Nos despertamos bajo agua, una vez
más. La lluvia no había parado para dormir y nos había alcanzado. El día estaba
espantoso, la carpa una vez más ensopada y el cielo cubierto y amenazante.
Aprontamos todo y partimos para
continuar nuestro camino. Tras cerca de dos horas de viaje llegamos hasta la
ciudad más al norte del oeste de Dinamarca, desde donde salen ferrys hacia
varios de los puntos principales de Noruega. Hicimos todas las averiguaciones pertinentes
hasta encontrar la opción que más nos sirviera. Debíamos esperar unas cuatro
horas hasta el próximo barco que nos cruzaría hasta Kristiansand, la ciudad más
al sur de Noruega en un viaje de dos horas.
Por suerte para entonces se había
despejado y volvimos a ver el sol. Aprovechamos para prepararnos unos ñoquis
con salsa y comer en uno de los parkings que hay en la ruta. Luego nos tiramos
al sol unas horas sin hacer nada, para matar el tiempo. Una hora antes de
partir volvimos al puerto para hacer cola con el auto y cuando nos permitieran
ingresar al ferry.
Al llegar a Noruega, otra vez
llovía. Buscamos alojamiento barato y cercano, pero casi todo estaba ocupado o
reservado. Al final encontramos un
camping abierto en donde nos atendió un chico muy simpático que al ver que
éramos de Uruguay me preguntó si ese no era el país de Luis Suarez; era
fanático del Liverpool de Inglaterra.
Como el día seguía horrible y
llovía y paraba cada pocos minutos, decidimos no armar la carpa y darle una
oportunidad a la alternativa de dormir en el auto. Dado que resultó no ser tan
grande para nosotros dos solos, o que cuanto más espacio tiene uno más se
desparrama, está casi todo lleno con nuestras cosas. No teníamos nada de ganas de
re acomodar todo para intentar acostarnos adentro, por lo que reclinamos los
asientos de adelante, inflamos las almohadas del avión y nos tapamos con sobre
de dormir. Dormimos espectacular, no pasamos frío y por si fuera poco, no
tuvimos que desarmar la carpa al día siguiente.
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