Como se podrán imaginar, fue una
noche de escasas horas de sueño. Para peor, la ciudad de Hué está a tres horas
de viaje en ómnibus, que aunque suena como una buena oportunidad para dormir,
no es NADA cómodo. Igual hicimos lo que pudimos.
Esta ciudad es importante porque
era donde vivía la familia real en la época de las dinastías vietnamitas.
Constituía la capital del país antes de que se convirtiera en colonia francesa.
Por esto, tiene varias construcciones antiguas de la época real, a pesar de que
varias de ellas fueron destruidas por los bombardeos americanos en la guerra.
Primero visitamos el mausoleo,
donde se encuentra la tumba del último rey de Vietnam. El lugar fue construido
por él mismo, cerca de diez años antes de fallecer. Es un gran predio con parques y jardines,
donde se encuentra él junto a su familia. Manteniendo el criterio que vimos en
China, todos estos edificios están decorados por mucha simbología representando
poder, el cielo, flores o animales considerados sagrados como el dragón, el
elefante y la tortuga.
Al mediodía fuimos a “disfrutar” de
un almuerzo típico vietnamita. En un restaurante muy lindo al que nos llevaron,
nos sirvieron cerca de 7 platos para compartir que consistían en: sopa de
fideos con camarón y verduras, camarones fritos, churrasquitos de cerdo con
salsa agridulce, fideos flotando en un tuco de carne (picante), arroz blanco
pasado y apelmazado y de postre sandía.
Para bajar la comida, realizamos un
paseo en barco por un río conocido como el río perfumado, cuyo nombre proviene
de que los aldeanos que viven en sus orillas suelen hacer inciensos para
vender, lo que le da un perfume (que nosotros nunca sentimos) a la zona del
río. Además, por dicho río solía pasear el Rey cuando necesitaba relajarse, por
lo que podemos decir que hicimos un paseo real.
Llegamos a una nueva colina donde
había otro templo con su respectiva pagoda, con su conjunto propio de
historias. Ahí vivió un monje muy famoso que enseñaba el budismo a los niños
pequeños hace muchísimos años y se suicidó cuando le prohibieron seguir practicando
y propagando esa religión.
Finalmente visitamos la ciudad
imperial que era el lugar donde vivían los reyes. El lugar es de por sí muy
lindo, aunque gran parte de los edificios fueron destruidos en la guerra. Todo
era construido de acuerdo a protocolos muy estrictos, con puertas exclusivas
para el Rey, otras para el ejército y otras para el resto de los civiles. Hay
edificios para recibir a las visitas, para alojar a las concubinas (que en el
caso del último Rey eran aproximadamente cien) y para alojar a la familia.
El parque era un lugar muy bonito
que nos encantó, pero tuvimos que cortar la visita porque nos interrumpió una
lluvia abundante que nos ensopó. Desde ahí volvimos finalmente al ómnibus para
volver a hacer tres horas de viaje hasta el hotel y descansar.
Nuestro último día en Hoi An estaba
libre de actividades por lo que nos dedicamos a descansar, disfrutar de la
piscina y el calorcito. Volvimos al restaurante de nuestros amigos donde nos
reciben de brazos abiertos y comimos con bebida y postre por 90 pesos cada uno.
¡UN REGALO!
Recargamos las pilas, acumulamos
horas de sueño, ya que estamos MUY por debajo del promedio, y nos preparamos
para un nuevo viaje al día siguiente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario