miércoles, 16 de mayo de 2012

Día 31 – Museo de los guerreros y Caballos de Terra-Cota


Una vez más fue el teléfono el que rompió el silencio para despertarnos a las seis de la mañana. Tras un nuevo desayuno bufet con jugo de naranja, café con leche, tostadas, fruta y alguna cosita más, partimos a la actividad del día que era la visita al Museo de Terra-Cota. Tuvimos que viajar un rato ya que está lejos de nuestro hotel, pero valía la pena ya que era para conocer un lugar considerado la octava maravilla del mundo.



El nombre de Terra-cota significa tierra cocida. Este lugar que hoy en día constituye un museo muy popular en la ciudad de Xi´An en China, no es nada más ni nada menos que una tumba perteneciente al primer emperador de la China unificada, Qin Sh Huang.

Resulta que dicho personaje, quien se autoproclamó emperador tras conquistar todos los reinos que componían lo que hoy es China y formar un solo reino, creía, al igual que todos los chinos, que uno reencarnaba siete veces. Esto, combinado con otra tradición de esta zona como es el feng-shui, derivó en que el emperador quiso prepararse una gran tumba en un predio cercano a las cincuenta hectáreas, ubicado estratégicamente entre una montaña y un lago. Este detalle no menor, unía la tierra con el cielo (según el feng-shui) por lo que era un gran lugar para dejar el cuerpo que pasaría a la siguiente vida.

La tumba estaba acompañada de un ejercito de soldados, caballos y dos carrozas, que también pasarían con él como su defensa personal una vez que muriera. De todos modos, no iban a enterrar gente viva para cumplir con su deseo. En su lugar, utilizó la fuerza y el sudor de cerca de 700.000 personas, muchos de ellos reos o ex convictos, quienes construyeron túneles subterráneos y un ejército hecho de barro y arcilla, representando a una selección de los mejores soldados del país.

Cada uno de dichos combatientes estaba hecho en imitación a un soldado real, por lo que no había dos iguales. Los moldeaban con barro y arcilla, los secaban en hornos enormes a fuego y los equipaban con armas de bronce. El trabajo total del cementerio llevó cerca de 38 años; incluso fue terminado después de que el emperador murió.

Aproximadamente 2000 años después, un grupo de campesinos inició una perforación en un campo buscando agua subterránea y encontraron restos de dichos soldados de barro. Tras cinco años se abrió el museo al público y hasta el día de hoy se siguen realizando excavaciones y encontrando nuevas cosas.
El predio en total tiene tres fosas más la tumba del emperador y su familia. Los soldados sin embargo, tuvieron que ser reconstruidos ya que poco después de la muerte del emperador, un grupo de rebeldes encontraron el cementerio, rompieron y robaron todo lo que encontraron a causa del odio que le tenían.

El lugar es realmente impresionante. La fosa uno que es la más grande, es un predio enorme donde se puede apreciar claramente los túneles subterráneos y los soldados de terra-cota tal como habían sido diseñados y colocados. Las armas fueron robadas por lo que solo se tiene suposiciones de cómo eran y cuántas había. Actualmente hay cerca de 2000 soldados, pero se presume que luego de las siguientes excavaciones, se podrá tener cerca de 6000.

Visitamos también una pequeña fábrica que hay cerca del cementerio, donde algunos artesanos fabrican soldados tal como los de aquella época, y luego son vendidos a los millones de turistas que recibe el lugar como recuerdo. Hay algunos de tamaño real y otros que no son más que adornos de mesa. Es impresionante el detalle con que se realizan los trabajos, igual que los originales.

La visita llevó gran parte del día, por lo que una vez terminada volvimos al hotel ya que teníamos el resto de la tarde libre. Dado que no habíamos almorzado aunque era ya media tarde, salimos en busca de algo de comida al menos pasable; no la encontramos.

Recorrimos los alrededores del hotel y lo mejor que pudimos conseguir es un paquete de galletas oreo, unas pringles de queso y una sprite. Luego de esa ingesta digna de reyes o emperadores, volvimos a la habitación. Poco rato después sí disfrutamos de una buena cena en el hotel y aprontamos las valijas para un nuevo viaje, esta vez hacia la ciudad de Shanghai, último destino en China.

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