Comenzamos el día con la intención
de aprovecharlo al máximo. Después de todo, era nuestra última oportunidad para
conocer la ciudad. Al salir de la carpa vimos que estaba soleado y hacía
bastante calor. Tal vez, nuestra suerte había cambiado.
Desayunamos antes de salir y luego
tomamos el tranvía hacia la estación central. Habíamos reservado un tour por la
ciudad el día anterior que comenzaba allí, por lo que nos quedaba
espectacularmente bien.
Comenzamos la visita por la ciudad
guiados por un joven español radicado aquí hace cinco años. Desde ahí partimos
caminando hasta la plaza “Dam”, el lugar que da inicio a esta capital europea.
Aquí comenzaron a construir el nuevo territorio, sobre un montón de barro y
agua. Es que toda la ciudad está bajo el nivel del mar, construida sobre
terreno robado del agua. Esto hace que abunden los canales y los puentes.
Una de las principales vías de
entrada a la ciudad, es la estación central a donde llegan trenes de varios
lados y donde pasan todos los tranvías. En frente a ella entonces, se encuentra
la Iglesia de San Nicolás, ubicada justamente ahí para que sea lo primero que
vean las personas que arriban a Amsterdam. Nos contaba el guía que esto lo
hicieron como una forma de pedir perdón a todos los católicos del mundo, ya que
dicha religión estuvo prohibida y fue duramente perseguida durante casi dos
siglos, cosa de la cual se arrepienten enormemente.
Nuestra segunda parada fue en una
de las zonas que más gente atrae, el barrio rojo. Aquí es donde se concentra
todo lo relacionado al sexo y la prostitución. Hay varias vidrieras en donde se
exhiben mujeres prácticamente desnudas, cabinas en donde pagando se puede ver
gente teniendo sexo en vivo, cines, teatros en donde también hay sexo en vivo y
muchos sex shops.
Lo más extraño es que en medio de
todo este revuelo, hay una Iglesia, la más antigua de la ciudad. Construida a
lo largo de trescientos años, llama la atención porque combina diferentes tipos
de estilos y materiales, algo para nada atractivo. Se puede ver claramente como
en una misma cara de la Iglesia hay una parte hecha en piedra y otra en
ladrillo. Hoy en día igualmente ya no funciona como tal, sino que se usa para
conciertos y como atracción turística.
Pasamos por el barrio chino, algo
que nunca falta en las principales ciudades del mundo; ¡los chinos se están
apoderando del mundo! Un lugar muy típico y en todas partes igual, en donde nos
llamó la atención encontrar restaurantes de comida argentina. Y así mismo se
promocionan, je. Desde ahí caminamos al barrio judío, en donde se habían
instalado durante la época de la segunda guerra mundial, casi obligados por los
nazis. Lo hicieron así de modo que pudieran controlarlos y cuando fuera
necesario matarlos, sin que los holandeses se enteraran de esas barbaridades.
Continuamos hasta la calle en
donde se encuentran el museo de la marihuana, la galería de la marihuana y, créanlo
o no, la universidad de la marihuana en donde se enseñan y exhiben cosas
relacionadas a esta planta. Nos contaba que en verdad esta droga considerada
como “blanda” por el Estado junto con el alcohol y el tabaco, solo puede
consumirse en los coffee shops que se encuentran en la ciudad, en donde a su
vez no puede haber más de una cantidad determinada y se puede vender tantos
gramos por persona. Nada de eso se cumple demasiado. Es que los holandeses no
consumen esta droga ni les llama la atención; simplemente la mantienen en estas
condiciones porque les es muy redituable para el turismo ya que montones de
personas vienen aquí cada año, a lo que se considera la “disneylandia” del
país. Muchos turistas se acercan a Amsterdam para hacer las cosas que en sus
países no pueden.
Caminamos por la zona conocida
como “Jordaan” que significa jardín y es uno de los lugares más bonitos para
recorrer. Vimos la casa más antigua, el museo de historia y la plaza del mercado
de literatura. Todo extremadamente interesante. Tanto como el hecho de que
muchas de las casas estén torcidas, algunas hacia los costados por movimientos
del suelo o errores de construcciones, y otras hacia adelante, A PROPÓSITO,
para subir muebles o cosas mediante un sistema de poleas hasta los pisos de
arriba o el ático. Esto se debe a que esta ciudad portuario siempre fue muy
importante para el comercio europeo y dado que está bajo el nivel del mar, no
podían mantener la comida en la planta baja. Para evitar la humedad y
protegerla, debían subirla a los pisos más altos. Como eran muchas cosas o
demasiado pesadas, idearon esta manera de hacerlo. El hecho de que las
inclinaran hacia adelante, es simplemente para no destruir la fachada al subir los bultos.
Finalmente, terminamos el tour en
frente al edificio donde Anne Frank permaneció encerrada los dos últimos años
de su vida y escribió el ahora famoso diario, hasta que fue encontrada junto a
su familia y murió. Muy interesante lugar pero al que hay que hacer una hora y
media de cola para entrar.
Al terminar el tour guiado,
hicimos un corte para almorzar y seguimos recorriendo por nuestra cuenta. Llegamos
así hasta la “Museum square” en donde está el enorme cartel que dice “I
Amsterdam” haciendo el juego de palabras en inglés para decir “Yo soy Amsterdam”.
Esta ciudad es conocida
gastronómicamente por tres cosas, el strudel de manzana, las papas fritas y los
panqueques gigantes. No probamos ninguna de las tres cosas, así como tampoco
los porros o los brownies con marihuana porque no es algo que nos llame
demasiado la atención. La idea era ver el ambiente y conocer lo máximo posible,
como hacemos siempre.
Ya en el camping, cenamos una rica
sopa hecha por nosotros para así culminar nuestra estadía en la particular
ciudad holandesa, que según nos contaban, es una burbuja dentro de lo que es el
país, y algo por lo que no les gusta ser catalogados.
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