miércoles, 8 de agosto de 2012

Día 118 – Llegada a Paris


Nos despertamos MUY temprano y en extremo silencio, hicimos el check-out en el hostal y caminamos hasta la estación de metro más cercana. Por ese medio fuimos hasta la estación de tren Saint Pancras desde donde salía nuestro tren mañanero rumbo a Paris. Habíamos comprado los boletos hacía muchos meses, menos mal, porque los precios actuales eran desorbitantes.

El tren era muy cómodo, con comedor y todo. Salimos a las 7:49 desde Londres y tras dos horas y media de viaje llegamos a la “Gard du nord” en Paris. Desde ahí nuevamente teníamos que tomar el metro y luego caminar para llegar al hotel. Nos costó un poco encontrarlo sin tener un mapa, pero un hombre que nos vio algo perdidos se acercó para ayudarnos. Arribamos a un nuevo hotel muy bonito en el que después de tanto tiempo volveríamos a dormir solos, sin compañeros de cuarto.

Tras todo esto recién era poco más del mediodía, por lo que preferimos aprovechar a recorrer. En la recepción nos dieron un mapa con los principales destinos turísticos. No sabíamos en ese momento todo lo que íbamos a caminar esa tarde, así que salimos con muchas ganas, je.

Nuestra primera parada fue el monumento de la Bastilla. Dado que la zona parecía muy comercial, aprovechamos para buscar nuestro almuerzo. Comer en un restaurante implica gastar más de lo que queremos. Los platos varían desde los diez euros en promedio más bebida por persona, así que no es una opción. Por el otro lado, ya estamos hartos de McDonald’s, lo que nos dificultaba la tarea. Finalmente y casi de casualidad, nos dimos cuenta que en algunos supermercados venden comida para microondas y al costado de las cajas hay algunos de estos aparatos mágicos con mesas y bancos para que uno se siente a comer. Fascinados ante la posibilidad, compramos dos porciones de pasta y disfrutamos de un exquisito almuerzo BARATO.

Continuamos nuestro camino hacia la Iglesia de Notre Dam. En el camino cruzamos el famoso río Sena a través de un puente muy cercano desde hay una vista espectacular de la iglesia, pero que además se caracteriza por estar repleto de candados colocados por la gente con sus nombres o nombres de parejas. Como no queríamos ser menos y con la excusa de dejar una parte de nosotros en Paris para volver algún día a buscarla, colocamos un candadito con nuestros nombres y la fecha. Es nuestro símbolo de unión y amor, je.



En cuanto a Notre Dam en sí, es realmente impresionante. Estaba lleno de turistas de todas partes del mundo, tanto adentro como en los alrededores lo que no era muy atractivo, pero la Iglesia es de una arquitectura espectacular. No entramos porque suponíamos que el precio era elevado y además porque todavía había mucho por recorrer, pero nos alcanzó con verla desde afuera para dejarnos una gran impresión. Me trajo recuerdos de mi niñez y la película de Disney con el jorobado tirando de la cuerda y haciendo sonar la campana. Muy bonita.



Unas cuantas cuadras hacia el oeste y sobre la orilla del Sena, está el museo del Louvre. Llegamos hasta el enorme predio donde está ubicado y en cuanto lo vi nuevamente me invadieron un montón de recuerdos; montones de líneas de aquel libro de Dan Brown que tanto me gusto llamado “El Código Da Vinci”, las escenas de las películas, montones de otras películas o documentales, todos estaban materializándose delante de mis ojos. Caminamos hasta la pirámide de vidrio en el centro a la cual veía maravillado. Ya no podíamos entrar porque era muy tarde, así que seguimos caminando por los jardines que lo rodean que son hermosos.

Los mismos derivan en la avenida de los campos Eliseos, la cual recorrimos durante largo rato entre montones de tiendas de ropa y restaurantes. En ella vimos una gran tienda de Louis Vuitton que tenía cinco pisos y había cola de gente afuera esperando para entrar. ¡De locos!  Llegamos así al gigantesco Arco del Triunfo, otro monumento mundialmente reconocido que quería conocer y ahí estaba, a pocos metros de mí. Es monstruosamente grande y muy bonito. Ya para ese entonces estábamos MUY cansados de tanto caminar pero estando tan cerca de la frutilla de la torta, sentíamos que no nos podíamos rendir y debíamos hacer un último esfuerzo. Así seguimos caminando por la avenida Kleber hasta el predio de la Torre Eiffel.

Ya hacía rato que la veíamos asomando a lo lejos por entre los edificios y parecía que nunca llegábamos hasta ella. Cuando finalmente lo hicimos, entrando al lugar por la parte posterior en donde se encuentra la “ciudad de la arquitectura” que son dos muros enormes semicirculares, volvió el sentimiento mezcla entre asombro y desconcierto por estar frente a otro monumento de tamaña importancia mundial. ¡La famosa torre!

Es ENORME, una impactante conjunción de hierro, majestuosa. Lamentablemente, nuestra energía se había extinguido hacía rato por lo que permanecimos viéndola a la distancia. Ya era tarde y estaba por oscurecer por lo que preferimos volver al hotel. Volvimos al maravilloso sistema de metro que comunica rápidamente a toda la ciudad y nos bajamos a solo un par de cuadras de distancia. En el camino encontramos una pizzería llamada “Arlecchino” y aprovechamos a llevar con nosotros la cena. Comimos en la habitación del hotel, satisfechos por lo hecho en el día pero extenuados. Al  fin y al cabo todavía teníamos tres días más para seguir conociendo y disfrutando.

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