Me levanté a las 5:25 am (Ro siguió durmiendo como un tronco) con la
ilusión de ver la salida del sol desde el barco, ya que nos habían dicho que es
una vista espectacular. Sin embargo, los excesivos cumulus nimbus me arruinaron
los planes y no me dejaron ver más que un cielo gris y cubierto. Volví a
acostarme y dormí una hora y pico más antes de volverme a levantar para
desayunar.
Siguiendo el itinerario
establecido, desayunamos café con “jugo de naranja” y un bizcocho y partimos
para ver una laguna natural que se forma entre una de las rocas a la cual se
accede en una barcaza a remo por una entrada bastante chica.
La barcaza se movía de lo lindo y
era impulsada por un vietnamita parado en la parte de atrás con dos remos
largos. Así pasamos por la entrada entre las piedras y llegamos a la laguna con
una vista muy bonita aunque a mi gusta, no tan buena como la bahía completa en
sí. Para nuestra sorpresa, pocos minutos después, justo cuando estábamos en el
punto más lejano del tour, se largó a llover…MUCHO.
Bajo la abundante agua el pobre
remero hizo lo que pudo para llevarnos tan rápido como era posible bajo techo,
pero puco impedir que termináramos ENSOPADOS. Desde el pelo hasta la punta de
los pies, incluso con la campera de lluvia y todo, fue como haberse tirado al
mar. Lo más lindo, es que no teníamos más ropa que la puesta y la usada el día
anterior. Llegamos de nuevo al barco para secarnos y volver a vestirnos con lo
que estuviera mejor de lo que teníamos, o lo que es lo mismo, más ropa no tan
mojada o con aroma a no tan limpio, je.
A media mañana nos sirvieron un
“brunch” con comidas varias en las que Ro al fin pudo comer algo, y nos
llevaron en lancha hasta el puerto. Ooootra vez nos agarró el agua, justo
cuando estábamos llegando. Corrimos hasta el ómnibus para acomodarnos y
prepararnos para las cuatro horas de viaje que nos separaban nuevamente de
Hoian.
Llegamos a eso de las 3:00 pm al
mismo hotel en que ya nos habíamos quedado antes de ir a Halong, y al rato nos
juntamos en una barra de varias personas para salir a recorrer la ciudad.
Conocimos el mercado y revolvimos algunas tiendas pero no compramos nada. Nada
interesante, mala calidad, feo olor y ningún precio tentador.
Camino al hotel encontramos un
restaurante muy prometedor que aunque era más caro, estábamos dispuestos a
pagar para que Ro tuviera al menos una comida normal. Disfrutamos de una pizza
riquísima en una mesa rodeada por unas niñas vietnamitas de seis o siete años
MUY molestas que gritaban, se empujaban y corrían por todo el lugar. Acá
también hay padres que ven a sus niños joder y no les dicen nada. ¡Qué lindo!
De ahí al hotel para un poco de lectura y al menos seis horas de sueño.
No hay comentarios:
Publicar un comentario