jueves, 2 de agosto de 2012

Día 112 – Demasiado tiempo libre y finalmente Atenas


Me levanté bien temprano para ir a devolver el cuatriciclo en hora. Volví al hotel donde Ro todavía estaba durmiendo y desayunamos juntos. El resto de la mañana fue todo para preparar nuestras cosas y repartir el peso de forma justa que en el vuelo que teníamos que tomar que era de bajo costo, no nos quisieran cobrar exceso. Habíamos arreglado con la dueña del hotel y debíamos dejar la habitación a las once de la mañana pero podíamos dejar ahí las valijas. El vuelo hacia Atenas era recién a las 21:15 por lo que teníamos un largo día por delante, sin un lugar en concreto donde estar y sin vehículo. Por suerte ellos nos llevarían hasta el aeropuerto cuando fueran a buscar a unos nuevos huéspedes a las siete de la tarde. Hasta entonces, debíamos matar el tiempo como fuera.

Nos quedamos un rato en el hotel usando internet hasta que nos aburrimos demasiado y nos fuimos caminando hasta Fira. Hicimos un último paseo por la ciudad a modo de despedida, almorzamos, tomamos un helado artesanal que estaba muy rico mientras mirábamos una vez más la bahía desde lo alto de la isla y finalmente pasamos un largo rato sentados en un banco a la sombra indecisos de qué podíamos hacer.

Decidimos volver al hotel, aunque fuera para ver televisión en el lobby. Caminamos bien despacio para demorar lo máximo posible y al llegar como no encontramos los controles para encenderla, terminamos de ver una película que habíamos empezado la noche anterior. Volvimos a salir para comprar algo de comida para la merienda, volvimos y todavía faltaba un largo rato. ¡QUE EMBOLE! Volvimos a internet y con eso nos quedamos hasta que por fin el dueño del hotel nos preguntó si estábamos prontos para irnos. “¡SI!” le dije tal vez con demasiado entusiasmo, cargamos las valijas y nos fuimos.

Teníamos dos horas más de espera en el aeropuerto. Hicimos el check-in, despachamos las valijas y nos sentamos a esperar. Llegamos a Atenas tras un vuelo MUY costo de apenas media hora y corrimos con las valijas dentro del aeropuerto para no perder el ómnibus que nos llevaría hasta la zona antigua de la ciudad. Teníamos reserva en un hostal ubicado muy cerca de la antigua acrópolis donde se encuentra entre otras cosas, el Partenón. Así podríamos movernos fácilmente caminando en distancias cortas.

El viaje fue como de cuarenta minutos. Al llegar a la última parada tomamos un taxi y así llegamos a destino. Si bien teníamos reservada una habitación para cuatro personas con baño privado, nos dieron una para dos personas sin baño. Igual no nos quejamos porque al menos estábamos solos, pero la verdad que era bien parecida a una celda de prisión o tal vez un loquero. Totalmente pintada de blanco, larga y sin muebles con una cama en cada extremo.

Se terminaron los tiempos de hoteles cuatro o cinco estrellas con todos los lujos y desayuno buffet. Volvimos a nuestra realidad, a los hoteles con cuartos compartidos y baños sucios y olorosos. Nos dimos un baño para refrescarnos y directo a dormir para redondear un día nada productivo y cansador como pocos. Al día siguiente tendríamos mucho por recorrer.

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