martes, 21 de agosto de 2012

Día 131 – Kjeragfjord, la famosa piedra colgante


Comenzamos el día todavía sin estar muy seguros de lo que íbamos hacer. Lo único que era claro era que debíamos hacer algo y abandonar el lindo camping donde nos estábamos quedando. Nuestra duda era si seguir hacia Oslo y visitar en el camino un nuevo fiordo, otro de los tan famosos lugares noruegos, o continuar viajando hacia el norte rumbo a la ciudad de Bergen.

Era claro que todo no lo íbamos a hacer, por un tema de tiempo y dinero. Cuando vimos que el día estaba bastante aceptable, nublado pero con buena visibilidad y con ratitos de sol, nos decidimos por el fiordo. Bergen quedará para otra vez, pero priorizamos los buenos paisajes antes que una linda ciudad y pesó mucho el hecho de que para ir hasta allá había que tomar tres ferrys distintos. ¡Un embole!

Igualmente para salir del lugar en que estábamos era necesario un ferry. Tomamos uno cuya duración era de tan solo quince minutos o tal vez menos hasta la ciudad de Lauvvik. Desde ahí tuvimos que recorrer hermosas carreteras con unos paisajes espectaculares durante dos horas. La verdad que fue un placer manejar por semejantes sitios. Además, por más que fue ir por el camino largo, la otra opción era tomar OTRO ferry cuyo costo era totalmente disparatado.

Nos detuvimos un par de veces en el camino para sacar alguna que otra foto y para almorzar un riquísimo arroz con arvejas, choclo y atún. Llegamos al parking de Kjerag para desde ahí seguir el recorrido a pie. En total se estima una duración de cinco horas para todo el trayecto ida y vuelta. Supusimos que eso era un mero promedio que podríamos mejorar.

Ya de arranque, como para entrar en calor, nos recibió una subida impresionante todo de piedra prácticamente lisa y sin lugar de donde agarrarse. ERA UN PELIGRO. Además, no había protección alguna por lo que si caíamos nos íbamos a romper todo. Al ratito aparecieron unas cadenas enganchadas con postes de hierro para guiar el camino y ser usadas como soporte. Era tan exigente que decidimos preguntarle a la primera persona que nos cruzamos, un hombre que estaba bajando. Nos dijo que él no había llegado hasta la piedra porque el camino era muy complicado con muchas subidas muy empinadas. Nos asustamos y pensamos que no íbamos a poder. Esperábamos más bien algo como lo de Prekistolen pero estábamos frente a algo bastante más complicado.

Estuvimos a nada de desistir, dar la vuelta y buscar un nuevo rumbo. Nos sentamos unos minutos para deliberar sobre qué haríamos. Le dimos una nueva oportunidad al camino y decidimos continuar un poco más a ver si podíamos. Le preguntamos a otras personas, una pareja que también volvía y nos dijeron que eran tres colinas grandes pero que valía la pena.

La primera subida estuvo CRUEL. Tuvimos que hacer muchísima fuerza de piernas y de brazos para avanzar y no caernos hacia los costados. El camino tenía partes mojadas y embarradas que complicaban todavía más. Al llegar a la primera cima ya el paisaje era espectacular. Se veía gran parte del valle, rodeado de montañas y nubes. La visión era muy buena a pesar de que el día estaba nublado.

La segunda colina no fue tan brava como la primera y eso nos hizo pensar que tal vez ya había pasado lo peor. Estábamos MUY equivocados. Una pareja de japoneses caminaba a la par nuestro. Cansados como nosotros le preguntaron a unos hombres cuánto faltaba porque ya no podían más a lo que éstos contestaron que poco más de una hora y que quedaban dos subidas, una sencilla y una muy complicada. Después de eso había un llano importante para caminar los últimos treinta minutos. ¡Auch! Si lo de ayer había sido exigente, esto no se qué era.

El repecho “sencillo” no fue tal y el complicado estuvo mortal. Esto es sin lugar a dudas lo más exigente físicamente hablando que hemos realizado no solo en el viaje sino que en nuestras vidas. Lo subimos como pudimos porque ya estábamos a dos tercios del camino y porque era todo un desafío personal. Llegamos al terreno llano por el que caminamos cerca de cuarenta y cinco minutos más con MUCHO frío a más de mil metros de altura hasta llegar a Kjeragfjord, la piedra colgante. Ese es su nombre, no es que le di un piñazo al teclado, je.

La piedra Kjerag está increíblemente colocada en lo alto de un gran precipicio, apretada entre dos colinas enormes. Es asombroso que semejante cosa sea producto de la naturaleza. Esperamos nuestro turno para sacarnos la tan ansiada foto, parados sobre ella. Sin lugar a dudas es la foto más sacrificada que hemos conseguido en estos cuatro meses y algo de viaje. Costó mucho obtenerla, pero lo logramos. Ahí estábamos, parados sobre un acantilado de mil metros de altura maravilloso.





La vuelta se hizo bastante más fácil y rápida. Igual requirió mucho esfuerzo porque las piernas estaban cansadas y no respondían de la misma manera. Sobre todo en la parte del final en la que teníamos que agarrarnos con fuerza de lo que hubiera por si llegábamos a resbalar.

Agotados, extenuados, transpirados y con frío, llegamos por fin al auto. Desde ahí directo a buscar un camping donde quedarnos esa noche. Hay uno a pocos kilómetros en donde terminamos alojándonos para continuar hacia Oslo al día siguiente. Con esto nos despedimos de los fiordos, de las caminatas por las rocas y los precipicios y de las vistas de acantilados espectaculares. Lo disfrutamos porque son lugares majestuosos, pero tenemos mucho todavía por ver y conocer en el viejo continente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario