Arrancamos una vez más tempranito y
sufrimos un nuevo viaje en ómnibus de casi cuatro horas para llegar hasta Halong.
Esta ciudad se caracteriza por tener una bahía espectacular donde se pueden ver
formaciones rocosas espectaculares que constituyen una de las siete maravillas
naturales del mundo.
Sólo una parte del grupo viajó
hasta Halong en esta oportunidad, ya que el resto lo haría después. Además, el
grupo que sí viajó se volvió a dividir en dos, quedando nosotros en el más
chico y con solamente algunos de nuestros amigos. En este hermoso lugar
pasaríamos una noche en barco, haciendo un par de tours y recorriendo el lugar.
El nombre de “Ha Long” significa en
vietnamita el dragón aterrizado o el dragón descendido, ya que según cuenta la
leyenda, cuando Vietnam fue invadido por los chinos hace muchísimos años, ellos
pidieron ayuda al cielo quien mandó a los dragones para auxiliarlos en la
batalla y construyeron una muralla de piedras que frenó el avance de los
chinos. Después de eso, los dragones no quisieron volver al cielo y se quedaron
en la bahía, por lo que se la nombró así.
La bahía en sí, constituye un
regalo para los ojos. La vista es tan hermosa e impresionante, que la considero
una de las mejores cosas que he visto en este viaje por el mundo hasta ahora,
junto con los paisajes de Nueva Zelanda. El barco en donde nos alojamos es muy
bonito, y nos alojamos en un camarote decorado con madera, muy acogedor.
Al llegar nos sirvieron un almuerzo
típico vietnamita, basado en pescado y mariscos. Pobre Ro, no comió nada, y yo
probé todo y lo terminé disfrutando bastante dentro de lo posible. Después
pasamos a unos barquitos más chiquitos en los que nos llevaron hasta una de las
tantas grutas que hay en la bahía. Nuevamente nos encontramos con un lugar
IMPRESIONANTE que consiste en cavernas que se formaron hace miles de años por
la erosión del agua y actualmente son uno de los principales puntos turísticos
del país. El lugar en sí fue nombrado patrimonio de la humanidad y es un lugar
que hay que conocer. Llevamos muchísimas fotos, pero no creo que así y todo se
logre apreciar en su totalidad la belleza del lugar.
Más tarde visitamos una playa que
se forma en otra de las montañas de la bahía donde subimos al mirador tras
ascender por una escalera de 424 escalones (contados por mí) con una vista
panorámica espectacular y nos bañamos en el agua, que no era muy linda pero sí
refrescante.
Por la noche tuvimos una
demostración por parte del chef del barco sobre cómo utilizan tubérculos para
hacer flores decorativas que adornan las mesas (cosa que nos asombró a
sobremanera) y luego la cena, otra vez en base de pescado y mariscos. El
resultado fue idéntico al del almuerzo, salvo porque Ro pudo comer al menos
arroz frito.
Para rematar un gran día, nuestro
guía para esta ciudad, que no nos había tocado hasta ahora, cuyo nombre es
Viet, nos contó muchas anécdotas de su vida. Resulta que Viet, con sus 62 años,
estuvo, vivió y sufrió la guerra contra los americanos, en la que no sólo tuvo
que luchar con 16 años cuando estaba en el liceo durante un breve tiempo, sino
que además le quitó a su hermano mayor, piloto aéreo.
Con lágrimas en los ojos nos mostró
como a veces los años no borrar los recuerdos o las heridas de algunas cosas, y
aunque afirma que ellos no tienen rencor con los americanos, mostraba señales
de que la guerra le traía recuerdos muy perturbadores.
Por suerte para él, poco después de
comenzada consiguió una beca para estudiar en Cuba y se fue en tren hasta Moscú
y en barco desde allí hasta La Habana donde seis años después se recibió de
Ingeniero Agrónomo y volvió a su país natal. Ese viaje en barco en sí fue una
locura, ya que pasaron diez de los quince días del trayecto en tormentas
impresionantes, por lo que nos contaba que vivían vomitando; algunos de sus
amigos hasta preferían morirse antes de seguir así en un viaje que pareció
interminable.
Años después, accedió a viajar a
Mozambique como enviado del gobierno, sólo por la oportunidad de salir del país
y viajar, cosa que en Vietnam hasta entonces no se podía porque aún no se había
abierto al mundo exterior. Allí estuvo dos años, soportando amenazas de
secuestros a los técnicos por parte de la resistencia local y ganando sólo 100
dólares por mes, dejando además a su hijo de 5 meses en Vietnam con su esposa y
enviándoles dinero siempre que podía.
Tras volver se convirtió en
profesor de la Universidad donde trabajó hasta que se jubiló a los 55 años de
edad y se convirtió en guía después. Increíble escuchar historias de vida así,
tan impresionantes, contadas directamente por la persona que las vivió. UN
PLACER.
Tras todo eso, retornamos al
camarote para descansar y disfrutar de lo que es hasta ahora, nuestra única
noche en barco (moderadamente lujoso) en la vida.
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