lunes, 6 de agosto de 2012

Día 116 – La ciudad olímpica


Tal como teníamos pensado, nos levantamos muy temprano y nuevamente de la forma más silenciosa posible para no molestar a nuestros compañeros de cuarto. Ocho y pocos minutos ya estábamos en la calle, con el mapa de la ciudad y del metro en el bolso, abrigo porque ya se hizo sentir la diferencia de temperatura y ganas de sobra.

En la noche anterior habíamos investigado un poco qué era lo más destacado para una primera visita. Marqué una ruta tentativa en el mapa y comenzamos el día tomando eso como referencia. Rodeamos el enorme y hermoso Hyde Park hacia el Palacio de Buckingham, nuestra primera parada.

El parque es enorme, por lo que rodearlo nos llevó un buen rato. Además, todavía no habíamos desayunado e íbamos buscando algún sitio adecuado. Ya a pocos metros del hotel empezamos a ver el despliegue organizativo que las olimpíadas implican. Montones de carteles señalizando rutas o actividades, muchísimas personas ayudando, vehículos decorados con los logos de Londres 2012 que llevan a los deportistas y gente colaboradora de un lugar a otro y varios policías. Llegamos hasta un monumento bastante grande en uno de los vértices del parque llamado “Marble Arch” o el arco de mármol en donde había varios comercios. Cuándo no, entramos en un McDonald’s para comer algo rico y barato antes de continuar. Desde ahí caminamos directo hasta el palacio real.

Al llegar a Buckingham Palace, nos dimos cuenta de que había alguna competencia en la zona. Demasiada gente acumulada en los alrededores, moviéndose o esperando. Al acercarnos vimos las vallas que indicaban que muy probablemente fuera una carrera cuyo circuito iba hasta el Palacio. Sacamos fotos al enorme lugar y de pura casualidad tuvimos la fortuna de poder ver el cambio de guardia. Con una típica ceremonia que es más un show que algo funcional, vimos a los guardias típicamente uniformados moverse por el patio. Al ratito el cielo se empezó a poner muy negro por lo que sabíamos que había altas probabilidades de lluvia. Igualmente seguimos nuestro camino.



En segundo lugar, visitamos el Big Ben, símbolo absoluto de la capital inglesa. Una vez más me invadió esa sensación de parecer estar soñando e incredibilidad de estar frente a un monumento al que tantas veces imagine, vi en la televisión y al que había querido tener frente a mis ojos. Ahí estaba, tan espectacular como esperaba que fuera. En seguida le mande un mensaje a mi hermano quien comparte el sueño conmigo de visitar esta ciudad encantadora para decirle “estoy en frente al gran Ben”. Se largó a llover.

Buscamos refugio un par de veces en las entradas del metro y la lluvia cada vez era peor. Yo no podía creer que el clima atentara contra nuestros planes y el poco tiempo que teníamos en Londres. Igual preferimos esperar un rato y finalmente, cuando dejó de ser lluvia y pasó a ser llovizna, salimos de nuevo a la calle.
Teníamos intenciones de ver de cerca el “London eye”, una rueda ENORME típica de los parques de diversiones que permite una gran vista panorámica de la ciudad, pero las calles estaban cortadas y no podíamos pasar. Caminamos rodeando una de las orillas del río Tames buscando un cruce. Otra vez veíamos las vallas, los carteles y la gente amontonada esperando. Ya era obvio que había una carrera. Al poco rato, nuevamente por casualidad, logramos ver con bastante claridad a la competición de la maratón femenina que pasaron por el circuito. La carrera llevaba menos de una hora y era algo muy bonito. ¡Estábamos viendo una competición olímpica! ¡En vivo! Algo que nunca me imaginé iba a hacer. SENSACIONAL.



Seguimos caminando hasta que pudimos encontrar un cruce y atravesamos el río a través del puente de Waterloo. Para entonces el cielo estaba intentando despejarse, nuestra suerte estaba cambiando. Caminamos un largo rato más hasta que llegamos al “London Bridge” y un poco después al espectacular “Tower Bridge” en donde están colgados los anillos olímpicos. A pocos metros de él, en un parque bastante grande había colocada una pantalla gigante en donde transmitían los juegos en vivo y muchísima gente se juntaba para mirar las competiciones. Nos unimos a los británicos y vimos la final de la competición de regatas, la cual ganó un británico e hizo que estallaran en gritos de festejo. En seguida después, vimos la final de tenis masculina entre Federer y Murray, otro británico por el cual alentaban eufóricos (yo por supuesto me mantuve fiel alentando al número uno del mundo) y otra vez explotaron en gritos cuando su compatriota consiguió otra medalla dorada.



Seguimos nuestro camino, cruzamos el Tower Bridge en dirección a la Torre de Londres. No entramos al castillo pero lo vimos desde muy cerquita. Hicimos una parada en una tienda muy cercana para almorzar y luego seguimos la caminata. Llegamos a la iglesia de “Saint Paul”, otra construcción deslumbrante. Cruzamos nuevamente el río pero esta vez por sobre el puente “Millenium” para dirigirnos nuevamente hasta el Big Ben. Todo porque yo quería una revancha ahora que no llovía para apreciar una vez más al gigante reloj inglés. Esta vez nos acercamos por otro lado, a través del puente “Westminster” desde donde la vista es todavía mucho más espectacular. Estuvimos ahora sí a los pies del “London Eye” que es realmente gigante y permanecimos allí en la zona, paseando y disfrutando hasta que se puso el sol.



Doce horas después de haber salido por la mañana del hotel, cansados pero muy felices, bajamos hasta la estación de metro más cercana y preguntamos qué nos convenía para volver al hostal. Nos dieron amablemente las indicaciones correspondientes y poco rato después ya estábamos otra vez en “Bayswater Road”, la calle de los muchos comercios. Volvimos al hotel para bañarnos, descansar un poco las piernas y más tarde volver a salir, cenar y conectarnos a internet. Sin lugar a dudas, un gran pero gran día. Londres es todavía más espectacular de lo que siempre había soñado.

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