Tal como teníamos pensado, nos
levantamos muy temprano y nuevamente de la forma más silenciosa posible para no
molestar a nuestros compañeros de cuarto. Ocho y pocos minutos ya estábamos en
la calle, con el mapa de la ciudad y del metro en el bolso, abrigo porque ya se
hizo sentir la diferencia de temperatura y ganas de sobra.
En la noche anterior habíamos
investigado un poco qué era lo más destacado para una primera visita. Marqué
una ruta tentativa en el mapa y comenzamos el día tomando eso como referencia.
Rodeamos el enorme y hermoso Hyde Park hacia el Palacio de Buckingham, nuestra
primera parada.
El parque es enorme, por lo que
rodearlo nos llevó un buen rato. Además, todavía no habíamos desayunado e
íbamos buscando algún sitio adecuado. Ya a pocos metros del hotel empezamos a
ver el despliegue organizativo que las olimpíadas implican. Montones de
carteles señalizando rutas o actividades, muchísimas personas ayudando,
vehículos decorados con los logos de Londres 2012 que llevan a los deportistas
y gente colaboradora de un lugar a otro y varios policías. Llegamos hasta un
monumento bastante grande en uno de los vértices del parque llamado “Marble
Arch” o el arco de mármol en donde había varios comercios. Cuándo no, entramos
en un McDonald’s para comer algo rico y barato antes de continuar. Desde ahí
caminamos directo hasta el palacio real.
Al llegar a Buckingham Palace, nos
dimos cuenta de que había alguna competencia en la zona. Demasiada gente
acumulada en los alrededores, moviéndose o esperando. Al acercarnos vimos las
vallas que indicaban que muy probablemente fuera una carrera cuyo circuito iba
hasta el Palacio. Sacamos fotos al enorme lugar y de pura casualidad tuvimos la
fortuna de poder ver el cambio de guardia. Con una típica ceremonia que es más
un show que algo funcional, vimos a los guardias típicamente uniformados
moverse por el patio. Al ratito el cielo se empezó a poner muy negro por lo que
sabíamos que había altas probabilidades de lluvia. Igualmente seguimos nuestro
camino.
En segundo lugar, visitamos el Big
Ben, símbolo absoluto de la capital inglesa. Una vez más me invadió esa
sensación de parecer estar soñando e incredibilidad de estar frente a un
monumento al que tantas veces imagine, vi en la televisión y al que había
querido tener frente a mis ojos. Ahí estaba, tan espectacular como esperaba que
fuera. En seguida le mande un mensaje a mi hermano quien comparte el sueño
conmigo de visitar esta ciudad encantadora para decirle “estoy en frente al
gran Ben”. Se largó a llover.
Buscamos refugio un par de veces
en las entradas del metro y la lluvia cada vez era peor. Yo no podía creer que
el clima atentara contra nuestros planes y el poco tiempo que teníamos en
Londres. Igual preferimos esperar un rato y finalmente, cuando dejó de ser
lluvia y pasó a ser llovizna, salimos de nuevo a la calle.
Teníamos intenciones de ver de
cerca el “London eye”, una rueda ENORME típica de los parques de diversiones
que permite una gran vista panorámica de la ciudad, pero las calles estaban
cortadas y no podíamos pasar. Caminamos rodeando una de las orillas del río
Tames buscando un cruce. Otra vez veíamos las vallas, los carteles y la gente
amontonada esperando. Ya era obvio que había una carrera. Al poco rato,
nuevamente por casualidad, logramos ver con bastante claridad a la competición
de la maratón femenina que pasaron por el circuito. La carrera llevaba menos de
una hora y era algo muy bonito. ¡Estábamos viendo una competición olímpica! ¡En
vivo! Algo que nunca me imaginé iba a hacer. SENSACIONAL.
Seguimos caminando hasta que
pudimos encontrar un cruce y atravesamos el río a través del puente de
Waterloo. Para entonces el cielo estaba intentando despejarse, nuestra suerte
estaba cambiando. Caminamos un largo rato más hasta que llegamos al “London
Bridge” y un poco después al espectacular “Tower Bridge” en donde están
colgados los anillos olímpicos. A pocos metros de él, en un parque bastante
grande había colocada una pantalla gigante en donde transmitían los juegos en
vivo y muchísima gente se juntaba para mirar las competiciones. Nos unimos a
los británicos y vimos la final de la competición de regatas, la cual ganó un
británico e hizo que estallaran en gritos de festejo. En seguida después, vimos
la final de tenis masculina entre Federer y Murray, otro británico por el cual
alentaban eufóricos (yo por supuesto me mantuve fiel alentando al número uno
del mundo) y otra vez explotaron en gritos cuando su compatriota consiguió otra
medalla dorada.
Seguimos nuestro camino, cruzamos
el Tower Bridge en dirección a la Torre de Londres. No entramos al castillo
pero lo vimos desde muy cerquita. Hicimos una parada en una tienda muy cercana
para almorzar y luego seguimos la caminata. Llegamos a la iglesia de “Saint
Paul”, otra construcción deslumbrante. Cruzamos nuevamente el río pero esta vez
por sobre el puente “Millenium” para dirigirnos nuevamente hasta el Big Ben.
Todo porque yo quería una revancha ahora que no llovía para apreciar una vez
más al gigante reloj inglés. Esta vez nos acercamos por otro lado, a través del
puente “Westminster” desde donde la vista es todavía mucho más espectacular.
Estuvimos ahora sí a los pies del “London Eye” que es realmente gigante y
permanecimos allí en la zona, paseando y disfrutando hasta que se puso el sol.
Doce horas después de haber salido
por la mañana del hotel, cansados pero muy felices, bajamos hasta la estación
de metro más cercana y preguntamos qué nos convenía para volver al hostal. Nos
dieron amablemente las indicaciones correspondientes y poco rato después ya
estábamos otra vez en “Bayswater Road”, la calle de los muchos comercios.
Volvimos al hotel para bañarnos, descansar un poco las piernas y más tarde
volver a salir, cenar y conectarnos a internet. Sin lugar a dudas, un gran pero
gran día. Londres es todavía más espectacular de lo que siempre había soñado.
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