Con el mismo espíritu del día
anterior, nos levantamos temprano, acomodamos las cosas en el cuarto y salimos
del hostal con el mapa en la mano. La idea era recorrer algunas de las cosas
que nos habían quedado pendientes, siempre priorizando entre nuestras opciones.
Londres es una ciudad hermosa y muy grande a la que no alcanza sólo dos días
para conocerla por completo.
Compramos nuestro desayuno en un
super cercano y comenzamos cruzando el gigante pero majestuoso Hyde Park de
norte a sur a través de la “Broad way” que es la calle ancha que pasa entre el
“Kensington Palace” y un lago bastante grande. Nos encontramos una vez más con
muchísimos corredores, otras personas que salen a caminar, algunas con sus
perros y muchos otros en bicicleta. El lugar se presta para eso, muy arbolado,
con lindo paisaje y aire oxigenado. El camino desemboca en el “Albert Memorial”
y el “Royal Albert Hall” en donde nos faltó un guía que nos explicara la
historia atrás de estos edificios, pero bueno. Igual estaban lindos.
Volvimos a cruzar el parque pero
esta vez en diagonal, desde el suroeste hasta el noreste por encima del río en
donde está la fuente en memoria de la Princesa Diana. Ahí vimos los restos
todavía colocados de la competición olímpica del triatlón. En uno de los
extremos del parque se encuentra un predio enorme armado por la organización
olímpica de Londres con otra pantalla gigante para ver los juegos. Fuimos hasta
la entrada pero había muchísima gente y todavía no había comenzado la
transmisión. Igualmente nuestra intención no era sentarnos a ver los juegos,
así que seguimos de largo.
Dedicamos este día nublado y
bastante fresco en el que volvimos oficialmente al pantalón largo, la campera y
los championes con medias, una extensa caminata por dos de las principales
calles comerciales de la ciudad, Oxford street y Regent street hasta la zona
conocida como “Piccadilly circus”. Nos detuvimos en varios comercios para
comprar regalos y recuerdos. Hubiéramos comprado muchísimo más si no fuera por
los costos, porque todo era muy lindo.
Encontramos varios teatros y un
par de comercios interesantes como “Ripley’s believe it or not” y una casa de
los confites “M y M” de tres pisos en donde vendían DE TODO con la figura de
los conocidos dulces de chocolate. A media tarde y bastante cansados, tomamos
el metro hasta el hotel para poder organizar nuestras cosas con tiempo, ir al
lavadero y salir en busca de wifi.
Por la noche terminaremos nuestra
visita en la capital inglesa como no podía ser de otra manera, en uno de los
tantos bares típicos en donde ellos se juntan a tomar cerveza casi todas las
tardes. No lo hago por el alcohol, solamente es con fines periodísticos y para
adentrarme de llenos en la cultura local, je.
Quedará para otra ocasión la
visita al Estadio de Wimbledon, alguno de los estadios de fútbol que se
encuentran aquí como por ejemplo el del Chelsea, los museos de Sherlock Holmes
y Shakespeare y algunos otros monumentos a los que no pudimos entrar por estar
siempre corriendo contra el reloj. De todas maneras, cumplió ampliamente las
expectativas y consideramos que pudimos ver casi todo lo más importante para el
poco tiempo con el que contábamos. Ya al día siguiente tendríamos que partir
para un nuevo destino, una nueva capital europea: Paris.
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