martes, 14 de agosto de 2012

Día 124 – Llegada a Amsterdam


El día anterior habíamos comprado algunas cositas como para hacernos nosotros el desayuno; entre ellas, waffles belgas, originales, la tercera cosa famosa del país junto a la cerveza y el chocolate. Ahora puedo contarles que son buenos pero tampoco eran la gran cosa. Al menos lo que nosotros comimos.

Luego de aprontar todo comenzamos nuestro viaje hacia la capital holandesa. El viaje era de 250 kilómetros más o menos, pero nuevamente se extendió por el tráfico. Se hizo bastante pesado y cansador. No serviría para ganarme la vida como conductor.

Llegamos a nuestro destino ya pasado el mediodía y nos metimos de lleno con el auto en el centro de la ciudad. ¿Qué iba a saber yo que es HORRIBLE manejar ahí dentro?

Resulta que Amsterdam es una pequeña ciudad con 750.000 personas. No hay muchos espacios para estacionar, por lo que los pocos que hay son tarifados. Tuvimos que dar montones de vueltas para poder encontrar uno y cuando lo hicimos y nos dispusimos a pagar porque yo ya no quería seguir manejando, no podíamos pagar por no tener tarjeta. ¡UN ASCO!

En la ciudad circulan al mismo tiempo autos, tranvías, motos, bicicletas y peatones. Las calles son muy angostas y generalmente hay pequeñas calles para los autos porque la línea central es por donde pasa el tranvía que obviamente tiene preferencia. En las veredas hay una vía especial para las bicicletas que ABUNDAN; hay más de un millón y medio de bicicletas, en promedio son más o menos dos por persona. ¿¡Para qué!?  Las motos van a veces por la vía del auto y a veces por la de la bicicleta y los peatones se tiran en las esquinas y en las cebras así, de la nada, sin previo aviso. Por si fuera poco, hay un semáforo en cada esquina y no están coordinados, por lo que al salir de uno te agarra el próximo. ¡FUE UNA TORTURA MANEJAR AHÍ!

Cansado y frustrado, terminé entrando en el estacionamiento de un supermercado en donde nos daban permiso para permanecer dos horas. Compramos víveres para almorzar y comimos adentro del auto. No sabíamos qué hacer porque cuando queríamos parar para ver algo, nunca podíamos. Hicimos sin querer un recorrido por toda la ciudad con vista desde el vehículo. Al final decidimos marcharnos directamente hasta un camping y ver desde ahí como volver al centro en otro medio de transporte.

Costó mucho llegar, porque cada vez que marcaba uno en el GPS, la ruta que me indicaba estaba cortada y eso me implicaba dar vueltas, cambiar de camino para encontrar otra vía. A título informativo, Amsterdam no está construida como una cuadrícula al igual que Montevideo o Maldonado, sino que el plano de calles tiene una forma similar a las gradas de un anfiteatro romano: semicircular. Eso hace que en algunas esquinas se crucen tres o cuatro calles y se haga confuso saber para donde hay que ir.

Cuando al fin logramos llegar a un camping, nos encontramos con un mundo de carpas apiladas. Había lugarcitos donde instalarse, pero como no eran sitios numerados, sino que cada uno se instalaba donde entrara, aquello era un caos. Nos acomodamos como pudimos entre un par de carpas y un auto para preparar nuestra pequeña casa portátil. No tuvimos la misma suerte con el auto ya que todos los lugares estaban ocupados y tuvimos que dejarlo afuera del camping. Eso no estaba bueno, no tanto por la seguridad, sino que porque cada vez que queríamos algo, teníamos que salir del camping.

Nos quedamos el resto de la tarde ahí mismo, no volvimos a la ciudad. El lugar estaba bueno y nos dedicamos a descansar. Además, claramente no era nuestro día de suerte. Lo terminamos de comprobar por la noche, por suerte cuando ya estábamos acostados, que para colmo, se largó a llover.

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