La jornada del cuadragésimo sexto
día sólo tenía actividades planificadas para la mañana, pero así y todo fue
bastante cansadora.
Como primera parada en el
itinerario, visitamos el mausoleo de Ho Chi Minh, héroe nacional en Vietnam,
quien dirigió a la población en busca de la independencia. Con una frase muy similar
a “libertad o muerte” tan conocida por los uruguayos, fue él quien dijo en un
discurso muy famoso que los vietnamitas estaban dispuestos a derramar hasta la
última gota de sangre con tal de conseguir su libertad e independencia.
El mausoleo fue construido por los
rusos, aunque actualmente lo mantiene Vietnam. Es un gran edificio con mucha
seguridad, ya que es muy importante para ellos, y dentro reposa el cuerpo de Ho
Chi Minh embalsamado en un ataúd abierto. Hicimos el recorrido por el circuito
que te permite verlo a unos metros de distancia, conservado tal como si
estuviera durmiendo.
Después visitamos lo que fue su
casa, muy sencilla y construida de acuerdo a la arquitectura que usaban ellos
para las casas en las montañas; de madera liviana y sobre varios postes elevada
del suelo para defenderse de los animales salvajes. Él quiso una casa sencilla
y no la casa presidencia utilizada hasta entonces, la cual era enorme y su uso
no tenía sentido. No tuvo descendencia y nunca se casó, porque prefirió dedicar
toda su vida a su patria amada.
Al salir de ese lugar nos llevaron
hasta el templo de literatura. Es un predio bastante grande con cinco
edificaciones donde antaño se tomaban exámenes que otorgaban el título de
doctor en literatura. En uno de ellos se rendían los exámenes, en otro daban
los resultados, en otro los diplomas, en otro dictaban cursos y el último creo
que era para los profesores. Además, hay pilares de piedra donde tallaban los
nombres de quienes obtenían las calificaciones más altas, dejando sus nombres
inmortalizados en el templo. Aquí pudimos ver símbolos del vietnamita antiguo,
lenguaje que era muy similar al chino y posteriormente fue modificado por los
franceses cuando colonizaron el país.
Una vez concluido el recorrido por
dicho lugar, hicimos un paseo en un vehículo típico de aquí llamado “cyclo” que
es una bicicleta con un asiento grande agarrado a la parte anterior al manillar
donde se sienta una persona y el conductor lo pasea. Cada uno de nosotros subió
a uno (se podrán imaginar que era una cola larguísima de cyclos circulando por
la calle) e hicimos un tour por la ciudad de unos 40 minutos. Muy disfrutable y
recomendable.
Finalmente, nos llevaron al Lago
Hoan Kiem, donde hay un puente rojo muy turístico que conduce a otro templo que
homenajea a otras personas. Lo más interesante (para mí) de este lugar fue la
leyenda que cuenta que tras terminar y ganar una de las tantas guerras que han
peleado los vietnamitas, un Rey se paseó por el lago donde una tortuga gigante
le sacó su espada, con la que había luchado siempre. El Rey mandó buscar su
espada por todo el lago y nunca pudieron encontrarla, tal como si hubiera
desaparecido mágicamente. Dice entonces la leyenda que esa espada había sido
enviada por los dioses para que la utilizaran en la guerra y ayudarlos, y una
vez concluida la misma la tortuga la capturó para devolverla. Las tortugas son
uno de los cuatro animales sagrados aquí, junto con el ave fénix, el león y el
dragón.
Tras todo esto, recién era el mediodía.
Almorzamos unos espaguetis con salsa carbonara que estaban buenasos y volvimos
al hotel. Teníamos el resto de la tarde libre y ya habíamos recorrido el
mercado y la mayoría de las atracciones principales, por lo que preferimos
descansar y reponer energías.
Por la noche tuvimos una cena buffet
de despedida en un restaurante local, donde había algo así como 150 platos
diferentes. Obviamente, la mayoría eran cosas incomibles, pero dentro de ese
amplio rango de opciones, junté coraje y haciendo fuerza por todos aquellos que
lo pidieron, probé un gusano. Sí, así como leyeron, un gusanito frito. No
estaba rico pero tampoco era un asco. Era raro de consistencia, pero supongo
que será por los órganos que tendrá dentro. También había carne cruda y
caracoles, pero no quise entrar en ese terreno.
Volvimos al hotel una vez más,
preparamos las valijas, y nos acostamos para viajar al día siguiente rumbo a un
nuevo país, Camboya. Terminamos así nuestra estadía en un país al que nunca
pensé que iba a conocer y que la verdad me gustó mucho. Tal vez no tiene
grandes atracciones, pero conocimos gente muy simpática y sin lugar a dudas,
una historia impresionante.
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