miércoles, 23 de mayo de 2012

Días 39 y 40 – Llegada a Hoi An, Montaña de mármol y playa


No sé si debería llamar a Hoi An ciudad, pueblo o villa. Este pequeño destino donde permaneceremos cuatro noches es muy conocido porque hay muchas casas de sastrería donde un 99% de las mujeres del grupo y un 40% de los hombres se mandan  hacer vestidos y trajes correspondientemente a medida. Todo esto a relativo bajo precio y de un día para el otro.

El avión aterrizó sin problemas en la ciudad de Danang, para luego ser trasladados en ómnibus hasta Hoi An, donde el grupo se dividió en dos hoteles diferentes de similares características. Como ya era cerca del mediodía cuando terminamos de ubicarnos en nuestra nueva habitación de tamaño disparatado pero no tan moderna como otras, decidimos salir a recorrer el lugar y buscar algo para comer.

Encontramos así un restaurante chiquito pero muy pintoresco con el que nos terminamos encariñando gracias al buen trato y atención brindada por los dueños y comí ¡ñoquis! Grata sorpresa la mía al ver otra pasta en el menú que no fuera espagueti, así que decidí jugármela. Todos los demás me dejaron ser el conejillo de indias y comieron pizza o papas fritas a la espera de ver cómo me caía a mí la comida. ¿No son un amor?

Por la tarde recorrimos el “centro” y el “shopping” o “mercado” de la ciudad que consiste en un par de tiendas estilo feria, una pegada a la otra. No encontramos nada que fuera atractivo o merecedor de ser comprado; reitero, la gracia del lugar son las sastrerías, cosa que no nos interesaba. Todo es muy humilde y sencillo, pero me llamó la atención la cantidad de turistas que vimos; escuchamos alguna que otra voz en francés y algún chileno por ahí. Incluso llegamos hasta el puente japonés, destacado en el mapa turístico, que pasa sobre un río RE sucio y con muy feo olor. Actuó como repelente para que nos fuéramos rápido a probar la gran piscina del hotel. ¡DIVINA!

Al día siguiente, tras el desayuno más flojo hasta ahora, nos llevaron en ómnibus hasta la montaña de mármol. Se llama así porque es una gran cantera de dicho material, pero además funciona como templo budista con altares y estatuas enormes talladas en piedra. El lugar estaba bueno, aunque los ascensos por las escaleras en la montaña eran crueles ya de por sí, sin mencionar el calor AGOBIANTE que nos hostigaba. Creo que en relación, es mucho más lo que ingerimos líquidos que comida en estos países.
Al pie de la montaña nos encontramos con unas vietnamitas comerciantes que nos decían “Uruguay, i love Uruguay. Great football. Come see my marble shop”, alagando nuestro fútbol e invitándonos a sus tiendas de mármol. Ante nuestra negativa nos contestaron “I don´t like Uruguay any more”, ya no nos gusta Uruguay, je. ¡Son unas fantasmas!

A media mañana fuimos a una playa llamada “China Beach” cercana a la ciudad. Era muy espaciosa, con una gran costa, arena clara y fina y agua calentita y transparente, pero no nos asombró mucho. Es que después de filipinas tenemos expectativas muy altas y ya cualquier playa que antes sería paradisíaca, ahora es una playucha más.

Tuvimos que alquilar sillas de playa bajo unas sombrillas porque el sol quemante y ardiente era inaguantable. No queríamos repetir el episodio achicharrador de filipinas que nos costó casi toda la espalda y parte de los brazos. Por suerte en esta oportunidad zafamos.

Al mediodía volvimos al hotel para que comiéramos algo. Volvimos al restaurante del centro que se llama “Lu´ong Gia Pub”, donde ahora sí TODOS, tras ver que sobreviví al menú del día anterior, comieron ñoquis. Yo para no repetir tomé nuevamente el riesgo con una hamburguesa de carne que estaba súper picante y por ende nada rica.

En la tarde continuaba el tour, esta vez a pié por la ciudad. De todos modos, dado que con Ro ya habíamos recorrido todo por nuestra cuenta el día anterior y no había nada muy interesante, preferimos quedarnos en el hotel. Disfrutamos un poco más de la piscina y dormimos una hermosa siesta. Por la noche nos volvimos a reunir con el resto que poco se emocionó con el tour, pero estaban emocionados con los vestidos y/o trajes que se habían encargado.

Ahí nos enteramos que algunos del grupo que se auto nominaron para la comisión eventos estaban armando una fiesta en uno de los salones de nuestro hotel. Nos sumamos entonces a las casi 70 personas de los 120 que somos ahora, y bailamos al ritmo de las cumbianchas uruguayas y tomamos cerveza “tiger”. Estuvo muy divertido, aunque la jodita no se podía extender demasiado porque al día siguiente nos teníamos que levantar a las 5.30 am para irnos a la ciudad de Hué. 

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