No sé si debería llamar a Hoi An
ciudad, pueblo o villa. Este pequeño destino donde permaneceremos cuatro noches
es muy conocido porque hay muchas casas de sastrería donde un 99% de las
mujeres del grupo y un 40% de los hombres se mandan hacer vestidos y trajes correspondientemente
a medida. Todo esto a relativo bajo precio y de un día para el otro.
El avión aterrizó sin problemas en
la ciudad de Danang, para luego ser trasladados en ómnibus hasta Hoi An, donde
el grupo se dividió en dos hoteles diferentes de similares características.
Como ya era cerca del mediodía cuando terminamos de ubicarnos en nuestra nueva
habitación de tamaño disparatado pero no tan moderna como otras, decidimos
salir a recorrer el lugar y buscar algo para comer.
Encontramos así un restaurante
chiquito pero muy pintoresco con el que nos terminamos encariñando gracias al
buen trato y atención brindada por los dueños y comí ¡ñoquis! Grata sorpresa la
mía al ver otra pasta en el menú que no fuera espagueti, así que decidí
jugármela. Todos los demás me dejaron ser el conejillo de indias y comieron
pizza o papas fritas a la espera de ver cómo me caía a mí la comida. ¿No son un
amor?
Por la tarde recorrimos el “centro”
y el “shopping” o “mercado” de la ciudad que consiste en un par de tiendas
estilo feria, una pegada a la otra. No encontramos nada que fuera atractivo o
merecedor de ser comprado; reitero, la gracia del lugar son las sastrerías,
cosa que no nos interesaba. Todo es muy humilde y sencillo, pero me llamó la
atención la cantidad de turistas que vimos; escuchamos alguna que otra voz en francés
y algún chileno por ahí. Incluso llegamos hasta el puente japonés, destacado en
el mapa turístico, que pasa sobre un río RE sucio y con muy feo olor. Actuó
como repelente para que nos fuéramos rápido a probar la gran piscina del hotel.
¡DIVINA!
Al día siguiente, tras el desayuno
más flojo hasta ahora, nos llevaron en ómnibus hasta la montaña de mármol. Se
llama así porque es una gran cantera de dicho material, pero además funciona
como templo budista con altares y estatuas enormes talladas en piedra. El lugar
estaba bueno, aunque los ascensos por las escaleras en la montaña eran crueles
ya de por sí, sin mencionar el calor AGOBIANTE que nos hostigaba. Creo que en
relación, es mucho más lo que ingerimos líquidos que comida en estos países.
Al pie de la montaña nos
encontramos con unas vietnamitas comerciantes que nos decían “Uruguay, i love
Uruguay. Great football. Come see my marble shop”, alagando nuestro fútbol e invitándonos
a sus tiendas de mármol. Ante nuestra negativa nos contestaron “I don´t like
Uruguay any more”, ya no nos gusta Uruguay, je. ¡Son unas fantasmas!
A media mañana fuimos a una playa llamada
“China Beach” cercana a la ciudad. Era muy espaciosa, con una gran costa, arena
clara y fina y agua calentita y transparente, pero no nos asombró mucho. Es que
después de filipinas tenemos expectativas muy altas y ya cualquier playa que
antes sería paradisíaca, ahora es una playucha más.
Tuvimos que alquilar sillas de
playa bajo unas sombrillas porque el sol quemante y ardiente era inaguantable.
No queríamos repetir el episodio achicharrador de filipinas que nos costó casi
toda la espalda y parte de los brazos. Por suerte en esta oportunidad zafamos.
Al mediodía volvimos al hotel para
que comiéramos algo. Volvimos al restaurante del centro que se llama “Lu´ong
Gia Pub”, donde ahora sí TODOS, tras ver que sobreviví al menú del día
anterior, comieron ñoquis. Yo para no repetir tomé nuevamente el riesgo con una
hamburguesa de carne que estaba súper picante y por ende nada rica.
En la tarde continuaba el tour,
esta vez a pié por la ciudad. De todos modos, dado que con Ro ya habíamos
recorrido todo por nuestra cuenta el día anterior y no había nada muy
interesante, preferimos quedarnos en el hotel. Disfrutamos un poco más de la
piscina y dormimos una hermosa siesta. Por la noche nos volvimos a reunir con
el resto que poco se emocionó con el tour, pero estaban emocionados con los
vestidos y/o trajes que se habían encargado.
Ahí nos enteramos que algunos del
grupo que se auto nominaron para la comisión eventos estaban armando una fiesta
en uno de los salones de nuestro hotel. Nos sumamos entonces a las casi 70
personas de los 120 que somos ahora, y bailamos al ritmo de las cumbianchas
uruguayas y tomamos cerveza “tiger”. Estuvo muy divertido, aunque la jodita no
se podía extender demasiado porque al día siguiente nos teníamos que levantar a
las 5.30 am para irnos a la ciudad de Hué.
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