Estábamos tan cansados del trajín
diario y las caminatas de todos estos días, que no nos preocupamos por
levantarnos temprano o siquiera poner el despertador. Dejamos al cuerpo que
decidiera cuando quisiera salir de la cama y eso fue recién al mediodía. Ro
bajó hasta el supermercado a buscar algo para desayunar pero nos quedamos en el
cuarto mirando las olimpíadas. ¡Qué placer! Hacía mucha falta.
No teníamos planes específicos
para este día. Mis intenciones eran las de entrada al Louvre y de acercarme un
poco más a la Torre Eiffel. Caminamos primero un rato hasta la zona de la
bastilla repitiendo el camino del día anterior y luego buscamos una ruta
diferente por la Avenida Rivoli que es muy comercial hasta llegar a un shopping
al costado del museo que se llama “Carrousel du Louvre”. Hicimos un recorrido
por esta zona en donde se encuentra la pirámide invertida, también del Louvre,
pero apuntando hacia abajo en vez de hacia el cielo. Como había poca gente
esperando para entrar, decidimos aprovechar la oportunidad.
El Louvre tiene cuatro pisos y
montones de cosas. Tal vez para quien sabe y aprecia el arte, es el paraíso.
Para nosotros que no cumplimos con ninguno de esos requerimientos, era más que
nada una curiosidad. Ya había estado investigando sobre qué era lo más
importante para ver y nos atuvimos a esas sugerencias.
Comenzamos por la célebre Mona
Lisa, la cual vimos que sin lugar a dudas es la estrella del lugar y la razón
por la que creo que entran el 50% de los visitantes. Había mucha gente en el
museo, pero la concentración en la zona de la Gioconda, era asquerosa. Había
que pecharse con mucha gente y buscar algún ángulo libre de cabezas ajenas para
poder obtener una foto limpia del cuadro. Finalmente lo conseguí y salí
disparando de la muchedumbre. Además, hay varios carteles advirtiendo de
ladrones que roban los bolsos cuando uno está distraído, así que no queríamos
arriesgarnos.
La segunda visita obligada era la
Venus de Milo. Nos dirigimos hasta su ubicación en donde había otra montonera
pero menor. Sacamos una nueva fotografía y ya con eso me sentía cumplido. El
resto del tiempo lo dedicamos a hacer un tour general por todo el lugar. Cerca
de una hora después, cuando logramos encontrar la salida en ese laberinto
rodeado de arte, salí conforme ya que había visto tal vez uno de los cuadros
más famosos del mundo.
Regresamos a la caminata, despacio
y sin apuro, rumbo a la Torre Eiffel. Nuevamente elegimos un camino distinto al
del día anterior para seguir recorriendo la ciudad. A medida que íbamos
adentrándonos en nuevas zonas, Paris nos empezó a gustar cada vez más. Pasamos
junto al Museo de la Armada y luego la Escuela Militar para desembocar en el
“Champ de Mars”, el enorme jardín frente a la torre.
El jardín no estaba tan lindo y
pulcro como me lo imaginaba, pero sí tan repleto de jóvenes como había leído
que iba a estar. Muchas parejas y grupos de amigos franceses sentados en el
césped con una botella de vino o latas de cerveza o en algunos casos ambas,
otros con baguetes de pan. Nos sentamos junto a ellos unos minutos para
descansar antes de seguir.
Así llegamos hasta los pies de la
enorme Torre Eiffel, que cobra más dimensión a medida que uno se sigue
acercando. Es realmente una mole de hierro espectacular. Tan grande que cuesta
apreciarla desde cerca porque no se logra ver en su totalidad.
Yo quería subir, al menos hasta el
primer nivel, pero nos fue imposible. La cola para sacar entradas implicaba que
tendríamos que esperar unas dos horas y no teníamos fuerza para algo así. Me
tuve que conformar con la vista a nivel del suelo. Saqué una tonelada de fotos
más para asegurarme que tuviera varios recuerdos y finalmente decidimos volver
al hotel. Caminamos hasta la misma estación de metro que habíamos usado del día
anterior y nos marchamos.
Más tarde en la noche salimos a
recorrer el barrio en busca de comida para la cena y por casualidad nos
encontramos con un viejo y querido McDonald’s. Ahí mismo nos quedamos para
comer algo rápido y rico. Automáticamente todos los planes que tenía de salir
por la noche, se murieron con nuestras fuerzas. Estábamos agotados y sólo
queríamos descansar. Volvimos a la habitación para hablar a casa, actualizar el
blog e intentar dormir bastante. Todavía teníamos dos noches más para seguir
nuestra aventura en la ciudad de las luces.
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