Dado que el vuelo hacia Camboya
salía ya avanzada la tarde, no fue un día muy productivo. Nos levantamos a eso
de las 8.30 am, que para nosotros es tarde, desayunamos y volvimos a la
habitación para armar las valijas y ordenar el desorden.
Al mediodía hicimos el check out y
poco después tomamos el avión. Nos recibió un hermoso y enorme hotel con gente
muy amable y cálida. Con el poco tiempo que nos quedaba, apenas pudimos ir
hasta la habitación a chusmear las comodidades que nos tocaron esta vez y luego
bajamos a cenar al restaurante del hotel. Tras una rica cena buffet, salimos a
recorrer un poco los alrededores del hotel.
Vaya sorpresa fue encontrar que en
frente, solamente cruzando la calle, teníamos un tremendo supermercado y…una
discoteca. Esa noche decidimos poner a prueba la noche camboyana. No estuvo
nada mal.
El lugar estaba muy bueno, con
muchas luces y rayos láser. La entrada costaba sólo U$S 3 por persona e incluía
una consumición que era una cerveza marca San Miguel de gusta HORRIBLE. Igual
la tomamos, je. La música era algo así como electrónica camboyana…sin palabras.
Un par de veces pasaron algún tema internacional conocido; ¡menos mal!
Al día siguiente volvimos a las
madrugadas, disfrutamos de un desayuno espectacular con medialunas y comenzamos
el tour por la ciudad. El itinerario marcaba la visita a muchos templos. Según
sus nombres, Ta Prohm, Bayon, Baphuon y Pimeanakhas.
No podríamos distinguir bien cuál
es cuál en la fotos de acuerdo a sus nombres, pero como relevante podemos decir
que el más lindo fue uno conocido como templo de los árboles. Su nombre
proviene de que fue encontrado abandonado hace algunos años y dado que está en
una zona con bastante vegetación, empezaron a crecer árboles entre sus paredes
o por encima de ellas, los cuales hoy en días son gigantes. Además, se puede
ver sus raíces enormes bajando por los muros.
Para la gente más cholula, les
cuento que ahí se filmaron varias escenas de una de las películas de Tomb
Raider con Angelina Jolie, je.
En cuanto a Camboya como país y su
historia, poco pude retener del entrevero que nos hizo el guía. A destacar,
este pequeño territorio con forma geográfica de conejo (ellos mismos lo dicen y
es verdad) tiene cerca de 14 millones de habitantes y era antiguamente parte
del territorio conocido como Indochina, formado por Tailandia, Camboya, Laos y
Vietnam.
Hace relativamente poco que es un
país independiente y libre de guerras, ya que durante muchos años estuvo
invadido por Vietnam. Siem Reap no es la capital pero sí el principal destino
turístico, concentrando cerca del 80% de los turistas, que no son nada menos
que 3 millones por año.
Son uno de los principales
exportadores de arroz a nivel mundial, al igual que todos los países de esta
región, por lo que es la base de su comida. Les gusta mucho el fútbol, que es el
tercer deporte nacional después del kickboxing y las bochas, aunque no son muy
buenos. El guía de nosotros conocía bien a la selección charrúa, a Suarez y a
Forlan, nuestros grandes artilleros.
Algo bastante gracioso que refleja
las diferentes condiciones en las que vivimos, es referente al clima. La
temperatura en estos días es de 38 grados, más o menos, llegando a un máximo
para ellos de 41. El registro más bajo de temperatura en el año ronda los 20
grados celcius, que es en sus palabras “muy frío”. Según nos contaba el guía,
en esos días se encierran dentro de sus casas y se abrigan bien. No tienen NI
IDEA de lo que es el frío verdadero, je.
No les gusta el sol. En todos estos
países de Asia que hemos recorrido, observamos que a las personas no les gusta
el sol. Incluso nos han contado que el concepto de belleza que tienen es el de
gente con tez bien blanca, por lo que las mujeres andan por la calle con la
cara tapada, manga larga y a veces hasta guantes. Tan es así que en sus
períodos de vacaciones, si bien algunos van a lugares con playas para
descansar, van poquito a la playa en sí; el resto del tiempo prefieren estar
adentro de la habitación con el aire acondicionado.
La visita terminó al mediodía, así
que volvimos al hotel. Compramos pan, jamón y queso en el supermercado y
cocinamos nosotros el almuerzo. Sí, nos matamos. Después de eso tocó siesta
para reponerse del cansancio de la salida nocturna y por la noche tuvimos otra
cena con el grupo.
Para rematar, la gente más fiestera
organizó una fiesta en el hotel por la noche, para no cortar la racha. Yo no
fui porque no estaba muy bien del estómago pero Ro sí hizo acto de presencia al
menos por un rato.
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