El vuelo a Shanghai tuvo la particularidad de ser nuestro
treceavo viaje en avión en un mes, je. Fue un vuelo sin problemas en el que
intentamos dormir al menos algo para compensar las pocas horas de sueño que
habíamos tenido la noche anterior. Una vez más salimos a las cinco de la
mañana.
La ciudad de Shanghai nos recibió con un día nublado,
lluvioso e incluso un poco frío. Tras hacer los trámites en el aeropuerto y
dejar las valijas en unas camionetas para que las llevaran al hotel, fuimos a
un restaurante llamado “Rep Spot”, tal como estaba programado en el itinerario.
Nos sirvieron un plato de ensalada como entrada, luego una sopa muy rica cuyos
elementos componentes desconozco, y finalmente puerco frito en algo muy similar
a una milanesa sobre una base de arroz y bañado en salsa. Estaba RIQUÍSIMO,
tanto que hasta Ro se comió todo. Sin lugar a dudas, la mejor comida que hemos
tenido desde que entramos en territorio chino, cosa que nos hacía falta.
Con la panza llena y aún bajo la lluvia, nos trasladaron
hasta el Jardín de Yuyuan. Es un lugar muy similar al jardín japonés de
Montevideo, sólo que bastante más grande y con casitas típicas del estilo
chino, con los techos levantados en las puntas y decoradas con dragones y
leones.
Acto seguido, visitamos la rambla de la ciudad, también
conocida como el Malecón. Bordeando uno de los principales ríos de la ciudad y
con una extensión de tres kilómetros, el Malecón es un lugar muy lindo para
caminar y es muy visitado por los turistas tanto internacionales como locales. De todos modos, el tiempo no nos ayudó nada. Desde ahí se
puede apreciar cantidades de edificios enormes y con formas variadas. Sacamos
algunas fotos y recorrimos lo que pudimos con el clima espantoso que tuvimos.
Para rematar la jornada, por la noche hicimos un paseo en
barco por el mismo río, desde donde se puede apreciar todos los edificios que
veíamos por la tarde pero iluminados. Fue lo mejor del día ya que la vista era
espectacular por la cantidad de colores que utilizan para decorarlos,
intentando destacarse en el montón.
Llegamos a un nuevo hotel enorme donde nos asignaron otra
preciosa habitación con una camota de dos plazas, un baño a todo lujo y muchas
comodidades de las cuales no aprovechamos ni el uno por ciento porque no
tenemos casi tiempo libre. Muertos pero contentos, buscamos un McDonalds que
nos salvara en la cena, lavamos a mano algo de ropa y caímos rendidos en las
suaves y cómodas sábanas blancas.
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