Para nuestra alegría, nos
despertamos en el marco de un nuevo día ESPANTOSO. Lluvia, niebla y frío, bien
completito. Estamos ubicados a menos de cinco kilómetros del lugar de interés,
por lo que eso no era problema. Consultamos el pronóstico del tiempo y decía
como que iba a despejarse para la tarde. Había que ser muy optimista para
creerle, pero no nos quedaba otra opción. Arreglamos en el camping para
quedarnos una noche más y esperar a ver como se desarrollaba el día.
Aprovechamos ese tiempo para
dormir hasta tarde, lavar ropa y usar el internet gratis. Al mediodía dejó de
llover y aprovechamos para prepararnos unos fideos y quedar a la espera. Parecía
que la suerte podía estar de nuestro lado cuando el viento comenzó a correr la
neblina y vimos unas vetas de celeste en el horizonte. Dejamos todo y nos
fuimos hacia la montaña.
Prekistolen o “El púlpito” es uno
de los fiordos más conocidos del país. Se caracteriza por su forma, una gran
piedra chata ubicada en un monstruoso acantilado con una vista impresionante.
Para llegar hasta se requiere aproximadamente unas dos horas de caminata por la
montaña.
Algo que ya hemos aprendido hace
mucho, “nada es gratis en la vida” y mucho menos en Europa. Para comenzar el
recorrido tuvimos que dejar el auto en un estacionamiento en el que nos
cobraron y bastante. Al menos estaba seguro y junto con él todas nuestras
cosas. Partimos preparados para el calor, el frío y la lluvia porque no
sabíamos con qué nos íbamos a encontrar.
El camino fue bastante más
exigente de lo que esperábamos. Como había llovido, las zonas en donde no había
rocas estaban cubiertas de barro y el resto eran piedras mojadas y resbaladizas.
Ascendimos con cuidado cuando todavía seguía estando nublado y con neblina.
Estaba claro que si las condiciones se mantenían, la visibilidad iba a ser casi
nula y por lo tanto nuestro esfuerzo en vano. De todos modos, estaba lleno de
turistas ilusionados de todas las edades, otra cosa notoria. Si bien el camino
no es fácil, tiene muchas rocas, lugares muy empinados y exigentes, vimos
niños, jóvenes y ancianos, subiendo cada uno a su ritmo pero completando la
tarea. Nunca pueden faltar los atletas o intentos de ello que suben corriendo y
los que llevan niños de meses o apenas un año a upa o en brazos, haciendo un
gran esfuerzo y asumiendo un enorme riesgo.
Cuando llevábamos casi una hora de
caminata, empezamos a ver los primeros paisajes y el pronóstico meteorológico
parecía estarse cumpliendo. El sol asomaba de a ratitos entre las nubes y se
estaba despejando el cielo. Eso nos dio el ánimo necesario para seguir con más
ganas todavía.
Llegamos hasta una zona despejada
en donde había mucha gente que se dividía en dos caminos diferentes. Como no
sabíamos cuál era el nuestro, elegimos uno, y caminamos por él hasta
encontrarnos con unas chicas que descendían por el mismo. Tras preguntarles nos
explicaron que por ahí se llegaba a un mirador todavía más alto desde donde se
podía ver el púlpito y que para ellas era mejor. Tomamos su consejo y seguimos
hasta el punto más alto.
Al llegar el tiempo mejoraba cada
vez más y nos encontramos con una vista IMPACTANTE y un lugar soñado. Cansados
pero satisfechos, nos sentamos un poco para contemplar lo que teníamos frente a
nuestros ojos. Una vez más, el mundo nos dejaba boquiabiertos con una belleza
natural gigantesca.
Para no quedarnos con las ganas,
luego bajamos hasta la célebre piedra por la que habíamos ido hasta ahí para
ver directamente hacia abajo por el precipicio. La altura era escandalosa pero
magnífica. Nos acostamos para acercarnos bien contra el borde y sin disfrutar.
Permanecimos allí un largo rato mientras el día se componía cada vez más con un
oportunismo asombroso.
Emprendimos la vuelta más que
conformes y la completamos en una hora y veinte en un camino menos mojado y más
seguro. Regresamos al camping para bañarnos, cenar y descansar el resto del
día. Al final de cuentas, había resultado ser muy productivo y memorable.
Seguramente lo recordaremos siempre como uno de los mejores del viaje.
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