martes, 14 de agosto de 2012

Día 125 – Amsterdam


Comenzamos el día con la intención de aprovecharlo al máximo. Después de todo, era nuestra última oportunidad para conocer la ciudad. Al salir de la carpa vimos que estaba soleado y hacía bastante calor. Tal vez, nuestra suerte había cambiado.

Desayunamos antes de salir y luego tomamos el tranvía hacia la estación central. Habíamos reservado un tour por la ciudad el día anterior que comenzaba allí, por lo que nos quedaba espectacularmente bien.

Comenzamos la visita por la ciudad guiados por un joven español radicado aquí hace cinco años. Desde ahí partimos caminando hasta la plaza “Dam”, el lugar que da inicio a esta capital europea. Aquí comenzaron a construir el nuevo territorio, sobre un montón de barro y agua. Es que toda la ciudad está bajo el nivel del mar, construida sobre terreno robado del agua. Esto hace que abunden los canales y los puentes.

Una de las principales vías de entrada a la ciudad, es la estación central a donde llegan trenes de varios lados y donde pasan todos los tranvías. En frente a ella entonces, se encuentra la Iglesia de San Nicolás, ubicada justamente ahí para que sea lo primero que vean las personas que arriban a Amsterdam. Nos contaba el guía que esto lo hicieron como una forma de pedir perdón a todos los católicos del mundo, ya que dicha religión estuvo prohibida y fue duramente perseguida durante casi dos siglos, cosa de la cual se arrepienten enormemente.

Nuestra segunda parada fue en una de las zonas que más gente atrae, el barrio rojo. Aquí es donde se concentra todo lo relacionado al sexo y la prostitución. Hay varias vidrieras en donde se exhiben mujeres prácticamente desnudas, cabinas en donde pagando se puede ver gente teniendo sexo en vivo, cines, teatros en donde también hay sexo en vivo y muchos sex shops.

Lo más extraño es que en medio de todo este revuelo, hay una Iglesia, la más antigua de la ciudad. Construida a lo largo de trescientos años, llama la atención porque combina diferentes tipos de estilos y materiales, algo para nada atractivo. Se puede ver claramente como en una misma cara de la Iglesia hay una parte hecha en piedra y otra en ladrillo. Hoy en día igualmente ya no funciona como tal, sino que se usa para conciertos y como atracción turística.

Pasamos por el barrio chino, algo que nunca falta en las principales ciudades del mundo; ¡los chinos se están apoderando del mundo! Un lugar muy típico y en todas partes igual, en donde nos llamó la atención encontrar restaurantes de comida argentina. Y así mismo se promocionan, je. Desde ahí caminamos al barrio judío, en donde se habían instalado durante la época de la segunda guerra mundial, casi obligados por los nazis. Lo hicieron así de modo que pudieran controlarlos y cuando fuera necesario matarlos, sin que los holandeses se enteraran de esas barbaridades.

Continuamos hasta la calle en donde se encuentran el museo de la marihuana, la galería de la marihuana y, créanlo o no, la universidad de la marihuana en donde se enseñan y exhiben cosas relacionadas a esta planta. Nos contaba que en verdad esta droga considerada como “blanda” por el Estado junto con el alcohol y el tabaco, solo puede consumirse en los coffee shops que se encuentran en la ciudad, en donde a su vez no puede haber más de una cantidad determinada y se puede vender tantos gramos por persona. Nada de eso se cumple demasiado. Es que los holandeses no consumen esta droga ni les llama la atención; simplemente la mantienen en estas condiciones porque les es muy redituable para el turismo ya que montones de personas vienen aquí cada año, a lo que se considera la “disneylandia” del país. Muchos turistas se acercan a Amsterdam para hacer las cosas que en sus países no pueden.

Caminamos por la zona conocida como “Jordaan” que significa jardín y es uno de los lugares más bonitos para recorrer. Vimos la casa más antigua, el museo de historia y la plaza del mercado de literatura. Todo extremadamente interesante. Tanto como el hecho de que muchas de las casas estén torcidas, algunas hacia los costados por movimientos del suelo o errores de construcciones, y otras hacia adelante, A PROPÓSITO, para subir muebles o cosas mediante un sistema de poleas hasta los pisos de arriba o el ático. Esto se debe a que esta ciudad portuario siempre fue muy importante para el comercio europeo y dado que está bajo el nivel del mar, no podían mantener la comida en la planta baja. Para evitar la humedad y protegerla, debían subirla a los pisos más altos. Como eran muchas cosas o demasiado pesadas, idearon esta manera de hacerlo. El hecho de que las inclinaran hacia adelante, es simplemente para no destruir la fachada  al subir los bultos.

Finalmente, terminamos el tour en frente al edificio donde Anne Frank permaneció encerrada los dos últimos años de su vida y escribió el ahora famoso diario, hasta que fue encontrada junto a su familia y murió. Muy interesante lugar pero al que hay que hacer una hora y media de cola para entrar.

Al terminar el tour guiado, hicimos un corte para almorzar y seguimos recorriendo por nuestra cuenta. Llegamos así hasta la “Museum square” en donde está el enorme cartel que dice “I Amsterdam” haciendo el juego de palabras en inglés para decir “Yo soy Amsterdam”.

Esta ciudad es conocida gastronómicamente por tres cosas, el strudel de manzana, las papas fritas y los panqueques gigantes. No probamos ninguna de las tres cosas, así como tampoco los porros o los brownies con marihuana porque no es algo que nos llame demasiado la atención. La idea era ver el ambiente y conocer lo máximo posible, como hacemos siempre.

Ya en el camping, cenamos una rica sopa hecha por nosotros para así culminar nuestra estadía en la particular ciudad holandesa, que según nos contaban, es una burbuja dentro de lo que es el país, y algo por lo que no les gusta ser catalogados.

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