recorrida para el día siguiente, pero antes teníamos que cumplir con una misión muy especial. Antes de partir de Uruguay, sabiendo que íbamos a ir a Bélgica, nos propusimos buscar la casa donde vivió mi abuela en su infancia. Habíamos conseguido la dirección, sólo restaba buscarla e ir hasta ahí.

Llegamos sin problemas a una calle muy tranquila en un barrio muy pintoresco que seguramente ha cambiado notoriamente desde que ella se fue. Una a una fuimos verificando los números de las casas hasta llegar a la correspondiente. Ahí estaba, en perfectas condiciones, una típica casa belga. Lamentablemente ella ya no vive como para poder mostrársela, pero nosotros sabemos que ese lugarcito del mundo fue suyo y tuvo un gran significado para ella. También estoy segura que le hubiese emocionado muchísimo volver a verlo y que yo haya estado ahí por ella.  ¡Misión cumplida!



Habíamos investigado un poco sobre las opciones de camping para alojarnos. Encontramos uno cercano a la ciudad, pero cuando llegamos a la recepción nos dijeron que estaba todo lleno y no quedaba lugar. ¡Shit! Por suerte nos recomendó otro lugar en donde si había disponibilidad, pero estaba a quince kilómetros más. Yo ya no quería seguir manejando pero no tenía alternativa; era la opción más cercana.

Al llegar a este otro lugar nos queríamos morir al ver que la recepción estaba cerrada. Frustrados y amargados de que todo nos salía mal, estábamos listos para dar la vuelta y salir a buscar algún lugar cualquiera para dormir. Por suerte antes irnos decidí hacer un último intento y preguntarle a una mujer que salió de una puerta si ella era del camping. No hablaba mucho inglés pero suficiente como para entenderme e indicarme a un hombre de remera roja “he is the boss”. Hablé con el encargo y le expliqué nuestra situación. Inmediatamente me dijo que no había ningún problema y que podíamos quedarnos. Abrió la recepción para atendernos e indicarnos nuestro lugar. ¡Bien!

Nos instalamos en un pequeño espacio de terreno, armamos por primera vez nuestra nueva carpita al costado del auto. También estrenamos la garrafita en la que cocinamos unos ricos ravioles con salsa que venden enlatados, listos para calentarlos y comerlos. Luego de eso aprovechamos las instalaciones para bañarnos antes de ir a dormir, agotados, pero satisfechos. Habíamos llegado a destino. Al día siguiente recién iríamos a recorrer Bruselas, ciudad por la que solamente habíamos pasado con el auto pero que no nos queríamos perder.

Destino 20: Bélgica


Nuestra estadía en Bélgica será corta pero importante, ya que es el país de mis antepasados, la familia de mi padre. Mi abuela nació y vivió en Bruselas durante varios años de su vida, lo que lo hace sin lugar a dudas un lugar especial en el mundo.

Solamente estaremos dos noches aquí, una en la capital, Bruselas y otra en Brujas. Será nuestro debut en los campings, dado que como andamos en el auto intentaremos recortar costos por ese lado. Para esto tendremos que equiparnos, comprar carpa y demás de modo de estar lo más cómodos posible.
Luego de aquí seguiremos nuestro viaje por Europa, adentrándonos cada vez más en el viejo continente.

viernes, 10 de agosto de 2012

Día 121 – Comienzo de la aventura en auto


Nos despertamos sabiendo que iba a ser un día especial, diferente. En este día comenzaría una etapa totalmente diferente de lo hecho hasta ahora, ya que comenzaría nuestra aventura en auto por las carreteras europeas.

Verificamos la dirección de la agencia, la ruta que debíamos tomar en el metro para llegar hasta allí y salimos del hotel. Demoramos un rato largo porque debíamos cruzar casi toda la ciudad, pero no había alternativa. Yo estaba más nervioso que ansioso; no por manejar el auto en sí, sino que porque no hubiera problemas con la reserva y con la forma en que íbamos a tener que resolver todo desde ahora. Eso lo veremos sobre la marcha.

Nos recibieron muy bien en la casa de Renault en donde nos estaba esperando la Kangoo último modelo 0 km que habíamos reservado. La adquirimos por modalidad de leasing por lo que es nuestra durante los próximos cuarenta y cuatro días. Luego Renault hace una recompra para volver a venderlo y nosotros seguimos nuestro camino. Es algo muy común por estos lares.

Nos dieron las explicaciones pertinentes y nos entregaron los papeles y las llaves. Estaba todo pronto para nuestra partida. Salimos desde el estacionamiento donde se encontraba directo a una estación de servicio para estar más tranquilos. Ya eso fue toda una experiencia. Al igual que en Nueva Zelanda, no hay un pistero que te cargue el combustible, sino que uno lo tiene que hacerlo solo. Probamos al tanteo, pusimos un poco de gasoil sin saber cuánto faltaba para llenar el tanque y luego me acerqué a la caja registradora adentro del minimercado para pagar.

Para estrenar el vehículo, decidimos ir hasta el Palacio de Versalles que está en las afueras de Paris y que es una visita muy agradable. Nos costó un poco agarrarle la mano al GPS y eso implicó tomar un par de calles equivocadas y perdernos algunos cruces que debíamos hacer. El pobre tenía que recalcular el camino para corregir nuestros errores, pero finalmente llegamos a destino.

El palacio estaba REPLETO de gente. Hay un estacionamiento para autos con una computadora que controla la cantidad de vehículos actualmente adentro e impide el acceso de más personas hasta que no salgan algunos. Tuvimos que esperar un poco pero cuando lo hicimos conseguimos lugar para parar muy rápido. Dejamos a la brillante Kangoo gris para que descansara y volvimos a las caminatas.

El Palacio de Versalles es sin duda la frutilla de la torta en una visita a Paris. Si algo que nos había gustado de esta ciudad era la arquitectura impresionante y exuberante, el Palacio es la madre de todos los edificios. Sacamos la entrada que incluye el ingreso al interior del Palacio y a los jardines de María Antonieta.

El palacio, antigua casa real, es IMPRESIONANTE desde todo punto de vista. Tiene dos pisos con montones de salones, uno más lujoso y extravagante que el otro. Los techos decorados con pinturas hermosas, las paredes cubiertas con mármol u oro, cortinas, alfombras, muebles y lámparas, todo extremadamente lujoso. Montones de cuadros y esculturas de batallas famosas y de la familia real o celebridades francesas. ESPECTACULAR. Hicimos todo el recorrido por ambos pisos y nos encantó todo lo que vimos.

Al terminar el recorrido, salimos al patio trasero para recorrer los jardines de María Antonieta. Esto conforma un predio GIGANTE meticulosamente mantenido, adornado con flores, arbustos, plantas, fuentes y hasta un lago en forma de cruz llamado el “gran canal”. Muy agradable.

Volvimos al auto al terminar el recorrido, salimos de la zona del palacio y marcamos al hotel como destino en el GPS. Nos marcaba que estábamos a una hora de viaje de distancia. Era ya media tarde y todavía no habíamos almorzado. Estábamos MUERTOS de hambre. Hicimos una parada técnica antes de seguir nuestro viaje en el primer lugar que encontramos: McDonald’s.

La ruta elegida por el GPS, es seguramente la más corta entre los dos puntos marcados. Eso no implica que sea la más fácil. Como no sabía por dónde me iba a llevar, no tuve más remedio que seguir sus indicaciones. Fue así que debuté, obligado, por las calles europeas, nada menos que en la ciudad de Paris. Pasamos por la pequeña estatua de la libertad, réplica de la que está en Nueva York, junto a la Torre Eiffel, atravesamos el centro, la iglesia de Notre Dame una última vez y luego por una avenida hasta el hotel.

Habíamos preguntado en dónde podíamos dejar el auto por la noche y en la recepción nos dijeron que si encontrábamos un lugar en las calles cercanas al hotel, no había problema. Iba a ser casi un milagro que eso fuera posible, pero nuestra fortuna fue tan inmensa que logramos estacionarlo justo en frente a la puerta. Es más, lo vemos desde una de las ventanas del pasillo.

Dedicamos el resto del día a preparar nuestro itinerario para las próximas jornadas, lugares a visitar, caminos a recorrer y sitios para alojarnos. Es que ya al día siguiente partiríamos otra vez rumbo a un nuevo rumbo. Por primera vez en auto, nuestro siguiente destino sería Bélgica.

jueves, 9 de agosto de 2012

Día 120 – Basílica de Sacré Coeur, Moulin Rouge, Opera, Madelaine y Plaza Vendome


Al igual que el día anterior, no nos dieron las fuerzas para madrugar. Nos levantamos al mediodía para hacer un almuerzayuno. Encontramos un supermercado abierto cerquita del hotel y compramos sanwiches y bebida y nos sentamos a comer en un parque, así como hacen los parisinos en su hora de descanso del trabajo. Muy bonito.

Para el día teníamos pensado recorrer una zona totalmente nueva de la ciudad. De este modo, nos tomamos el metro para viajar al norte, donde se encuentra la Basílica de Sacré Coeur. Cuando salimos del foso subterráneo hacia la calle nos encontramos con una vista espectacular en lo alto donde reposa el edificio y con un montón de turistas caminando en todas direcciones como si fueran un enjambre alborotado de abejas. ¡Guacala!

Subimos las empinadas escaleras hasta la cima de la colina en donde está la Basílica y hay una vista panorámica espectacular de gran parte de la ciudad. El edificio en sí es tan maravilloso como todos los que hemos visto en Paris, algo que realmente nos encantó. Desde el punto de vista arquitectónico, es la ciudad más hermosa en la que hemos estado. Ingresamos para hacer un recorrido y ver un lugar espectacular. Muy linda y recomendable visita.

Al salir seguimos recorriendo la zona de Montmartre. Llegamos hasta el cementerio que es muy famoso aunque no sé bien por qué. No entramos porque no es un lugar que me despierte demasiado interés, pero si estuvimos en la puerta. Toda esa zona es muy pintoresca, hay montones de los típicos cafés parisinos y pintores callejeros que te hacen un rápido retrato con mucha habilidad. Nos quedamos un ratito en uno de esos típicos restaurantes para tomar un típico café en una de las típicas mesas que colocan en las veredas. Éramos unos parisinos más, salvo por el hecho de que nuestro francés es casi inexistente, je.

Siguiendo con nuestro itinerario, nos desplazamos hacia el sur para llegar a la zona más subida de tono, la residencia del célebre Moulin Rouge. Está ubicado en una calle en donde abundan los sex shops y tiendas orientas al erotismo en general. Recorrimos el lugar y hasta entramos en uno de los comercios para encontrarnos con todo tipo de cosas bastante extravagantes. Ahí compramos todos los regalos para llevar a nuestras familias. No, mentira, je.



Ingresamos en la Avenida de la Ópera que es también muy comercial y bonita. Recorrimos la plaza, el edificio conocido como “Madeleine” y la plaza de Vendome, todos ellos lugares hermosos.
Tras toda esta caminata, ya estaba bastante avanzada la tarde y nuestras piernas pedían a gritos por una silla, pero todavía queríamos hacer una última visita. Dado que se había frustrado nuestro intento de subir a la Torre Eiffel, quería entrar a la Iglesia de Notre Dame para disfrutar de la vista desde lo más alto.

Nos dirigimos hacia ahí a través de los campos Eliseos. Entramos en la feria que habíamos visto ya desde lejos, una típica feria de juegos como hemos visto en montones de películas, con grandes osos de peluche como premio en algunos, ipads, nintendo wii, relojes y cámaras digitales en otros. Obviamente todo está preparado de manera que las chances de irse con uno de esos premios, sean mínimas. Admiramos de cerca a la gente que subía a un juego MUY poco atractivo para nosotros, en el que los giraban MUY rápido y a MUCHA altura por el aire. De los más impactantes que he visto.

Caminamos a orillas del Sena mientras el sol seguí bajando para poner fin al día, hasta que llegamos por fin a Notre Dame. Desafortunadamente, ya había cerrado, por lo que una vez más nos tuvimos que ir con las manos vacías. Buscamos la estación de metro más conveniente para volver y nos hacia allí fuimos.

Cenamos en un supermercado que encontramos camino al hotel y luego volvimos a la habitación. Así pusimos punto final a una jornada muy rendidora en la que conocimos una parte muy hermosa de la ciudad, bastante diferente a lo que habíamos visto hasta entonces y que hizo a Paris un lugar mucho más atractivo.