sábado, 18 de agosto de 2012

Días 126 y 127 – Bremen y mucha lluvia


Por la madrugada, aproximadamente a las cinco de la mañana, comenzó lo que sería nuestra temporada de lluvias. No fue muy agradable despertarse en la carpa con el ruido del agua golpeando el techo y las paredes. Lo único que esperábamos era que no entrara agua por ninguna grieta y se nos inundara nuestro refugio. Por suerte, nos mantuvimos a salvo todo momento.

Nuestra intención era levantarnos temprano y seguir con nuestro viaje, pero la lluvia frustró nuestros planes. No podíamos dejar la carpa y desarmarla bajo agua. Tuvimos que esperar a que parara; lo bueno fue que pudimos dormir un poco más, je.

Intentamos secar como pudimos la carpa cubierta de gotas y gotones de agua para que no quedara con olor a humedad. Aprontamos nuestras cosas y dejamos el camping. Me despedí del chico de la recepción que me había atendido el día anterior, quien al ver mi pasaporte me dijo “¡uruguaaaayo! ¿Tú sos de arquitectura también?” No sé bien de dónde era porque hablaba muy bien varios idiomas, pero estaba muy al tanto de la tradición uruguaya de arquitectura. Le expliqué nuestro sistema y quedó fascinado, al igual que todos quienes se enteran de nuestro viaje. Muy macanudo, nos deseó un buen viaje y nos fuimos.

Bremen está a más de tres horas de viaje desde Amsterdam. Más aún cuando se viaje con lluvia. Hicimos un par de paradas en el camino y llegamos a destino recién a media tarde. Con la experiencia obtenida en Holanda, no quisimos entrar en la ciudad con el auto. Buscamos un camping en las afueras para instalarnos primero. Por suerte estaba despejado, había sol y hasta hacía calor.

Dejamos nuestras cosas en un muy lindo lugar y tomamos el ómnibus que combinaba con un tranvía para ir hasta el centro de la ciudad. No es tan complicado como suena y era mucho más cómodo y barato. Nos bajamos en pleno centro de la pequeña ciudad alemana en donde vaya casualidad, nos encontramos con otra pareja de compañeros del grupo de viaje. Nos quedamos conversando un rato ya que siempre es agradable encontrarse con otros uruguayos.

Visitamos una de las principales atracciones turísticas y símbolo de la ciudad, una pirámide de animales subidos uno sobre el otro, un burro, un perro, otra cosa que no se bien qué es y un gallo. Ellos representan a los músicos de Bremen en un cuento infantil y aparentemente, hay que agarrarle las patas al burro y pedir un deseo.



Recorrimos la plaza con su respectiva Iglesia, la zona del puerto y un hermoso molino en un jardín bastante grande con flores y un lago. Finalmente, cenamos en un restaurante italiano atendido por su dueño, un napolitano un poco antipático pero que sabía lo que hacía en la cocina. Después de eso volvimos al camping, había sido un día muy rendidor.



Cuando llegamos vimos que el lugar en donde nos habíamos instalado, a un costado del parque como para que no nos molestaran, estaba rodeado de carpas. No sabíamos si había alguien en ellas o no, pero casi todos ya estaban durmiendo. La mayoría de las personas eran mayores y ya estaban en sus caravanas.

Pasada la medianoche, aparecieron nuestras vecinas. Unas cuatro chicas, creemos que alemanas pero no estamos seguros porque era indescifrable lo que hablaban, llegaron a los gritos, muy probablemente bastante tomadas. Se metieron en sus carpas que estaban a nuestros costados y se hablaban a los gritos de una a otra y se reían a carcajadas. Se podrán imaginar nuestra alegría. Parecía que nos estuvieran jodiendo. Aunque les gritamos algunas cosas, hicieron caso omiso y siguieron en la de ellas. Luego de un rato pudimos volver a dormirnos.

Nuevamente nos despertó la fuerte lluvia y tuvimos que retrasar la salida del camping. Todo igual, salvo que esta vez llovía más y no se detenía nunca. Nuestra intención era ir hasta Hamburgo para recorrer la ciudad y pasar allí la noche, pero era imposible. El viaje era corto, por lo que llegamos temprano. No paraba de llover, lo que nos iba a complicar mucho para recorrer la ciudad; sobre todo si teníamos que dejar el auto aparcado y movernos a pie. Finalmente decidimos saltearnos la ciudad y adelantar todo lo que pudiéramos del largo viaje que nos esperaba para el día siguiente. Así lo hicimos y conduje durante unas tres horas por el territorio de un nuevo destino, Dinamarca. Otro lugar por el que sólo estaríamos de paso hasta llegar a Noruega.

Le escapamos a la lluvia y el mal tiempo y por un momento logramos ganarle. Cuando paramos para almorzar a mitad de camino estaba bastante despejado y daba la impresión que nuestra suerte había cambiado. Por la tardecita buscamos un camping donde quedarnos y encontramos uno alejado de todo pero ubicado en un lugar muy lindo y tranquilo. Instalamos la carpa y nos acostamos temprano a ver una película.

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