Al igual que el día anterior, no
nos dieron las fuerzas para madrugar. Nos levantamos al mediodía para hacer un
almuerzayuno. Encontramos un supermercado abierto cerquita del hotel y
compramos sanwiches y bebida y nos sentamos a comer en un parque, así como
hacen los parisinos en su hora de descanso del trabajo. Muy bonito.
Para el día teníamos pensado
recorrer una zona totalmente nueva de la ciudad. De este modo, nos tomamos el
metro para viajar al norte, donde se encuentra la Basílica de Sacré Coeur.
Cuando salimos del foso subterráneo hacia la calle nos encontramos con una
vista espectacular en lo alto donde reposa el edificio y con un montón de
turistas caminando en todas direcciones como si fueran un enjambre alborotado
de abejas. ¡Guacala!
Subimos las empinadas escaleras
hasta la cima de la colina en donde está la Basílica y hay una vista panorámica
espectacular de gran parte de la ciudad. El edificio en sí es tan maravilloso
como todos los que hemos visto en Paris, algo que realmente nos encantó. Desde
el punto de vista arquitectónico, es la ciudad más hermosa en la que hemos
estado. Ingresamos para hacer un recorrido y ver un lugar espectacular. Muy
linda y recomendable visita.
Al salir seguimos recorriendo la
zona de Montmartre. Llegamos hasta el cementerio que es muy famoso aunque no sé
bien por qué. No entramos porque no es un lugar que me despierte demasiado
interés, pero si estuvimos en la puerta. Toda esa zona es muy pintoresca, hay
montones de los típicos cafés parisinos y pintores callejeros que te hacen un
rápido retrato con mucha habilidad. Nos quedamos un ratito en uno de esos
típicos restaurantes para tomar un típico café en una de las típicas mesas que
colocan en las veredas. Éramos unos parisinos más, salvo por el hecho de que
nuestro francés es casi inexistente, je.
Siguiendo con nuestro itinerario,
nos desplazamos hacia el sur para llegar a la zona más subida de tono, la
residencia del célebre Moulin Rouge. Está ubicado en una calle en donde abundan
los sex shops y tiendas orientas al erotismo en general. Recorrimos el lugar y
hasta entramos en uno de los comercios para encontrarnos con todo tipo de cosas
bastante extravagantes. Ahí compramos todos los regalos para llevar a nuestras
familias. No, mentira, je.
Ingresamos en la Avenida de la
Ópera que es también muy comercial y bonita. Recorrimos la plaza, el edificio
conocido como “Madeleine” y la plaza de Vendome, todos ellos lugares hermosos.
Tras toda esta caminata, ya estaba
bastante avanzada la tarde y nuestras piernas pedían a gritos por una silla,
pero todavía queríamos hacer una última visita. Dado que se había frustrado
nuestro intento de subir a la Torre Eiffel, quería entrar a la Iglesia de Notre
Dame para disfrutar de la vista desde lo más alto.
Nos dirigimos hacia ahí a través
de los campos Eliseos. Entramos en la feria que habíamos visto ya desde lejos,
una típica feria de juegos como hemos visto en montones de películas, con
grandes osos de peluche como premio en algunos, ipads, nintendo wii, relojes y
cámaras digitales en otros. Obviamente todo está preparado de manera que las
chances de irse con uno de esos premios, sean mínimas. Admiramos de cerca a la
gente que subía a un juego MUY poco atractivo para nosotros, en el que los giraban
MUY rápido y a MUCHA altura por el aire. De los más impactantes que he visto.
Caminamos a orillas del Sena
mientras el sol seguí bajando para poner fin al día, hasta que llegamos por fin
a Notre Dame. Desafortunadamente, ya había cerrado, por lo que una vez más nos
tuvimos que ir con las manos vacías. Buscamos la estación de metro más
conveniente para volver y nos hacia allí fuimos.
Cenamos en un supermercado que
encontramos camino al hotel y luego volvimos a la habitación. Así pusimos punto
final a una jornada muy rendidora en la que conocimos una parte muy hermosa de
la ciudad, bastante diferente a lo que habíamos visto hasta entonces y que hizo
a Paris un lugar mucho más atractivo.
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