Unas cuatro horas separaban
nuestros puntos de partida y llegada, las ciudades de Gotemburgo y Copenhague
respectivamente. Nuestra ruta sería por el cruce más al norte de la capital
danesa, así que nuestro destino provisorio era Helsingbor. No ingresamos en la
ciudad, sino que pasamos en forma adyacente por la carretera hasta el puerto
donde tomaríamos el ferry. Para no ser la excepción en estos países, nos
arrancaron las muelas; más de cuarenta euros para ir los dos con el auto en un
viaje de veinte minutos. Es más, desde la orilla se podía ver el puerto de
llegada.
Desembarcamos en Helsingor, ciudad
danesa con un nombre casi idéntico. Es un lugar pequeño con tal son 50.000
habitantes pero muy pintoresco que tiene como principal atracción turística un
castillo conocido como el castillo de Kronbog. En este pequeño lugar tiene
marco la famosa obra de Shakespeare, Hamlet.
Nuestra intención original era
quedarnos ahí una noche y visitar el castillo. Cambiamos de opinión porque
estaba lloviendo (para variar) y eso afectaría el paseo. Preferimos continuar
unos cuarenta minutos más de viaje y pasar la noche directamente en Copenhague.
Nos instalamos en el camping pero
como el día estaba muy feo y era bastante tarde, nos quedamos ahí el resto de
la jornada. Recorrimos un poco los alrededores hasta encontrar un supermercado
para abastecernos con víveres.
Al día siguiente nos levantamos
tempranito con el sol radiante y el cielo despejado. Desayunamos rápido para
salir cuanto antes a conocer esta nueva ciudad para lo que nos tomamos el
ómnibus. Esta vez no fuimos caminando por estar bastante más lejos del centro.
Comenzamos nuestra caminata en un
lugar denominado “Tivoli” en donde hay varias actividades artísticas o
culturales, justo en frente a la estación central. El mapa que nos habían
facilitado en el camping tenía un camino sugerido desde ahí para hacer a pie y
aceptamos la propuesta. Además, coincidía bastante con lo que nos habíamos
marcado según lo más popular para los turistas.
Atravesamos la peatonal en donde
hay montones de comercios y un par de plazas muy bonitas. Las calles son en
varios lugares de adoquines lo que le da un aspecto colonial encantador.
Pasamos primero por una de las conocidas fuentes, llamada “caritas” en donde
había dos tipos aparentemente borrachos, bañándose en su agua en calzoncillo.
No hacía calor, al menos para nosotros porque la gente local anda de short y
remera porque es su verano, pero estas personas, seguramente turistas, estaban
locos haciendo eso.
Continuamos a través de la plaza con la fuente de la
cigüeña en donde estaban haciendo una “obra teatral” muy rara con ropa blanca
pintada de varios colores y gente semidesnuda. Aquí vimos a otra mujer, pero
esta vez parte de la obra, metiéndose al agua de la fuente con un bebe en
brazos casi totalmente desnuda. Vaya uno a saber cuál era la trama en
desarrollo.
Nosotros seguimos de largo por los
lugares sugeridos y pasamos junto a algunas iglesias y edificios enormes.
Llegamos así hasta la zona más linda de la ciudad (a nuestro criterio) en donde
pasa un canal rodeado de casas coloridas, puentes y barcos. Un lugar hermoso y
repleto de gente. Muy disfrutable lugar.
Pasamos junto al local destinado a
los Récords Guiness al cual decidimos entrar para chusemar. Hicimos un
recorrido que duró cerca de una hora y media en donde te muestran de manera muy
interactiva, varios de los récords más importantes. Incluso se puede desafiar
un par de ellos y lo intentamos pero sin suerte. Eso estuvo muy divertido y por
supuesto que ampliamente interesante.
La principal atracción turística
de la ciudad, vaya uno a saber por qué, es una sirena de bronce llamada “Den
lille Havfrue” la cual fue encomendada a un escultor hace más de un siglo por
un hombre (obviamente de mucho dinero) que quedó fascinado con una obra de
ballet que se exhibía en aquel entonces sobre en un cuento de hadas sobre las
sirenas. Se le pidió a la protagonista de esa obra que posara para la escultura
pero ella se negó porque debía hacerlo desnuda. El escultor utilizó entonces a
su esposa como modelo y la cara de la bailarina.
Caminamos hasta esta bailarina que
no es realmente impresionante por su tamaño ni diseño pero que dado que es el
ícono de la ciudad, debíamos ver. Nos hicimos lugar entre la multitud para
sacarnos la fotito correspondiente y regresamos a la caminata. Abandonamos la
ruta sugerida y fuimos directo a la peatonal en busca de algo para almorzar.
Poco después se largó a llover, muy oportuno con nuestra parada técnica.
Esperamos allí hasta que amainara antes de volver a salir. Para todo esto ya
eran casi las cinco de la tarde y los negocios estaban empezando a cerrar,
suponemos que porque era domingo.
Volvimos a la estación central en
donde tomamos el mismo ómnibus para regresar sobre nuestros pasos al camping.
Así podríamos descansar para volver a viajar unas cuantas horas al día
siguiente rumbo a la capital alemana, Berlín.
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