Tras una noche HELADA en la que
nos congelamos durmiendo en la carpa, nos levantamos para darnos una ducha
calentita y desayunar algo antes de partir. Como estamos bastante lejos, para
llegar hasta el centro teníamos que tomar un ómnibus y luego hacer combinación
con el metro. No era complicado pero involucraba bastante tiempo. La pareja de
españoles que habíamos conocido nos explicaron qué hacer y también nos dieron
recomendaciones sobre qué ver y qué no.
Entre las cosas que estuvimos
averiguando, encontramos que Berlín tiene el zoológico más visitado de Europa,
en el que entre otros muchos animales, se destacan el oso polar y el oso panda.
Qué mejor oportunidad para ver un hermoso oso en blanco y negro que esta, ya
que no habíamos podido cuando estuvimos en China. Decidimos comenzar con esa
visita.
Llegamos sin problemas al lugar y
hasta conseguimos descuento con el carnet de estudiantes. Entramos e hicimos un
recorrido bastante rápido ya que nuestro objetivo primario eran los osos.
Encontramos primero el recinto de los osos polares. Había tres ENORMES
animalotes peludos y bien blancos, echados al sol, muy cómodos, durmiendo. Eran
realmente DIVINOS y nos hartamos de sacarles fotos. Hasta se levantaron y
dieron una vuelta para que los pudiéramos ver mejor. Hermosos animales.
La siguiente parada era el oso
panda. Nos costó mucho descifrar el enredado mapa del zoológico hasta llegar a
su lugar. Encontramos una jaula, bastante amplia, con carteles del oso panda y
cañas de bambú, pero sin oso. Volvimos a mirar y dar una vuelta pero no estaba
por ningún lado. Al final encontramos una carta que estaba en alemán la cual
obviamente no entendíamos. Cuando una chica se acercó a leerla le pregunté que
decía y me contó que el panda había muerto de viejo hacía SEIS DÍAS y que era
el más anciano del mundo por lo que era una gran pérdida. ¡NOS QUERÍAMOS MORIR!
No podíamos ser TAN desgraciados. Y para peor, Ro había dicho medio en serio,
medio bromeando, de preguntar a ver si el panda estaba por las dudas que se
hubiera muerto. No pudimos verlo, una vez más. Volveremos a casa con esa gran
cuenta pendiente, una lástima.
Dejamos el zoo para comenzar a
recorrer la ciudad. Mientras almorzábamos estudiamos bien el mapa con las
principales atracciones y las recomendaciones de los españoles. Así marcamos
nuestra ruta e intentaríamos cubrir lo más posible en ese día. Como siempre,
nos desplazábamos caminando.
Aún cuando ya han pasado bastantes
años, la ciudad de Berlín entera es un permanente recordatorio de la segunda
guerra mundial. Por todos lados hay memoriales, museos, fotos, exposiciones o
alguna que otra cosa referente a la guerra. Entiendo que tal vez sea una fuente
importante de turistas, pero a nuestra impresión debe ser una tortura para
muchos de los ciudadanos que perdieron parientes y amigos en la misma.
Caminamos por una de las
principales avenidas llamada 17 de junio hasta que nos topamos con un monumento
enorme que era un memorial. Se exhibía el nombre de algunas de las personas que
murieron en la guerra y se mostraban fotos de la ciudad por aquel entonces. Ahí
vimos las primeras imágenes alarmantes, con edificios destrozados, soldados
golpeando gente y muchísimas personas en muy mal estado.
Continuamos por la misma calle
hasta llegar a una zona en donde se encuentra el parlamento, edificio que fue
casi totalmente destruido durante los bombardeos de la guerra y hace unos años
fue reconstruido y ahora funciona para el gobierno. Es muy lindo, pero lo
impactante es ver las fotos de lo que era, como quedó luego de los bombardeos y
lo que es ahora.
A unas cuadras de distancia, se
encuentra el ícono principal de la ciudad, la famosa puerta de Berlín. Vimos
montones de fotos antiguas en donde la misma aparece de fondo, con militares
desfilando, nazis formados para discursos u otros momentos. Pasamos por debajo
de dicho monumento como lo han hecho millones de personas y desde ahí intentaba
imaginar lo que debe haber sido eso durante la guerra. Gran parte de la ciudad
fue destruida en aquel entonces y ahora se puede ver que hay muchas
construcciones y todos los edificios son modernos. Todo había quedado en
ruinas.
Seguimos nuestro tour hasta el
monumento en honor a todos los judíos de Europa que fueron asesinados en aquel
entonces, a quienes les dedicaron un sitio bastante grande de la ciudad.
Basándose en la idea de un arquitecto americano, construyeron este lugar que
parecen tumbas de diversas alturas, una junto a la otra. Algunas llegan a ser
muy altas y caminar por entre ellas de la impresión de estar en un laberinto.
Debajo hay un museo sobre el holocausto al que al final no entramos por estar
cortos de tiempo pero que los españoles nos habían recomendado.
Preferimos continuar y llegamos
así hasta un sitio denominado “Topografía del terror” en donde una vez más, se
exhiben muchas de las monstruosidades realizadas por los nazis durante la
guerra. Hablaba sobre las persecuciones a judíos, a quienes les hacía portar la
estrella de David con la palabra “Judío” escrita en el centro para que no
pasaran desapercibidos y humillarlos, homosexuales y personas impuras. Hay
posters reales de la época, testimonios de personas cuya vida fue un infierno
durante esos años y muchísimos datos sobre el gobierno y hasta el mismísimo
Hitler. Me invadió una vez más la misma sensación de Vietnam, cuando visitamos
el museo de la guerra. La impotencia, la injusticia y la falta de lógica detrás
de algo que por más que analizo me es imposible de entender. Semejantes
atrocidades, tanta maldad y con tanta gente apoyándola es algo inimaginable. Si
bien hay muchísima información y fotos por doquier, creo que solo quienes lo
vivieron saben realmente la magnitud del horror soportado.
Ahí estuvimos un largo rato
leyendo los carteles y junto a restos que permanecen del muro que supo separar
a la ciudad. De todos modos, tuvimos tiempo de una visita más antes de
volvernos. Llegamos hasta un lugar llamado “Checkpoint”. Este sitio fue un
punto de control estrictamente vigilado para el paso entre Berlín del Este y
Berlín del Oeste y que permanece en las mismas condiciones como recuerdo la
guerra.
Tras todo esto y ya muy cansados,
decidimos volvernos al camping que por cierto, estaba muy lejos. Hicimos las
combinaciones de metro y ómnibus correspondientes para volver a nuestra
carpita, cenar algo y descansar. Nos volvimos a encontrar con nuestros amigos
españoles quienes habían dedicado su último día en la ciudad a visitar un campo
de concentración, el único que hoy en día tiene algo como para ver en esta
zona. Aprovechamos a pedir referencias y decidimos ir nosotros también al día
siguiente.
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