sábado, 26 de mayo de 2012

Día 44 – Barco en Halong


Arrancamos una vez más tempranito y sufrimos un nuevo viaje en ómnibus de casi cuatro horas para llegar hasta Halong. Esta ciudad se caracteriza por tener una bahía espectacular donde se pueden ver formaciones rocosas espectaculares que constituyen una de las siete maravillas naturales del mundo.

Sólo una parte del grupo viajó hasta Halong en esta oportunidad, ya que el resto lo haría después. Además, el grupo que sí viajó se volvió a dividir en dos, quedando nosotros en el más chico y con solamente algunos de nuestros amigos. En este hermoso lugar pasaríamos una noche en barco, haciendo un par de tours y recorriendo el lugar.

El nombre de “Ha Long” significa en vietnamita el dragón aterrizado o el dragón descendido, ya que según cuenta la leyenda, cuando Vietnam fue invadido por los chinos hace muchísimos años, ellos pidieron ayuda al cielo quien mandó a los dragones para auxiliarlos en la batalla y construyeron una muralla de piedras que frenó el avance de los chinos. Después de eso, los dragones no quisieron volver al cielo y se quedaron en la bahía, por lo que se la nombró así.

La bahía en sí, constituye un regalo para los ojos. La vista es tan hermosa e impresionante, que la considero una de las mejores cosas que he visto en este viaje por el mundo hasta ahora, junto con los paisajes de Nueva Zelanda. El barco en donde nos alojamos es muy bonito, y nos alojamos en un camarote decorado con madera, muy acogedor.

Al llegar nos sirvieron un almuerzo típico vietnamita, basado en pescado y mariscos. Pobre Ro, no comió nada, y yo probé todo y lo terminé disfrutando bastante dentro de lo posible. Después pasamos a unos barquitos más chiquitos en los que nos llevaron hasta una de las tantas grutas que hay en la bahía. Nuevamente nos encontramos con un lugar IMPRESIONANTE que consiste en cavernas que se formaron hace miles de años por la erosión del agua y actualmente son uno de los principales puntos turísticos del país. El lugar en sí fue nombrado patrimonio de la humanidad y es un lugar que hay que conocer. Llevamos muchísimas fotos, pero no creo que así y todo se logre apreciar en su totalidad la belleza del lugar.

Más tarde visitamos una playa que se forma en otra de las montañas de la bahía donde subimos al mirador tras ascender por una escalera de 424 escalones (contados por mí) con una vista panorámica espectacular y nos bañamos en el agua, que no era muy linda pero sí refrescante.

Por la noche tuvimos una demostración por parte del chef del barco sobre cómo utilizan tubérculos para hacer flores decorativas que adornan las mesas (cosa que nos asombró a sobremanera) y luego la cena, otra vez en base de pescado y mariscos. El resultado fue idéntico al del almuerzo, salvo porque Ro pudo comer al menos arroz frito.

Para rematar un gran día, nuestro guía para esta ciudad, que no nos había tocado hasta ahora, cuyo nombre es Viet, nos contó muchas anécdotas de su vida. Resulta que Viet, con sus 62 años, estuvo, vivió y sufrió la guerra contra los americanos, en la que no sólo tuvo que luchar con 16 años cuando estaba en el liceo durante un breve tiempo, sino que además le quitó a su hermano mayor, piloto aéreo.
Con lágrimas en los ojos nos mostró como a veces los años no borrar los recuerdos o las heridas de algunas cosas, y aunque afirma que ellos no tienen rencor con los americanos, mostraba señales de que la guerra le traía recuerdos muy perturbadores.

Por suerte para él, poco después de comenzada consiguió una beca para estudiar en Cuba y se fue en tren hasta Moscú y en barco desde allí hasta La Habana donde seis años después se recibió de Ingeniero Agrónomo y volvió a su país natal. Ese viaje en barco en sí fue una locura, ya que pasaron diez de los quince días del trayecto en tormentas impresionantes, por lo que nos contaba que vivían vomitando; algunos de sus amigos hasta preferían morirse antes de seguir así en un viaje que pareció interminable.

Años después, accedió a viajar a Mozambique como enviado del gobierno, sólo por la oportunidad de salir del país y viajar, cosa que en Vietnam hasta entonces no se podía porque aún no se había abierto al mundo exterior. Allí estuvo dos años, soportando amenazas de secuestros a los técnicos por parte de la resistencia local y ganando sólo 100 dólares por mes, dejando además a su hijo de 5 meses en Vietnam con su esposa y enviándoles dinero siempre que podía.

Tras volver se convirtió en profesor de la Universidad donde trabajó hasta que se jubiló a los 55 años de edad y se convirtió en guía después. Increíble escuchar historias de vida así, tan impresionantes, contadas directamente por la persona que las vivió. UN PLACER.

Tras todo eso, retornamos al camarote para descansar y disfrutar de lo que es hasta ahora, nuestra única noche en barco (moderadamente lujoso) en la vida.

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