jueves, 9 de agosto de 2012

Día 119 – La Mona Lisa y los pies de la Torre Eiffel


Estábamos tan cansados del trajín diario y las caminatas de todos estos días, que no nos preocupamos por levantarnos temprano o siquiera poner el despertador. Dejamos al cuerpo que decidiera cuando quisiera salir de la cama y eso fue recién al mediodía. Ro bajó hasta el supermercado a buscar algo para desayunar pero nos quedamos en el cuarto mirando las olimpíadas. ¡Qué placer! Hacía mucha falta.

No teníamos planes específicos para este día. Mis intenciones eran las de entrada al Louvre y de acercarme un poco más a la Torre Eiffel. Caminamos primero un rato hasta la zona de la bastilla repitiendo el camino del día anterior y luego buscamos una ruta diferente por la Avenida Rivoli que es muy comercial hasta llegar a un shopping al costado del museo que se llama “Carrousel du Louvre”. Hicimos un recorrido por esta zona en donde se encuentra la pirámide invertida, también del Louvre, pero apuntando hacia abajo en vez de hacia el cielo. Como había poca gente esperando para entrar, decidimos aprovechar la oportunidad.

El Louvre tiene cuatro pisos y montones de cosas. Tal vez para quien sabe y aprecia el arte, es el paraíso. Para nosotros que no cumplimos con ninguno de esos requerimientos, era más que nada una curiosidad. Ya había estado investigando sobre qué era lo más importante para ver y nos atuvimos a esas sugerencias.

Comenzamos por la célebre Mona Lisa, la cual vimos que sin lugar a dudas es la estrella del lugar y la razón por la que creo que entran el 50% de los visitantes. Había mucha gente en el museo, pero la concentración en la zona de la Gioconda, era asquerosa. Había que pecharse con mucha gente y buscar algún ángulo libre de cabezas ajenas para poder obtener una foto limpia del cuadro. Finalmente lo conseguí y salí disparando de la muchedumbre. Además, hay varios carteles advirtiendo de ladrones que roban los bolsos cuando uno está distraído, así que no queríamos arriesgarnos.



La segunda visita obligada era la Venus de Milo. Nos dirigimos hasta su ubicación en donde había otra montonera pero menor. Sacamos una nueva fotografía y ya con eso me sentía cumplido. El resto del tiempo lo dedicamos a hacer un tour general por todo el lugar. Cerca de una hora después, cuando logramos encontrar la salida en ese laberinto rodeado de arte, salí conforme ya que había visto tal vez uno de los cuadros más famosos del mundo.

Regresamos a la caminata, despacio y sin apuro, rumbo a la Torre Eiffel. Nuevamente elegimos un camino distinto al del día anterior para seguir recorriendo la ciudad. A medida que íbamos adentrándonos en nuevas zonas, Paris nos empezó a gustar cada vez más. Pasamos junto al Museo de la Armada y luego la Escuela Militar para desembocar en el “Champ de Mars”, el enorme jardín frente a la torre.

El jardín no estaba tan lindo y pulcro como me lo imaginaba, pero sí tan repleto de jóvenes como había leído que iba a estar. Muchas parejas y grupos de amigos franceses sentados en el césped con una botella de vino o latas de cerveza o en algunos casos ambas, otros con baguetes de pan. Nos sentamos junto a ellos unos minutos para descansar antes de seguir.

Así llegamos hasta los pies de la enorme Torre Eiffel, que cobra más dimensión a medida que uno se sigue acercando. Es realmente una mole de hierro espectacular. Tan grande que cuesta apreciarla desde cerca porque no se logra ver en su totalidad.



Yo quería subir, al menos hasta el primer nivel, pero nos fue imposible. La cola para sacar entradas implicaba que tendríamos que esperar unas dos horas y no teníamos fuerza para algo así. Me tuve que conformar con la vista a nivel del suelo. Saqué una tonelada de fotos más para asegurarme que tuviera varios recuerdos y finalmente decidimos volver al hotel. Caminamos hasta la misma estación de metro que habíamos usado del día anterior y nos marchamos.

Más tarde en la noche salimos a recorrer el barrio en busca de comida para la cena y por casualidad nos encontramos con un viejo y querido McDonald’s. Ahí mismo nos quedamos para comer algo rápido y rico. Automáticamente todos los planes que tenía de salir por la noche, se murieron con nuestras fuerzas. Estábamos agotados y sólo queríamos descansar. Volvimos a la habitación para hablar a casa, actualizar el blog e intentar dormir bastante. Todavía teníamos dos noches más para seguir nuestra aventura en la ciudad de las luces.

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