Sabiendo que Hong Kong es un buen
punto para hacer compras electrónicas y teniendo como referencia las experiencias
de muchos de los compañeros que aprovecharon para llevarse nuevas cámaras de
fotos, computadoras u otros, salimos a recorrer en busca de un capricho que me
estaba comiendo la cabeza: el iPad.
Ya había investigado bastante al
respecto, porque tenía miedo que nos vendieran chicha por limonada. Nuestro
guía nos recomendó una tienda cerca de la bahía donde supuestamente nos iban a
hacer precio. Si bien caminamos hasta allá, que son una cuantas cuadras, el
resultado fue decepcionante. Solamente sirvió para generar más dudas de las ya
existentes. Volvimos al hotel rato después, luego de preguntar en cuanta tienda
encontramos en el camino. En todas parecía que había algo que no nos estaban diciendo,
así que regresamos con las manos vacías. Cabizbajo, repleto de dudas y
sospechas, y para peor cansado, pero siempre con todo el apoyo de Ro en esto,
ella se quedó a descansar en la habitación y me dijo “andate y no vuelvas si no
es con el coso”, y así fue.
Fui directo hasta la calle de
electrónica hasta que la vi. Ahí estaba, bonita como siempre, redondita e
incompleta, la manzanita de Apple. ¡Encontré el Apple Store de Hong Kong! Entré y minutos después salí con una caja en mis manos y una sonrisa de oreja a oreja
en la cara. Corriendo hasta el hotel a mostrarle a Ro.
Después cambiamos roles y esta
vez yo me quede en la habitación para bañarme y aprontarme, y ella se fue en
busca de algunas pilchas. En modo análogo, volvió al ratito con un short que
tanto había buscado y una remerita. Terminamos los aprontes y bajamos a la
recepción, porque era noche de cena en crucero.
Bien bonitos y arreglados para la
ocasión, subimos a bordo del crucero iluminado en una noche espectacular de
calor y cielo despejado. Nos repartimos entre las mesas para nuestro grupo, y
subimos a la cubierta para ver desde ahí una vez más el show de luces que se
hace todas las noches. Luego volvimos para disfrutar de una gran cena que
terminó siendo ni tan disfrutable ni tan grande.
Una vez más defraudados por los
chefs asiáticos, volví a recordar los chivitos uruguayos, la comida casera y
aquello que era comer algo bien delicioso hasta quedar repleto y no poder
moverse de la silla. Igualmente la pasamos bien y nada podía empañar el día que
había sido de por sí un éxito rotundo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario