jueves, 30 de agosto de 2012

Días 136 y 137 – Copenhague


Unas cuatro horas separaban nuestros puntos de partida y llegada, las ciudades de Gotemburgo y Copenhague respectivamente. Nuestra ruta sería por el cruce más al norte de la capital danesa, así que nuestro destino provisorio era Helsingbor. No ingresamos en la ciudad, sino que pasamos en forma adyacente por la carretera hasta el puerto donde tomaríamos el ferry. Para no ser la excepción en estos países, nos arrancaron las muelas; más de cuarenta euros para ir los dos con el auto en un viaje de veinte minutos. Es más, desde la orilla se podía ver el puerto de llegada.

Desembarcamos en Helsingor, ciudad danesa con un nombre casi idéntico. Es un lugar pequeño con tal son 50.000 habitantes pero muy pintoresco que tiene como principal atracción turística un castillo conocido como el castillo de Kronbog. En este pequeño lugar tiene marco la famosa obra de Shakespeare, Hamlet.
Nuestra intención original era quedarnos ahí una noche y visitar el castillo. Cambiamos de opinión porque estaba lloviendo (para variar) y eso afectaría el paseo. Preferimos continuar unos cuarenta minutos más de viaje y pasar la noche directamente en Copenhague.

Nos instalamos en el camping pero como el día estaba muy feo y era bastante tarde, nos quedamos ahí el resto de la jornada. Recorrimos un poco los alrededores hasta encontrar un supermercado para abastecernos con víveres.

Al día siguiente nos levantamos tempranito con el sol radiante y el cielo despejado. Desayunamos rápido para salir cuanto antes a conocer esta nueva ciudad para lo que nos tomamos el ómnibus. Esta vez no fuimos caminando por estar bastante más lejos del centro.

Comenzamos nuestra caminata en un lugar denominado “Tivoli” en donde hay varias actividades artísticas o culturales, justo en frente a la estación central. El mapa que nos habían facilitado en el camping tenía un camino sugerido desde ahí para hacer a pie y aceptamos la propuesta. Además, coincidía bastante con lo que nos habíamos marcado según lo más popular para los turistas.

Atravesamos la peatonal en donde hay montones de comercios y un par de plazas muy bonitas. Las calles son en varios lugares de adoquines lo que le da un aspecto colonial encantador. Pasamos primero por una de las conocidas fuentes, llamada “caritas” en donde había dos tipos aparentemente borrachos, bañándose en su agua en calzoncillo. No hacía calor, al menos para nosotros porque la gente local anda de short y remera porque es su verano, pero estas personas, seguramente turistas, estaban locos haciendo eso. 

Continuamos a través de la plaza con la fuente de la cigüeña en donde estaban haciendo una “obra teatral” muy rara con ropa blanca pintada de varios colores y gente semidesnuda. Aquí vimos a otra mujer, pero esta vez parte de la obra, metiéndose al agua de la fuente con un bebe en brazos casi totalmente desnuda. Vaya uno a saber cuál era la trama en desarrollo.

Nosotros seguimos de largo por los lugares sugeridos y pasamos junto a algunas iglesias y edificios enormes. Llegamos así hasta la zona más linda de la ciudad (a nuestro criterio) en donde pasa un canal rodeado de casas coloridas, puentes y barcos. Un lugar hermoso y repleto de gente. Muy disfrutable lugar.



Pasamos junto al local destinado a los Récords Guiness al cual decidimos entrar para chusemar. Hicimos un recorrido que duró cerca de una hora y media en donde te muestran de manera muy interactiva, varios de los récords más importantes. Incluso se puede desafiar un par de ellos y lo intentamos pero sin suerte. Eso estuvo muy divertido y por supuesto que ampliamente interesante.

La principal atracción turística de la ciudad, vaya uno a saber por qué, es una sirena de bronce llamada “Den lille Havfrue” la cual fue encomendada a un escultor hace más de un siglo por un hombre (obviamente de mucho dinero) que quedó fascinado con una obra de ballet que se exhibía en aquel entonces sobre en un cuento de hadas sobre las sirenas. Se le pidió a la protagonista de esa obra que posara para la escultura pero ella se negó porque debía hacerlo desnuda. El escultor utilizó entonces a su esposa como modelo y la cara de la bailarina.

Caminamos hasta esta bailarina que no es realmente impresionante por su tamaño ni diseño pero que dado que es el ícono de la ciudad, debíamos ver. Nos hicimos lugar entre la multitud para sacarnos la fotito correspondiente y regresamos a la caminata. Abandonamos la ruta sugerida y fuimos directo a la peatonal en busca de algo para almorzar. Poco después se largó a llover, muy oportuno con nuestra parada técnica. Esperamos allí hasta que amainara antes de volver a salir. Para todo esto ya eran casi las cinco de la tarde y los negocios estaban empezando a cerrar, suponemos que porque era domingo.



Volvimos a la estación central en donde tomamos el mismo ómnibus para regresar sobre nuestros pasos al camping. Así podríamos descansar para volver a viajar unas cuantas horas al día siguiente rumbo a la capital alemana, Berlín.

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