Nos despertamos sabiendo que iba a
ser un día especial, diferente. En este día comenzaría una etapa totalmente
diferente de lo hecho hasta ahora, ya que comenzaría nuestra aventura en auto
por las carreteras europeas.
Verificamos la dirección de la
agencia, la ruta que debíamos tomar en el metro para llegar hasta allí y
salimos del hotel. Demoramos un rato largo porque debíamos cruzar casi toda la
ciudad, pero no había alternativa. Yo estaba más nervioso que ansioso; no por
manejar el auto en sí, sino que porque no hubiera problemas con la reserva y
con la forma en que íbamos a tener que resolver todo desde ahora. Eso lo
veremos sobre la marcha.
Nos recibieron muy bien en la casa
de Renault en donde nos estaba esperando la Kangoo último modelo 0 km que
habíamos reservado. La adquirimos por modalidad de leasing por lo que es
nuestra durante los próximos cuarenta y cuatro días. Luego Renault hace una
recompra para volver a venderlo y nosotros seguimos nuestro camino. Es algo muy
común por estos lares.
Nos dieron las explicaciones
pertinentes y nos entregaron los papeles y las llaves. Estaba todo pronto para
nuestra partida. Salimos desde el estacionamiento donde se encontraba directo a
una estación de servicio para estar más tranquilos. Ya eso fue toda una
experiencia. Al igual que en Nueva Zelanda, no hay un pistero que te cargue el
combustible, sino que uno lo tiene que hacerlo solo. Probamos al tanteo,
pusimos un poco de gasoil sin saber cuánto faltaba para llenar el tanque y
luego me acerqué a la caja registradora adentro del minimercado para pagar.
Para estrenar el vehículo,
decidimos ir hasta el Palacio de Versalles que está en las afueras de Paris y
que es una visita muy agradable. Nos costó un poco agarrarle la mano al GPS y
eso implicó tomar un par de calles equivocadas y perdernos algunos cruces que
debíamos hacer. El pobre tenía que recalcular el camino para corregir nuestros
errores, pero finalmente llegamos a destino.
El palacio estaba REPLETO de
gente. Hay un estacionamiento para autos con una computadora que controla la
cantidad de vehículos actualmente adentro e impide el acceso de más personas
hasta que no salgan algunos. Tuvimos que esperar un poco pero cuando lo hicimos
conseguimos lugar para parar muy rápido. Dejamos a la brillante Kangoo gris
para que descansara y volvimos a las caminatas.
El Palacio de Versalles es sin
duda la frutilla de la torta en una visita a Paris. Si algo que nos había
gustado de esta ciudad era la arquitectura impresionante y exuberante, el
Palacio es la madre de todos los edificios. Sacamos la entrada que incluye el
ingreso al interior del Palacio y a los jardines de María Antonieta.
El palacio, antigua casa real, es
IMPRESIONANTE desde todo punto de vista. Tiene dos pisos con montones de
salones, uno más lujoso y extravagante que el otro. Los techos decorados con
pinturas hermosas, las paredes cubiertas con mármol u oro, cortinas, alfombras,
muebles y lámparas, todo extremadamente lujoso. Montones de cuadros y
esculturas de batallas famosas y de la familia real o celebridades francesas.
ESPECTACULAR. Hicimos todo el recorrido por ambos pisos y nos encantó todo lo
que vimos.
Al terminar el recorrido, salimos
al patio trasero para recorrer los jardines de María Antonieta. Esto conforma
un predio GIGANTE meticulosamente mantenido, adornado con flores, arbustos,
plantas, fuentes y hasta un lago en forma de cruz llamado el “gran canal”. Muy
agradable.
Volvimos al auto al terminar el
recorrido, salimos de la zona del palacio y marcamos al hotel como destino en
el GPS. Nos marcaba que estábamos a una hora de viaje de distancia. Era ya
media tarde y todavía no habíamos almorzado. Estábamos MUERTOS de hambre.
Hicimos una parada técnica antes de seguir nuestro viaje en el primer lugar que
encontramos: McDonald’s.
La ruta elegida por el GPS, es
seguramente la más corta entre los dos puntos marcados. Eso no implica que sea
la más fácil. Como no sabía por dónde me iba a llevar, no tuve más remedio que
seguir sus indicaciones. Fue así que debuté, obligado, por las calles europeas,
nada menos que en la ciudad de Paris. Pasamos por la pequeña estatua de la
libertad, réplica de la que está en Nueva York, junto a la Torre Eiffel,
atravesamos el centro, la iglesia de Notre Dame una última vez y luego por una
avenida hasta el hotel.
Habíamos preguntado en dónde
podíamos dejar el auto por la noche y en la recepción nos dijeron que si encontrábamos
un lugar en las calles cercanas al hotel, no había problema. Iba a ser casi un
milagro que eso fuera posible, pero nuestra fortuna fue tan inmensa que
logramos estacionarlo justo en frente a la puerta. Es más, lo vemos desde una
de las ventanas del pasillo.
Dedicamos el resto del día a
preparar nuestro itinerario para las próximas jornadas, lugares a visitar,
caminos a recorrer y sitios para alojarnos. Es que ya al día siguiente partiríamos
otra vez rumbo a un nuevo rumbo. Por primera vez en auto, nuestro siguiente destino
sería Bélgica.
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