Nos despertamos MUY temprano y en
extremo silencio, hicimos el check-out en el hostal y caminamos hasta la
estación de metro más cercana. Por ese medio fuimos hasta la estación de tren
Saint Pancras desde donde salía nuestro tren mañanero rumbo a Paris. Habíamos
comprado los boletos hacía muchos meses, menos mal, porque los precios actuales
eran desorbitantes.
El tren era muy cómodo, con
comedor y todo. Salimos a las 7:49 desde Londres y tras dos horas y media de
viaje llegamos a la “Gard du nord” en Paris. Desde ahí nuevamente teníamos que
tomar el metro y luego caminar para llegar al hotel. Nos costó un poco
encontrarlo sin tener un mapa, pero un hombre que nos vio algo perdidos se acercó
para ayudarnos. Arribamos a un nuevo hotel muy bonito en el que después de
tanto tiempo volveríamos a dormir solos, sin compañeros de cuarto.
Tras todo esto recién era poco más
del mediodía, por lo que preferimos aprovechar a recorrer. En la recepción nos
dieron un mapa con los principales destinos turísticos. No sabíamos en ese
momento todo lo que íbamos a caminar esa tarde, así que salimos con muchas
ganas, je.
Nuestra primera parada fue el
monumento de la Bastilla. Dado que la zona parecía muy comercial, aprovechamos
para buscar nuestro almuerzo. Comer en un restaurante implica gastar más de lo
que queremos. Los platos varían desde los diez euros en promedio más bebida por
persona, así que no es una opción. Por el otro lado, ya estamos hartos de McDonald’s,
lo que nos dificultaba la tarea. Finalmente y casi de casualidad, nos dimos
cuenta que en algunos supermercados venden comida para microondas y al costado
de las cajas hay algunos de estos aparatos mágicos con mesas y bancos para que
uno se siente a comer. Fascinados ante la posibilidad, compramos dos porciones
de pasta y disfrutamos de un exquisito almuerzo BARATO.
Continuamos nuestro camino hacia
la Iglesia de Notre Dam. En el camino cruzamos el famoso río Sena a través de
un puente muy cercano desde hay una vista espectacular de la iglesia, pero que
además se caracteriza por estar repleto de candados colocados por la gente con
sus nombres o nombres de parejas. Como no queríamos ser menos y con la excusa
de dejar una parte de nosotros en Paris para volver algún día a buscarla,
colocamos un candadito con nuestros nombres y la fecha. Es nuestro símbolo de
unión y amor, je.
En cuanto a Notre Dam en sí, es
realmente impresionante. Estaba lleno de turistas de todas partes del mundo,
tanto adentro como en los alrededores lo que no era muy atractivo, pero la
Iglesia es de una arquitectura espectacular. No entramos porque suponíamos que
el precio era elevado y además porque todavía había mucho por recorrer, pero
nos alcanzó con verla desde afuera para dejarnos una gran impresión. Me trajo
recuerdos de mi niñez y la película de Disney con el jorobado tirando de la
cuerda y haciendo sonar la campana. Muy bonita.
Unas cuantas cuadras hacia el
oeste y sobre la orilla del Sena, está el museo del Louvre. Llegamos hasta el
enorme predio donde está ubicado y en cuanto lo vi nuevamente me invadieron un
montón de recuerdos; montones de líneas de aquel libro de Dan Brown que tanto
me gusto llamado “El Código Da Vinci”, las escenas de las películas, montones
de otras películas o documentales, todos estaban materializándose delante de
mis ojos. Caminamos hasta la pirámide de vidrio en el centro a la cual veía
maravillado. Ya no podíamos entrar porque era muy tarde, así que seguimos caminando
por los jardines que lo rodean que son hermosos.
Los mismos derivan en la avenida
de los campos Eliseos, la cual recorrimos durante largo rato entre montones de
tiendas de ropa y restaurantes. En ella vimos una gran tienda de Louis Vuitton
que tenía cinco pisos y había cola de gente afuera esperando para entrar. ¡De
locos! Llegamos así al gigantesco Arco
del Triunfo, otro monumento mundialmente reconocido que quería conocer y ahí
estaba, a pocos metros de mí. Es monstruosamente grande y muy bonito. Ya para
ese entonces estábamos MUY cansados de tanto caminar pero estando tan cerca de
la frutilla de la torta, sentíamos que no nos podíamos rendir y debíamos hacer
un último esfuerzo. Así seguimos caminando por la avenida Kleber hasta el
predio de la Torre Eiffel.
Ya hacía rato que la veíamos
asomando a lo lejos por entre los edificios y parecía que nunca llegábamos
hasta ella. Cuando finalmente lo hicimos, entrando al lugar por la parte
posterior en donde se encuentra la “ciudad de la arquitectura” que son dos
muros enormes semicirculares, volvió el sentimiento mezcla entre asombro y
desconcierto por estar frente a otro monumento de tamaña importancia mundial. ¡La
famosa torre!
Es ENORME, una impactante
conjunción de hierro, majestuosa. Lamentablemente, nuestra energía se había
extinguido hacía rato por lo que permanecimos viéndola a la distancia. Ya era
tarde y estaba por oscurecer por lo que preferimos volver al hotel. Volvimos al
maravilloso sistema de metro que comunica rápidamente a toda la ciudad y nos
bajamos a solo un par de cuadras de distancia. En el camino encontramos una
pizzería llamada “Arlecchino” y aprovechamos a llevar con nosotros la cena.
Comimos en la habitación del hotel, satisfechos por lo hecho en el día pero
extenuados. Al fin y al cabo todavía
teníamos tres días más para seguir conociendo y disfrutando.
Conmovedor!!! Mil gracias por compartir ! y que romanticoooo!!
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