El día anterior habíamos comprado
algunas cositas como para hacernos nosotros el desayuno; entre ellas, waffles
belgas, originales, la tercera cosa famosa del país junto a la cerveza y el
chocolate. Ahora puedo contarles que son buenos pero tampoco eran la gran cosa.
Al menos lo que nosotros comimos.
Luego de aprontar todo comenzamos
nuestro viaje hacia la capital holandesa. El viaje era de 250 kilómetros más o
menos, pero nuevamente se extendió por el tráfico. Se hizo bastante pesado y cansador.
No serviría para ganarme la vida como conductor.
Llegamos a nuestro destino ya
pasado el mediodía y nos metimos de lleno con el auto en el centro de la
ciudad. ¿Qué iba a saber yo que es HORRIBLE manejar ahí dentro?
Resulta que Amsterdam es una pequeña
ciudad con 750.000 personas. No hay muchos espacios para estacionar, por lo que
los pocos que hay son tarifados. Tuvimos que dar montones de vueltas para poder
encontrar uno y cuando lo hicimos y nos dispusimos a pagar porque yo ya no
quería seguir manejando, no podíamos pagar por no tener tarjeta. ¡UN ASCO!
En la ciudad circulan al mismo
tiempo autos, tranvías, motos, bicicletas y peatones. Las calles son muy
angostas y generalmente hay pequeñas calles para los autos porque la línea
central es por donde pasa el tranvía que obviamente tiene preferencia. En las
veredas hay una vía especial para las bicicletas que ABUNDAN; hay más de un
millón y medio de bicicletas, en promedio son más o menos dos por persona.
¿¡Para qué!? Las motos van a veces por
la vía del auto y a veces por la de la bicicleta y los peatones se tiran en las
esquinas y en las cebras así, de la nada, sin previo aviso. Por si fuera poco,
hay un semáforo en cada esquina y no están coordinados, por lo que al salir de
uno te agarra el próximo. ¡FUE UNA TORTURA MANEJAR AHÍ!
Cansado y frustrado, terminé
entrando en el estacionamiento de un supermercado en donde nos daban permiso
para permanecer dos horas. Compramos víveres para almorzar y comimos adentro
del auto. No sabíamos qué hacer porque cuando queríamos parar para ver algo,
nunca podíamos. Hicimos sin querer un recorrido por toda la ciudad con vista
desde el vehículo. Al final decidimos marcharnos directamente hasta un camping
y ver desde ahí como volver al centro en otro medio de transporte.
Costó mucho llegar, porque cada
vez que marcaba uno en el GPS, la ruta que me indicaba estaba cortada y eso me
implicaba dar vueltas, cambiar de camino para encontrar otra vía. A título
informativo, Amsterdam no está construida como una cuadrícula al igual que
Montevideo o Maldonado, sino que el plano de calles tiene una forma similar a
las gradas de un anfiteatro romano: semicircular. Eso hace que en algunas
esquinas se crucen tres o cuatro calles y se haga confuso saber para donde hay
que ir.
Cuando al fin logramos llegar a un
camping, nos encontramos con un mundo de carpas apiladas. Había lugarcitos
donde instalarse, pero como no eran sitios numerados, sino que cada uno se
instalaba donde entrara, aquello era un caos. Nos acomodamos como pudimos entre
un par de carpas y un auto para preparar nuestra pequeña casa portátil. No
tuvimos la misma suerte con el auto ya que todos los lugares estaban ocupados y
tuvimos que dejarlo afuera del camping. Eso no estaba bueno, no tanto por la
seguridad, sino que porque cada vez que queríamos algo, teníamos que salir del
camping.
Nos quedamos el resto de la tarde
ahí mismo, no volvimos a la ciudad. El lugar estaba bueno y nos dedicamos a
descansar. Además, claramente no era nuestro día de suerte. Lo terminamos de comprobar
por la noche, por suerte cuando ya estábamos acostados, que para colmo, se
largó a llover.
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