viernes, 28 de septiembre de 2012

Conclusiones, Despedida, Agradecimientos


Estamos cansados pero muy felices. El viaje fue algo magnífico de principio a fin y no hay dudas de que permanecerá en nuestra memoria para siempre, tantos lugares, tantas personas, tantos nuevos amigos…

Esta historia llega a su fin y no voy a decir que no dio trabajo o que no me tuve que obligar muchas veces a sentarme a escribir, falto de inspiración o cansado, pero lo hacía por la gente que nos siguió en todos estos meses y porque quería tener un recuerdo lo más fresco y detallado posible de esta experiencia que nos tocó vivir, lo visto, lo pensado, lo aprendido y lo sentido.

Fueron 170 DÍAS DE VIAJE, desde aquel frío 12 de abril cuando partimos desde el aeropuerto de Carrasco en Montevideo, llenos de ilusiones y con varios miedos. Parece muy lejano pero lo recuerdo claramente como si hubiera sido ayer. En ellos recorrimos nada más ni nada menos que 30 PAÍSES repartidos en 3 CONTINENTES con situaciones muy diferentes. Poco menos de un mes con cuatro compañeras más, más de dos meses con el grupo y finalmente poquito más de un mes solos con el auto.

Más de 8.600 kilómetros recorrimos con la Renault Kangoo que nos entregaron en París y devolveremos en nuestra despedida en el aeropuerto de Barajas, Madrid. Perdimos la cuenta de la cantidad de hamburguesas de McDonald’s o Sundaes que pasaron por nuestro organismo, salvadores en muchos países donde ninguna comida parecía ser comestible o en otros donde todo era demasiado caro para nuestro presupuesto.

Casi 75 gigabytes de fotos nos llevamos como ayuda memoria para cuando nos sentemos a ver y recordar el camino recorrido o para acompañar este modesto relato de lo acontecido. No quiero ni saber la cifra exacta de dinero gastado pero cada centavo valió la pena. Muchísimos sueños cumplidos, cosas que queríamos ver o conocer y por suerte pudimos hacerlo, con mayor o menor detalle, con más o menos tiempo pero de nada nos quejamos.

Hoy pondremos punto final a esta historia y completaremos la vuelta al mundo. Parece mentira que este momento haya llegado, que este día que se veía tan lejano esté aquí. No estamos tristes por volver, todo lo contrario. Queremos ver a nuestras familias, queremos volver a casa. Además, lo hacemos muy satisfechos, felices y agradecidos con todos los que ayudaron desde el principio para que esto fuera posible, quienes compraron agendas o rifas y hasta promocionaron la venta de alguna otra para que pudiéramos financiarnos un par de días más. Gracias a todos los que siempre nos dieron fuerzas y aliento, quienes nos siguieron con atención y hasta disfrutaron de nuestros cuentos e imágenes.

 A todos los nuestros, simplemente GRACIAS POR TODO. ¡SUEÑO CUMPLIDO!

Día 170 – Fin del viaje, vuelta a casa


Nos despertó el ruido de la lluvia incesante golpeando en el techo del auto. Estaba anunciado mal tiempo para nuestro retorno lo cual no era tan grave mientras no afectara el vuelo. En nuestro itinerario de la jornada no quedaba más que dejar pasar las horas, preparar todo por última vez, devolver el auto y finalmente tomar el avión, el último viaje que haciendo trasbordo en Santiago, nos llevaría de nuevo a casa.

Si bien habíamos avanzado bastante con los preparativos de las valijas y distribuyendo el peso entre ellas, todavía nos quedaban algunos retoques y la lluvia no nos permitía hacer nada. Lo único bueno era que contábamos con tiempo de sobra para esperar que al menos aflojara algo.

Como podíamos íbamos arreglando todo desde adentro del auto pero el tiempo no mejoraba. Nos aprontamos como pudimos y salteamos el desayuno y el almuerzo porque no teníamos nada para comer y con ese día tampoco podíamos salir a comprar.

Habíamos pedido para quedarnos en el camping hasta eso de las seis, bastante pasada la hora de check-out para no tener que esperar tanto en el aeropuerto. La entrega del auto quedó coordinada para la última hora posible, a las ocho de la noche, restando así solo cuatro horas más hasta el vuelo.

Partimos en primera instancia desde Madrid hacia Santiago en lo que serán la nada despreciable suma de 14 horas aproximadamente, luego debemos esperar para hacer la conexión en Santiago unas 5 horas más para tomar recién ahí el último vuelo hacia Montevideo que dura poco más de dos horas y media.

Es un largo viaje el que nos espera pero lo haremos felices, ya nada importa porque después de tanto tiempo, estaremos volviendo a casa donde nos espera nuestra gente querida.

Día 169 – Madrid


Nos despertamos en un día nublado y frío, amenazante de lluvia y que realmente no daba ganas de nada. Desayunamos en el auto lo que teníamos y dejamos pasar toda la mañana mientras juntábamos fuerzas para volver a las recorridas. Sería nuestro último día de paseo en el viaje y que mejor para despedirnos que otra de las capitales europeas más importantes del mundo, Madrid.

Era pasado el mediodía cuando decidimos dejar el camping y caminamos hasta la parada del ómnibus desde donde debíamos ir hasta una pequeña ciudad llamada “Villaviciosa” y ahí hacer combinación hasta Madrid. No menos de cuarenta minutos de viaje en total, un embole. Llegamos a la estación Príncipe Pío y dimos una gran vuelta a pie que terminaría en el mismo lugar para regresar al camping.

Lo primero que visitamos fue el Palacio Real y la Catedral de Almudena a los cuales no ingresamos pero estuvimos junto a ellos. Esa fue la primera señal de que Madrid nos iba a gustar mucho, porque parecía ser una ciudad muy limpia y con construcciones hermosas y ostentosas. También vimos los jardines del Campo del Moro que son muy lindos, decorados con arbustos que simulan laberintos entre otras cosas.



Continuamos desde ahí hasta el Teatro Real y comimos en un McDonald’s que había a una cuadra frente a una bonita plaza. Ya con la panza llena y fuerzas para seguir adelante, pasamos por la Plaza de la Villa hasta la Plaza Mayor, luego la Puerta del Sol hasta llegar a la Gran Vía, una avenida muy importante en donde hay montones de tiendas y muchísima gente. Caminamos por ella rumbo al Parque del retiro pasando por el Edificio Metrópolis y el Ayuntamiento que es otra construcción hermosa y ENORME en donde había mucha gente sacándose fotos.

Finalmente cruzamos junto a la Puerta de Alcalá e ingresamos en el mencionado parque el cual nos fascinó. Es un lugar hermoso y gigantesco, muy lindo para pasar el rato. Tiene montones de callecitas internas para quienes van a pasear o los turistas como nosotros que nos deleitamos viendo el Monumento de Alfonso XII, el Palacio de Cristal y la Estatua del Ángel caído. Fue el lugar perfecto para despedirnos del viaje, tranquilo, relajante y hermoso.



Repetimos gran parte del camino para regresar cuando ya estaba empezando a apagarse el día. Nos quedaban muchas cosas para ver pero ya no había tiempo ni fuerzas. La intención al menos conocer la ciudad y caminar por sus calles y con eso estábamos más que cumplidos. Tras una hora o más de caminata desde el parque regresamos a la estación para tomar el ómnibus de vuelta.

Una vez en el camping nos partimos la boca con una espectacular sopa, je. Ya no tenemos casi nada para comer, todo fue guardado, comido o tirado para nuestra partida. Nuestra última noche del viaje dormiríamos una vez más en el auto, soñando con la cama que me espera en casa. 

Día 168 – Acercándonos a Madrid


Ya la noche anterior habíamos decidido irnos hacia Madrid para estar con tiempo cerca del punto de entrega del auto, del aeropuerto y poder recorrer algo de la ciudad antes de partir. Si bien nos separaban unos cuatrocientos kilómetros de la capital española, pasamos toda la mañana en el apartamento. No salimos hasta pasado el mediodía luego de despedirnos de todos.

El viaje no se hizo tan largo como esperaba y solo nos detuvimos un par de veces para poner combustible y comprar alguna que otra cosa para comer. El tráfico no fue un problema hasta que nos acercamos a Madrid en donde nos metimos en una telaraña de rutas que daba asco. Con el sol de frente avanzamos lentamente hasta llegar al camping donde nos quedaríamos las últimas dos noches de viaje en una ciudad alejada del centro pero a donde se puede acceder en ómnibus.

El día lo habíamos dado por perdido pero más aún cuando llegamos a destino pasadas las siete de la tarde. Estaba muy frío como para hacer algo por lo que tras una merienda/cena nos metimos en el auto para ver una película. Decidimos dormir ahí mismo porque las cosas de camping ya están prontas para el viaje. Hay olor a regreso, se palpita en cada minuto y tenemos la mente más enfocada en el avión que en pasear. 

Día 167 – Un poquito más de ciudad


Pasamos toda la mañana y parte de la tarde en el mismo tono, disfrutando de la comodidad de un lindo hogar y buena compañía. Luego del almuerzo volvimos a salir con Angelina y su hija más pequeña hasta la zona comercial que está ubicada cerca de su casa que consiste en un pequeño shopping y un par de supermercados grandes en donde sabíamos que había ofertas insólitas.

Comenzamos visitando el shopping a donde ya iba avisado por los chicos de algunos precios MUY tentadores. Entre ellos, el playstation 3, la Xbox 360 o el nintendo wii, no cuestan más que 220 euros; casi regalado si comparamos con los precios en Uruguay. Ahí lo dudé bastante pero logré abstenerme. 

Igualmente, había cámaras de foto Canon muy buenas a 300 euros, computadoras, celulares, televisores y todo tipo de electrodomésticos muchísimo más baratos que en nuestro mercado. Otro detalle a resaltar es que los televisores aquí vienen con un nuevo sistema llamado “TDT” (Televisión digital terrestre) que es señal de cable gratuito y algunos canales hasta en HD. Gracias a esto, comprando una tele uno puede ver varios canales del cable en muy buena calidad sin pagar ni un solo centavo. ¡Oh primer mundo!

La segunda visita fue a una tienda enorme que vende artículos deportivos de todo tipo en donde la ropa estaba a muy buen precio, también los championes, raquetas, paletas, pelotas, etc. A modo de ejemplo, una paleta de ping pong buena se consigue por 2 euros y una raqueta de tenis por 10. Nos contaba Angelina que en muchísimas tiendas de ropa hacen liquidación por temporada y se vende todo a 9 euros. Así uno puede renovar su guardarropa con 150 euros comprando ropa buena y de marca, solo con esperar al momento adecuado.

Volvimos al apartamento y cocinamos entre todos una rica cena con la que redondeamos el día bastante cansados. Un rato más de charla y finalmente a la cama. 

Día 166 – Paseando por Gandía


Nos despertamos tarde, sin apuro y sin planes más que relajarnos, descansar y pasarla bien con nuestros amigos. Ya todos se habían levantado hacía rato para llevar a las niñas a la escuela, hacer mandados, etc.

El resto de la mañana se pasó conversando y aprendiendo más sobre la vida de los uruguayos en España o también sobre la historia de ellos y cómo llegaron hasta esta pequeña ciudad al sur de Valencia. En cierto momento de la mañana fui con Matías, el novio de la amiga de Ro (Angelina) hasta el banco y quedé sorprendido con los precios de los autos. Él me contaba a modo de ejemplo que un Peugeot 207 0 km ronda los 7000 euros en una automotora, pero se consigue por menos si es de segunda mano. Hasta se puede conseguir autos usados más viejos desde 200 o 300 euros pero en general no se ve circulando vehículos anteriores al año 2002. Del mismo modo, un Mercedez Benz o un BMW que son marcas elitistas en Uruguay aquí están a precios normales, desde 10.000 a 15.000 euros, no más que eso. Esta conversación se desencadenó cuando vi un auto a la venta estacionado, grande y muy bien cuidado por 1.450 euros. INCREÍBLE cómo nos matan a impuestos en Uruguay.

El segundo golpe fue en el propio banco cuando encontré un afiche promocionando apartamentos a la venta. Eran varios y todos tenían entre tres o cuatro dormitorios, terraza y varios metros cuadrados, pero con la crisis están tan desvalorizados por la desesperación de la gente de deshacerse de ellos y poder cubrir sus deudas que sus precios van desde los 65.000 euros hasta los 90.000. Me contaba Matías que por la crisis se están vendiendo a la mitad o menos del valor al que estaban hace unos años.

La crisis se ha hecho sentir tremendamente, contándonos ellos que no conocen a nadie en Gandía que no esté endeudado y complicado por la misma. Los bancos están todos en problemas y nadie tiene seguridad sobre su puesto de trabajo. Además, no necesitan razón para despedirte, cualquier día podes presentarte a trabajar y encontrarte con que estas despedido. Es una situación muy complicada para vivir.

Volvimos al apartamento en donde almorzamos hamburguesas con arroz, otro clásico uruguayo que me hizo sentir como en casa. Por la tarde nos fuimos en dos autos a pasear por la zona conocida como “la playa” que sería algo así como la rambla de Gandía.

La playa es un lugar muy lindo, muy tranquilo a donde la gente va a caminar, correr, pasear con sus hijos o amigos. Aparte de su nombre, literalmente tiene una gran playa con arena fina y limpia y según nos contaban el agua es espectacular, cristalina y con buena temperatura. La costa es muy ancha y tiene varias canchas instaladas y cada tantos metros unos puestitos que en verano cubren la arena con sillas y a la luz de las velas se puede ir a tomar algo y escuchar buena música. Eso es furor en temporada alta.

Luego de una larga y muy agradable caminata, nos llevaron a cenar a un restaurante de dueños uruguayos llamado “El tío Mario” que comenzó como una pizzería para llevar y fue creciendo muchísimo gracias a la comunidad de orientales que vivía por esta zona llegando a convertirse en un restaurante bastante más grande. Ahí volví a degustar un chivito uruguayo, pizza como se prepara allá y de postre compartimos milhoja y panqueque con DULCE DE LECHE. ¡Casi se me pianta un lagrimón!

Ya por la noche regresamos al apartamento y tras largas conversaciones uno se da cuenta de qué importante papel jugó en la vida de ellos el hecho de que hubiera tantos uruguayos en la misma ciudad, así como comida bien nuestra como el asado, los chivitos o algunos postres. Es el lugar de todo el mundo, aún estando a muchísimos kilómetros, donde más cerca nos hemos sentido de casa. Ellos influyeron muchísimo en esto porque fueron siempre muy hospitalarios y nos hicieron sentir cómodos desde que cruzamos la puerta.

lunes, 24 de septiembre de 2012

Día 165 – Gandía


Al levantarnos y desarmar la carpa recién logramos dejar todo bastante acomodado. Pagamos el camping y partimos hacia la pequeña ciudad de Gandía, ubicada al sur de Valencia, en donde vive la amiga de Ro junto a su familia. Nunca habíamos escuchando de ese pequeño lugar del cual nos separaban unas cuatro horas de viaje.

La ruta fue casi exclusiva para nosotros, pocos autos nos acompañaron en el trayecto. Lo que no faltó para variar fueron los dolorosos peajes que totalizaron unos cuarenta euros más. Completamos el viaje en tres tramos hasta que finalmente ingresamos en el centro de Gandía y desde ahí directo a la casa donde nos quedaríamos unos días.

Nos recibieron muy bien y nos hicieron sentir cómodos desde el primer instante. Conversamos durante horas sobre el viaje y la vida en este lugar encantador que me supo cautivar. Digo esto porque en esta comunidad sumergida hoy en crisis como el resto del país, supo albergar a más de 3000 uruguayos, algo ideal como para sentirse más cerca de casa.

Hay pizzería uruguaya, lugares para comer chivitos y hasta venden dulce de leche o yerba. El mate no es algo raro o sospechoso y nuestra gente es querida por los españoles, siendo los bolivianos, peruanos, ecuatorianos y demás los que ellos denominan “sudacas”.

Esta pequeña ciudad de menos de cien mil habitantes es también un balneario turístico que duplica su población en verano, cuando es temporada alta, por sus muy buenas playas que dan al mediterráneo.
Nos instalamos en el apartamento en donde ellos viven con sus dos hijas y en donde también se estaban quedando el cuñado de ella con su marido e hijas. Qué lindo fue compartir experiencias y aprender tanto de la vida por estos lares, contado por uruguayos mismos que conocen las realidades y diferencias de ambos países.

De todos modos, la crisis ha afectado muchísimo a esta región en donde encontramos gente revolviendo la basura de los contenedores, muchísimas casas, apartamentos y cocheras a la venta. Casi todos los uruguayos ya se han ido al punto que ahora quedan solo unos 700. No se consigue trabajo por lo que vuelven a su país para al menos estar cerca de los suyos.

Cenamos milanesas con arroz, comida bien nuestra, mientras continuábamos charlando de esto y aquello. Nos acostamos muy tarde, cosa que no estábamos acostumbrados desde hacía ya mucho tiempo. Es que pasamos tan bien que la noche se fue estirando. Al día siguiente recorreríamos algo de este pequeño lugar.

Día 164 – Parque Guell y algo más


Nos despertamos todavía muy cansados y con ganas de seguir durmiendo. Extrañamos la cama con un cómodo colchón y una buena almohada y esto se hace peor porque sabemos que para eso solo faltan unos pocos días. Nos obligamos a levantarnos para que el día rindiera y nos aprontamos para volver a la ciudad.

Utilizamos el mismo sistema que el día anterior para llegar a la plaza y desde allí tomar un bus que nos dejaría en el Parque Guell. Mientras buscábamos la parada paseamos por los puestos de la feria del libro que justo se estaba desarrollando en los alrededores, ojeando las ofertas pero sin encontrar nada interesante.

El Parque Guell es muy popular entre los turistas pero no entendimos bien por qué. Es muy grande y antiguo, creado por Antonio Gaudí, al igual que la casa de forma extraña que habíamos visitado el día anterior, entre los años 1900 y 1914. Su encanto, su particularidad son los diseños caprichosos y la cantidad de colores utilizados para decorarlos.

Hicimos un recorrido bastante completo de la zona en donde los ciudadanos van a relajarse, llevan a los niños a jugar o van a pasear, pero la mayor concentración de gente se encontraba en una gran explanada sostenida por montones de pilares enormes que derivan a la entrada principal del parque con dos casas de diseño divertido y un símbolo del lugar e incluso de la ciudad, la salamandra multicolor.



Tuvimos que esperar y nos llevó varios intentos fallidos para lograr una foto bastante clara de la misma, pero lo logramos. Almorzamos en ese mismo lugar como para cumplir con eso y luego poder seguir paseando. Hay muchos senderos para caminar por todo el predio y seguir subiendo por la colina. Por uno de ellos llegamos hasta una zona muy alta, un pico conocido como las tres cruces desde donde hay una gran vista panorámica de toda la ciudad.

Sin colmar nuestras expectativas, abandonamos el parque para volver hasta plaza Catalunia en donde había un festival de algo y por ende mucha gente. Caminamos por los alrededores una última vez pero regresamos temprano al camping para acomodar nuestras cosas y aprontar las valijas para el viaje en avión camino a casa. Una vez que terminamos aprontamos la cena y nos acostamos para pasar una de las últimas noches durmiendo en carpa. 

Día 163 – El Camp Nou y algo de Barcelona


Partimos temprano hacia la ciudad en el medio de transporte que los catalanes llaman tren pero que es idéntico a lo que en otros países hemos usado como tranvía o incluso por momentos hasta metro. El viaje era de unos veinticinco minutos y nos dejaría en el corazón de Barcelona, la plaza Cataluña.

La gran plaza, adornada con dos fuentes bastante grandes, mucho espacio y pocos elementos naturales, estaba repleta de gente. En una de sus esquinas nos encontramos con “El corte inglés”, una tienda GIGANTESCA de ocho pisos en donde venden de todo, desde libros a ropa, pasando por artículos para el hogar, electrónicos e informáticos. En otra, el restaurante infaltable que parece estar estratégicamente ubicado en todos los sitios de mayor relevancia, McDonalds. El resto se componía de un banco y varias tiendas.

Empezamos averiguando en un centro de información turística cuál era el mejor medio de transporte para ir hasta las dos principales atracciones de la ciudad, El Camp Nou (estadio del Barcelona) y el parque de Guell. Luego decidimos comenzar recorriendo El corte inglés. Obviamente no fue algo muy minucioso porque eso hubiera implicado muchísimo tiempo pero al menos para conocerlo.

Al salir aprovechamos la ubicación céntrica para almorzar antes de continuar. EL siguiente paseo sería otra de las cosas que siempre había querido hacer, visitar un estadio de fútbol europeo. El hecho de que fuera el del Barcelona se remite simplemente a que me simpatiza mucho dicho equipo y es uno de los más grandes del mundo junto con el Club Atlético Peñarol. Me hubiese encantado ir a un partido y ver el estadio repleto de aficionados alentando y disfrutar de un espectáculo increíble, pero la entrada más barata cuesta setenta y cinco euros, precio que no estaba dispuesto a pagar.

De todos modos, se puede hacer la visita a lo que llaman “FCBarcelona Experience” en donde uno recorre el museo del club, la sala de prensa, los vestuarios, el costado de la cancha junto a los bancos de suplentes y finalmente los lugares de la prensa desde donde se transmiten tantos encuentros. Era suficiente para mí y como siempre, Ro me alentó y acompañó para hacerlo.

Llegamos al estadio que está alejado del centro y comenzamos la visita. El museo es muy bueno, se cuenta la historia del club, varias de las camisetas utilizadas a lo largo de la historia y se relucen todas las copas que han obtenido en sus más de cien años de vida, incluso varios de los premios que han sido entregados a sus principales figuras como Messi.

Las instalaciones son UN LUJO. Desde la sala de prensa hasta la cancha, pasando por los vestuarios, los pasillos y hasta las butacas. Hicimos el mismo camino que hacen los jugadores para salir a la cancha en cada partido y admirar, porque no hay otra palabra más adecuada, el espectacular estadio desde el nivel del césped. No me imagino lo que debe ser para ellos salir y ser recibidos por la hinchada, un estadio que es el más grande de Europa y el segundo más grande del mundo y que está colmado en cada partido que el equipo disputa. IMPRESIONANTE.



Al terminar la visita regresamos a la plaza Cataluña. La ciudad es bastante grande y era muy difícil ver todo en una sola tarde, así que nos dividimos los puntos de interés en dos. Caminando desde allí seguimos hacia varias de las atracciones turísticas principales, la casa de Gaudi, famosa por tener un aspecto muy extraño, decorado con pequeños azulejos de colores y formas curvilíneas, otro edificio conocido como “La pradera” y la Basílica de la Sagrada Familia. Esta Iglesia que es lo más visto y el símbolo principal de Barcelona, estaba casi totalmente bajo reconstrucción en el exterior, por lo que no era para nada atractiva. Igual estaba lleno de turistas sacándose fotos.



Desde allí continuamos hasta un edificio enorme con forma de torpedo denominado “Torre Agbar” de treinta y ocho pisos que sobresale por encima de todos los demás y se ve desde muy lejos. Más tarde fue el turno de la Plaza de la ciudadela, un hermoso parque ENORME y hermoso para caminar, correr o incluso relajarse y deleitarse con la vista. Concluyendo el recorrido, pasamos por el Arco del Triunfo que aparentemente tienen todas las principales ciudades europeas y desde allí a la plaza de Cataluña.

Fue un recorrido AGOTADOR pero valió la pena porque la ciudad es muy linda. Desde la plaza regresamos en el tren al camping para cenar y descansar. El resto de la ciudad quedaría para el día siguiente.

viernes, 21 de septiembre de 2012

Destino 30: España


Finalmente llegamos al último país en nuestra vuelta al mundo, finalizando este viaje inolvidable que nos ha llevado por muchísimos lugares increíbles.

Originalmente nuestra estadía en este país iba a ser mucho menor, pero surgió la posibilidad de acomodar nuestro apretado itinerario para ganar algo de tiempo y poder visitar a una gran amiga de Ro que vive hace años en Valencia junto a su familia. 

De este modo, agregamos todo el tiempo posible para repartirlo ahora en tres ciudades, Barcelona, Valencia y finalmente Madrid, en donde devolveremos el auto y volaremos de regreso a casa.

Día 162 – Castillo de Peyrepertuse


¡Nos quedamos dormidos! Eso nos implicó hacer las cosas bastante más apurados que de costumbre pero bueno. Hicimos el check out y si bien la idea era ir directamente hasta Barcelona, cuando investigué sobre qué ver en el sur de Francia, recomendaban algunos de los castillos de los Templarios, edificaciones medievales que permanecen en mayor o menor medida, en pié.

Yo tenía los nombres anotados y casi todos están de camino hacia España, cercanos a la región de Cataluña. No era un completo desvío visitar al menos alguno de ellos. El GPS nos mostró el camino y decidimos tomarlo para ver algo único y característico de la historia del país. De todos los posibles, visitaríamos el castillo de Peyrepertuse, 50 kilómetros al norte de Perpignan.

Si bien la distancia era relativamente corta, implicó bastante más tiempo del que pensaba porque era muy angosto y repleto de curvas cerradas. Era casi como volver a Noruega, salvando la distancia en los paisajes, claro está. Cruzamos por montones de pequeños pueblitos hasta llegar a Perpignan y luego tomar el camino que deriva en varios castillos diferentes. Poco más de una hora de dos horas después de salir del camping, llegamos hasta el estacionamiento ubicado en lo alto de una colina y a los pies del castillo de Peyrepertuse. Pagamos la entrada de estudiantes para recortar gastos y comenzamos la caminata hasta la cima que dura unos quince minutos.

Ubicado en lo alto de una pequeña montaña, el castillo tiene una gran vista panorámica del valle y gran parte de la región. De esta manera, podían controlar el lugar y tomar las medidas necesarias a tiempo en caso de que el enemigo se acercara por cualquiera de los flancos. No está entero, cosa más que lógica por su antigüedad. No tiene techo pero si gran parte de las murallas que lo envolvían y las torres. Hasta encontramos un lugarcito con un agujero en el suelo que creemos es un baño medieval, je.



Recorrimos la parte baja primero y ya la vista era espectacular, pero fue cuando llegamos al punto más alto cuando realmente nos deleitamos con otra vista que nunca olvidaremos. Hasta se podía ver otro de los castillos en el horizonte, el cual suponemos que también tendría lo suyo pero no podíamos dedicarle tiempo. Nos quedamos ahí un rato admirando el escenario y luego volvimos por el mismo camino hasta el auto. Hacía mucho calor y todavía nos quedaba bastante por avanzar.



De pura casualidad, nos encontramos con un supermercado al cruzar de nuevo por Perpignan, en donde compramos nuestro almuerzo y algunas cosas más. Desde el castillo todavía teníamos tres horas más de viaje, todo por culpa del desvío pero que valió la pena. Volvimos a la autopista y sus peajes y así llegamos finalmente a España, el último país en este viaje increíble, volviendo por fin a nuestra lengua materna que tanto se extrañaba. Nos instalamos en un modesto camping en una ciudad llamada "El Masnou" en las afueras de la ciudad. Ya era tarde como para ir a recorrer, así que descansamos el resto de la tarde y por la noche vimos otra película. Al día siguiente tendríamos mucho por ver.

Día 161 – Montpellier


Continuamos avanzando por el sur de Francia, sin un camino muy definido, más que nada con intenciones. Nuestra siguiente parada sería la ciudad de Montepellier, lugar donde en un principio íbamos a devolver el auto pero eso quedó sin efecto con la extensión del contrato. Igualmente la dejamos en el itinerario.

Dejamos la ciudad de Cannes para adentrarnos en las costosas rutas francesas, ya que están plagadas de peajes y de los que duelen. Tras unas tres horas más de viaje llegamos al camping en donde nos estacionamos para esperar porque estaba cerrado. Para matar esa hora perdida, me recosté en el asiento del auto y me quedé dormido. 

Nos instalamos en el modesto lugar y luego de prepararnos algo rápido para comer, caminamos hasta la estación de tranvía más cercana y así ir al centro de la ciudad. Una ciudad pequeña a la que solo destinaríamos una tarde pero con el mismo espíritu de siempre.

Una de las cosas características de este lugar son los propios tranvías. Están pintados con diseños muy coloridos, alegres y altamente atractivos. Bastante diferente del típico blanco o gris de la mayoría. En diez minutos de viaje llegamos hasta el núcleo de la ciudad e hicimos una vuelta por donde nos iba pareciendo ya que no teníamos mapa ni sugerencias para guiarnos.

La ciudad no es tan turística aunque se sentía algún que otro acento ingles entreverado en el montón. Como siempre, encontramos varias plazas con fuentes de lujo y una iglesia bastante grande y antigua. El resto, un centro comercial y varias tiendas dispersas o restaurantes. Nad demasiado espectacular aunque en su defensa, no recorrimos demasiado porque no nos dió el tiempo.

Al rato volvimos hasta la estación del tranvía y luego de vuelta al camping. Como ya estaba oscuro y no teníamos luz para cocinar, Improvisamos una comida sencilla y miramos una película tirados en los asientos del auto. Era tan corta la estadía que ni siquiera armamos la carpa. Así ganaríamos algo de tiempo para salir más temprano a la mañana siguiente.

martes, 18 de septiembre de 2012

Día 160 – Cannes


Sin apuro ni obligaciones, nos despertamos y disfrutamos del placer de poder desayunar cómodamente en la cama. Pasamos la mañana echados con la televisión y el internet y al mediodía nos volvimos a preparar una rica comida.

Por la tarde salimos a conocer una ciudad muy pequeña de la cual no sabíamos mucho, ni siquiera con qué nos íbamos a encontrar. Así, tras unos veinte minutos llegamos al centro y zona principal, donde está el puerto. Ahí mismo, en un gran edificio blanco al que solo pudimos ver de lejos, se organiza el famoso festival de cine.

Caminamos por la rambla rodeando la zona del puerto y sin querer nos encontramos con una hermosa playa que si bien tiene una costa pequeña, el agua es cristalina y tentadora y la arena es fina y limpia como la de punta del este. Nunca pensé encontrarme con algo así por estos lares.



Continuamos por la costa en donde había muchísima gente mayor y hasta demasiadas veteranas haciendo toples, con la piel quemada de tanto sol y extremadamente arrugada. Me mojé los pies para comprobar que el agua estaba fría como sospechaba y luego seguimos el recorrido. Toda la zona está repleta de restaurantes en donde se puede comer pescado y mariscos con una hermosa vista al mediterráneo.

Regresamos y seguimos una calle muy empinada que subía hasta una iglesia en una colina. Desde arriba hay una gran vista panorámica de toda la ciudad y el puerto. Cannes nos estaba sorprendiendo y para bien, siendo mucho más bonita de lo que esperaba. Al bajar recorrimos la zona comercial en donde abundan las tiendas de ropa y poca cosa más.



Avanzamos sin rumbo sin encontrar mucho más. Fue así que un par de horas después dimos por terminado el paseo y comenzamos la retirada al apartamento para hablar a casa, preparar la cena y disfrutar todo lo posible del cómodo lugar. 

Día 159 – Cumple de Ro


Nos despertamos tempranito para comenzar el largo viaje en un día diferente, especial, porque era el vigésimo sexto cumpleaños de Ro. Al igual que como me había pasado a mí, comenzaría el día en un país y lo terminaría en otro, ya que nos despediríamos de Italia para volver a Francia, pero esta vez cruzando por el sur.

El viaje que teníamos por delante iba a ser de unas cuatro horas hasta la ciudad que elegimos para quedarnos, Cannes. No sabíamos bien qué ciudad era mejor  y terminamos eligiendo un lugar conocido a nivel internacional por ser la anfitriona de uno de los festivales de cine más importantes del mundo. No sabíamos ni qué esperar de ella, pero poco importaba.

El camino no se hizo pesado pero vale destacar que nos mataron con los peajes. Yo esperaba uno o dos como máximo y no muy diferentes a los valores que ya habíamos tenido que pagar, pero no fue así. Tuvimos algunos chicos de uno o dos euros y otro al salir de Italia de más de treinta euros, con lo que totalizamos más de setenta euros en peajes en nuestro tour italiano.

Por ser una ocasión especial, reservamos un apartamento pequeño para pasar dos días más cómodos y tranquilos. Allí festejaríamos el cumpleaños. Llegamos pasado el mediodía hasta un pequeño pero muy acogedor lugar en donde nos sentimos como en casa al cruzar la puerta.

La idea era relajarnos y descansar. Caminamos hasta el supermercado más cercano en donde compramos lo necesario para el festejo; ya que teníamos cocina en la habitación, íbamos a prepararnos unos ricos chivitos como los que hacemos en casa. Dejamos la pequeña ciudad para la jornada siguiente y volvimos a nuestro aposento.

Qué lindo era volver a tener una cama con almohadas, televisión y hasta una buena y rápida conexión de internet. Tranquilos preparamos todo y por la noche disfrutamos de una muy rica cena escuchando algo de música que acompañaba. Pasamos muy lindo y si bien la familia y amigos no podían estar físicamente con nosotros, se hicieron sentir mediante montones de mensajes y demostraciones de cariño.

Día 158 – Torre de Pisa


Abandonamos el camping y la ciudad de Roma para volver a viajar hacia el norte a un lugar muy cercano a Florencia, donde ya habíamos estado unos pocos días antes. De todas maneras, tomamos un ruta totalmente diferentes (porque así lo indicó el GPS, no es que nosotros la eligiéramos) pero con una duración muy similar, poco más de tres horas.

Una vez más, teníamos el camping elegido de antemano. Llegamos hasta el lugar donde nos quedaríamos solo una noche porque considerábamos que en esa misma tarde tendríamos tiempo suficiente para recorrer todo Pisa. Tras instalarnos y averiguar, nos dijeron que la torre de Pisa estaba a solo diez minutos de distancia caminando, nada de ómnibus o metro de por medio.

Recorrimos el trayecto indicado y entramos en la pequeña ciudad de Pisa. Llegamos primero hasta un muro y una puerta grande que dan a lo que se conoce como la plaza del milagro, lugar en donde se encuentra la famosa torre pendiente. Ya desde allí la vimos asomarse, hermosa e inclinada, por encima de la gran pared.

Cruzamos la puerta para ver un nuevo mar asqueante de turistas, la GRAN mayoría sacándose la clásica foto que simular estar sujetando uno de los lados de la torre. Miráramos a donde miráramos, había gente parada con las manos en el aire y algún familiar, pareja o amigo dándole indicaciones de cómo colocarse para que la foto quedara bien. Parecían unos payasos y así como ellos, nosotros también lo hicimos, je. Tenemos la típica foto.



Más allá de eso, la torre es espectacular. Mucho más inclinada de lo que yo pensaba, realmente parece que en cualquier momento se va a caer. Caminamos hasta sus pies contemplando esta construcción maravillosa y luego la rodeamos todavía incrédulos de su postura. Se puede subir hasta la cima y había una gran cola de gente esperando. Nosotros no lo hicimos porque eso nos iba a implicar bastante rato parados y preferimos recorrer el resto de la ciudad.

El mapa que nos habían dado en el camping, tenía una sugerencia de recorrido a realizar por la ciudad. Lo seguimos pero la verdad es que hay muy poca cosa aparte de la torre que es sin lugar a dudas la razón por la que tantas personas vienen hasta este rincón de Italia. En el entorno cercano hay muchísimos restaurantes y algunas tiendas de souvenirs, pero a medida que nos íbamos alejando, parecía que estábamos entrando en otra ciudad completamente distinta, sin gente, tranquila y por momentos hasta casi desértica. Tal vez esto se viera incrementado por el hecho de que era domingo, pero aún así llamaba la atención.

Recorrimos la calle más comercial hasta llegar al río que corta la ciudad, una de las vistas más lindas que tiene. Sin edificios ni estructuras modernas, modesta, sencilla y clásica. Llegamos a un pequeño mercado en donde había algunos puestos con artesanías y desde allí hicimos el mismo camino de regreso. No había mucho más para ver, un pequeño parque en donde había niños jugando al fútbol, tal vez futuros integrantes de la azurra, la selección nacional. Nunca se sabe.



Volvimos a acercarnos a la torre para admirarla una vez más sentados en el césped que la rodea. Aprovechamos que estábamos ahí para cenar por última vez una rica pasta italiana en un restaurante local y hacer un festejo anticipado del cumple de Ro que era al día siguiente. Tras esto caminamos de nuevo al camping en donde descansamos para un nuevo viaje al día siguiente. 

domingo, 16 de septiembre de 2012

Días 156 y 157 – Más de Roma


Nuestro tercer día en Roma fue dedicado en su totalidad a la necesaria e importante necesidad de descansar y hacer ABSOLUTAMENTE nada. La razón de esto es que llovió toda la noche y el pronóstico indicaba que seguiría así durante todo el día, mejorando recién al a jornada siguiente. Estamos adelantados en relación al itinerario y en algún lugar debemos utilizar esos días, por lo que decidimos quedarnos una noche más en Roma y pasear con un tiempo acorde a lo que se merece.

Fue casi al mediodía cuando recién paró de llover y aprovechamos para salir de la carpa. Nos encontramos con un cielo cubierto y un suelo mojado. Poco alentador como para hacer algo y cansancio es lo que nos sobra, no sería difícil usar ese tiempo libre en dormir o algo así de productivo.

El poco rato que estuvo sin llover, nos permitió al menos hacernos unos ñoquis con salsa bien ricos. Por la tarde no hicimos mucho, un poco de internet, conversar y comer. Solo salimos hasta el McDonald’s que hay en frente al camping para tomar un helado y al supermercado para comprar alguna que otra cosa más que necesitábamos. Con eso tachamos otro día del calendario.

La mañana siguiente amanecimos con mucho sol y promesas de bastante calor. Mucho mejores condiciones para rematar nuestra visita en la capital italiana y hacer una de nuestras clásicas recorridas a pié de varias horas y kilómetros.

Comenzamos con el norte de la ciudad en donde se encuentra la “Piazza del Popolo”. Ahí nos bajamos del metro y comenzamos la caminata. A continuación de ese enorme lugar con un obelisco en el centro cruzamos el río Tevere por uno de los tantos puentes posibles hasta el Palacio de Justicia y a su lado el Castillo de San Ángelo. Éste último es muy visitado junto con el puente que tiene en frente de mismo nombre. Es famoso porque tiene una conexión que fue secreta, un túnel subterráneo que mandó construir un Papa en época de invasiones para tener una salida de escape de emergencia. Si mal no recuerdo, dicho túnel es mencionado en “Ángeles y Demonios”, el libro de Dan Brown. Luego fue utilizado como prisión pero actualmente no es más que un museo turístico.



Desde allí fuimos a la “Piazza Navona”, otra plaza enorme con sus respectivas fuentes, imagen que se reitera muchísimo en Roma. Todas las fuentes son muy bonitas, hermosamente trabajadas con grandes esculturas esculpidas en piedra o mármol. Ésta no era la excepción. Había también muchísimos pintores vendiendo sus pinturas y restaurantes muy pitucos como para deleitarse con una exquisita pasta italiana.

El siguiente edificio destacado en nuestro camino fue el Panteón. Hoy en día es una basílica muy bonita con grandes pilares en la entrada pero cuya característica principal que lo distingue de todas las que hemos visto hasta ahora, es que el techo tiene un gran cúpula con un agujero enorme en el centro. Ahí no hay vidrio o protección alguna; cuando está soleado funciona como un tragaluz espectacular por donde entra un gran haz de luz que ilumina el interior y lo cuando llueve el agua inunda el piso para luego irse por un montón de agujeros que éste tiene para estas ocasiones. Muy curioso.

De ahí hacia el Templo Adriano, ni lindo ni destacable, el “Palazzo Montecitorio”, otra enorme construcción lujosa con otro obelisco enorme y muy lindo y luego la “Fontana di Trevi”. Esta famosísima fuente que ya habíamos visto el día que visitamos el Coliseo es una atracción muy importante, furor entre los turistas. Es MUY hermosa y detallada y tiene una leyenda urbana que dice que uno debe pararse de espaldas hacia ella y arrojar al agua una moneda con la mano derecha por sobre el hombro izquierdo. De hacerlo, uno volvería a visitar la región. Si se arrojan dos monedas, uno podría encontrar el amor en Roma y tres monedas para casarse en esta ciudad. Estaba asqueantemente REPLETO de gente, muchísimos de ellos chinos como en todos lados, e igualmente lleno de monedas en el agua. Volvimos para poder apreciar su belleza con un día acorde y no corriendo bajo la lluvia.

Caminamos un poco más por la zona hasta derivar en la “Via del Corso”, una calle con muchísimas tiendas de ropa también inundada de gente. Otra asquerosidad. Al menos nos sirvió para volver a deleitarnos con un rico “gelato” italiano antes de continuar. Siguiendo su camino llegamos hasta otra fuente, la “Fontana de la Barcaccia” cuyo nombre proviene de su forma simulando un barco casi hundido en el agua. Está ubicada a los pies de una escalera enorme que lleva hasta otra iglesia en la Piazza Spagna. Subimos (pero por ascensor, je) hasta la cima desde donde hay una vista panorámica de la ciudad y el Vaticano a lo lejos, muy agradable. Además ahí hay un parque GIGANTESCO, el pulmón de la ciudad, en donde se juntan muchos ciudadanos romanos para pasear, descansar y relajarse.

Entre lo más destacado, vimos a un grupo de patinadores que hacían una especia de show gratuito en patines y bmx. Tenían un gran despliegue de conos en la calle que esquivaban a gran velocidad y realizaban todo tipo de maniobras impresionantes. Otro detalle nada menor, es que uno de ellos era un veterano (tipo 60 años) que hacía de todo con los patines y hasta un truco donde tomando carrera agarraba mucha velocidad, se abría de piernas por completo y así se deslizaba por una baja cuerda sujeta por dos conos a unos cuarenta o cincuenta metros de altura, no más. Otro prácticamente bailaba con los patines, giraba en todas direcciones y se movía como si sus piernas fueran de goma, INCREÍBLE.

Caminamos un rato por el parque para finalmente desembocar nuevamente en la misma plaza donde habíamos comenzado a principio del día y hacer el mismo camino de regreso al camping. Con eso terminamos nuestro paseo por una ciudad que es linda pero no nos gustó tanto como otras que hemos visto. Fue la menos “europea”, por decirlo de alguna manera, de las que hemos visto, mucho más parecida a nuestra realidad, con ómnibus colmados de gente a más no poder en las horas pico, contenedores de basura desbordados, gente pidiendo dinero en las calles para comer al igual que vendedores ambulantes.

Con esto abandonamos la capital italiana donde nos quedaron algunas cosas para ver como el lugar donde se cree que la loba encontró a Rómulo y Remo para luego cuidarlos y la famosa cara tallada de piedra que se creía que si uno ponía la mano en su boca y era un mentiroso le cortaba la misma. El tiempo no nos ayudó pero nos vamos conformes. Ahora sí que queda poco, prácticamente nada para el regreso. Los días pasan muy rápido y la ansiedad pesa. Estamos cada vez más cerca de casa y de nuestros seres queridos, pero para ello antes debemos seguir nuestro camino.

viernes, 14 de septiembre de 2012

Día 155 – El Coliseo


Aunque nos despertamos temprano, nos quedamos acostados en la carpa haciendo absolutamente nada. Qué lindo es poder descansar y qué falta nos hace. Había llovido mucho durante la noche y el pronóstico daba lluvia también para el resto del día. Decidimos quedarnos en el camping toda la mañana y salir a recorrer después del mediodía. Además, teníamos algo muy importante que resolver y que ya no podíamos dilatar más.

Originalmente, el contrato que hicimos por el auto tenía estipulado que lo devolveríamos el 22 de septiembre en la ciudad de Montpellier para seguir desde ahí en tren hasta Barcelona y luego Madrid. Cuando empezamos a averiguar los costos de los trenes nos dimos cuenta de que nos era más barato quedarnos con el vehículo hasta el final y pagar los días adicionales más el sobrecosto por entregarlo fuera de Francia que los trenes. Esto no incluye el costo de combustible, pero tampoco el ahorro que vamos a tener por poder seguir quedándonos en camping. Finalmente, la comodidad que nos proporciona movernos a nuestro criterio y necesidad sin depender de nadie. Para esto debíamos llamar a la agencia y avisar de la extensión del contrato y siempre que intentábamos teníamos algún problema. Esta mañana finalmente lo logramos así que nos tenemos “Kangoo” hasta un par de horas antes de tomar el vuelo rumbo a casa.

Con eso ya resuelto y para aprovechar que había dejado de llover, decidimos marcharnos y comer algo por ahí. En la tarde de este día teníamos intenciones de recorrer la zona del Coliseo y algo más dejando el resto para una tercer visita. Hicimos combinación de bus con metro para salir finalmente de la estación y encontrarnos con ese coloso gigante de piedra realmente asombroso.

El Coliseo en Roma era otra de las cosas que más quería conocer en esta etapa por Europa. Algo que siempre me atrajo desde chico y no me podía perder. Estar finalmente frente a él parecía increíble, irreal y es otro sueño cumplido. Hicimos la cola para poder ingresar y así conocimos el interior de este estadio antiguo tan importante y emblemático para la ciudad. Es la imagen de Roma del punto de vista turístico y todo un logro para la época desde el punto de vista arquitectónico. Está bastante deteriorado, cosa entendible por la cantidad de años que tiene, pero eso no le quita valor.



Una vez más, caminar por sus pasillos, por donde hace muchísimos años se encontraban las gradas con hasta cincuenta y cinco mil almas gritando eufóricos, ver la arena donde pelearon montones de gladiadores y se derramó muchísima sangre fue algo increíble. Ahí mismo venían a mi mente las imágenes de la película “Gladiador” con Maximus ingresando a la Arena para combatir, sin nada que perder, y la gente gritando su nombre desde las tribunas. Lo disfruté de principio a fin y cumplió con mis expectativas.

Más tarde recorrimos la zona antigua y otras ruinas que hay en los alrededores pero no mucho más porque la lluvia volvió con fuerza frustrando nuestros planes. Caminamos cubriéndonos con un paraguas durante otro rato para intentar sacarle el jugo a la tarde pero cada vez era más difícil y terminamos regresando al camping.

La ciudad en sí no lograba deleitarnos demasiado pero aún nos quedaba mucho por ver. Esperábamos que al día siguiente la lluvia nos diera tregua al menos un rato para poder completar las visitas y seguir nuestro viaje sin cuentas pendientes.

Día 154 – Llegada a Roma y El Vaticano


Como dice la expresión, “todos los caminos van a Roma” por lo que salimos a la ruta y seguimos cualquier camino esperando el cartel de bienvenida a la capital, je. Mentira, esa opción tal vez hubiera funcionado, pero nosotros nos guiamos siempre por las sugerencias del GPS que nos ayuda y mucho. Nuestro destino era un nuevo camping al cual según los planes, debíamos llegar apenas pasado el mediodía.

Todo salió según lo previsto, paramos solo una vez para volver a cargar combustible que es uno de los gastos más grandes que tenemos y encontramos un nuevo y hermoso peaje, ¡bieeen! El acceso hasta el camping fue muy sencillo y hasta evitamos tenemos que manejar por el centro de la ciudad.

Tras instalar las cosas y dejar todo pronto, todavía era temprano y teníamos fuerzas y ganas suficientes como para aprovechar y ver algo de la ciudad. Justo nos enteramos de que había una camioneta que salía desde el camping hasta el Vaticano y luego nos traía. Dado que la sede mundial del catolicismo era una de las cosas que quería ver, encajaba perfecto en nuestros planes.

El Vaticano es el corazón del catolicismo en el mundo, además de ser la casa del Papa y los Cardenales. Es un territorio independiente aunque está geográficamente ubicado dentro de la ciudad de Roma. No es muy grande pero sí muy visitado, tanto por católicos creyentes que quieren conocer la Basílica de San Pedro o la plaza del mismo nombre, intentar ver al Papa o deleitarse con una de las exhibiciones de arte más importantes del mundo como es la del Museo Vaticano.

¿Dónde encajábamos nosotros en todo esto? No pretendíamos ver el museo ya que nuestro conocimiento sobre arte es casi nulo y consideramos que tuvimos bastante con el Louvre. Me hubiera gustado mucho ver la capilla Sixtina pero más que nada por la pintura de Michelangelo, importante y conocida como es, aquella que dejó su nombre escrito en la historia. No somos católicos practicantes pero sí creyentes, al menos yo. Siempre había querido conocer el Vaticano, estar en la plaza de San Pedro y si era posible entrar en la Basílica.

Para ingresar al Museo Vaticano hay que pagar unos doce euros por persona. El otro problema puede ser la cantidad de gente haciendo cola, pero no era problema en ese día. Después nos enteramos que era porque ya estaban por cerrar, por eso no había mucha gente. Nosotros continuamos hacia la plaza.

La verdad, estando ahí no me pareció tan grande e impactante como cuando se ve por televisión o en imágenes. En su defensa, parte de la fachada está en restauración y eso le quita un poco la belleza. Había bastante gente pero no tanta como esperaba. Reservando con tiempo y pagando la entrada se puede acceder a los jardines también y hasta la cúpula de la Iglesia.

Luego de caminar por la plaza de San Pedro, la cual está hecha en forma totalmente simétrica con un gran obelisco en el centro, intentamos entrar a la Basílica que vale decir es gratuita. Ro no pudo porque según las normas de vestimenta, tenía las piernas descubiertas. Esto nos había pasado ya en casi todas las mezquitas y templos religiosos de Asia. Como era yo el más interesado y no íbamos a volver otro día, entre solo rápidamente para al menos conocerla y sacar algunas fotos.



El lujo desplegado dentro es algo impresionante. La arquitectura es destacable y el estado de conservación todavía más aún. Creo que el material básico utilizado es mármol, pero hay también varias decoraciones con oro y madera. Valió la pena conocerla y me gustó mucho. Hubiera recorrido más si no fuera porque Ro no pudo entrar conmigo.

Con eso terminamos el paseo del día y llegamos justo para tomar la camioneta de nuevo hacia el camping. Allí nos quedamos descansando y preparando el recorrido del día siguiente el cual también tomaríamos con calma. Esta vez haríamos las visitas de la ciudad dividida en dos tardes ya que vamos adelantados con el itinerario.

miércoles, 12 de septiembre de 2012

Día 153 – Florencia

Madrugón, baño matinal y desayuno, todo eso precedió a nuestra partida del camping. Para cuando habíamos terminado, justo salía una camioneta que nos llevaba hasta la parada del ómnibus así que la tomamos. Es un servicio gratuito que tiene el camping cada hora y algo. Al llegar compramos los boletos y poco después ya estábamos rumbo a Florencia.

Abandonamos el bus en la última parada de su recorrido, la plaza de San Marco. Ubicada al norte de la ciudad aunque no tan alejada, encontramos nuestro punto de partida. La ubicamos en el mapa para saber a dónde volver por la tarde y comenzamos a caminar.

Nuestro primer destino fue uno de los platos fuertes de la ciudad; ubicado en el centro de la misma y siendo la construcción más bonita y grande de toda la zona, se encuentra el Duomo. ¿Qué es el Duomo? Es una catedral cuyo nombre completo es “Basílica di Santa María del Fiore”. La zona donde se encuentra se conoce como la Plaza del Duomo, la cual incluye a esta gran estructura junto con un “Baptistero” y el campanario de Giotto. ¿Qué es un Baptistero? Ni idea, otro edificio más pequeño sin importancia aparente.

La catedral del Duomo es muy bonita pero lo que resalta y atrae a tantos turistas es el domo o cúpula que tiene en una parte de su techo que es ENORME y la catedral en sí es una de las más grandes del país. En la plaza estaba REPLETO de turistas, algunos sacando fotos al impresionante edificio, otros tantos haciendo cola para entrar y el resto simplemente paseando. Había también varios dibujantes que venden láminas de paisajes o caricaturas que te hacen en el momento si te interesa.

Nosotros seguimos nuestro recorrido viendo varias de las construcciones importantes. Florencia es una ciudad de mucho arte con montones de estatuas. La principal de ellas y a la que se puede ver todos lados en réplicas en miniatura, fotos y postales es el famoso David, hecho por Michelangelo, el mismísimo diseñador del techo de la capilla Sixtina. Muchas de ellas son muy bonitas y es admirable el trabajo que lograban los artistas de aquella época.

Otro de los símbolos de la ciudad es el denominado “Ponte Vecchio”, un puente medieval de piedra antiquísimo que atraviesa el río Arno, el cual adorna a la ciudad atravesándola por uno de sus extremos. Es bastante grande y resalta el hecho de que tiene tiendas a sus costados, manteniendo la costumbre de aquella época. Se cree que aquí se originó el término de “banca rota” ya que cuando un comerciante no era capaz de pagar sus deudas las autoridades, los soldados literalmente rompían la mesa donde exhibía su mercadería, práctica que se llamaba “bancorotto” (mesa rota). Así el comerciante ya no tenía donde desplegar sus artículos y era incapaz de vender.

Una vez del otro lado del río, caminamos hasta el Palacio Pitti al cual no ingresamos porque había que pagar una entrada no muy barata. Ya al mediodía seguimos recorriendo pero ahora buscando un lindo y barato lugar para comer una rica pasta. Encontramos un pequeño restaurante en donde probamos los ñoquis. Infaltable y siendo casi una tradición, de postre tomamos un helado.

El resto de la ciudad se compone de iglesias y catedrales. También hay algunos museos pero no queríamos entrar a ninguno. Nuestro último destino importante y para nosotros la frutilla de la torta, lo más espectacular de esta ciudad que de a poco nos mostró su encanto y belleza, fue la plaza de Michelangelo. Este lugar, un poco apartado del centro, está ubicado a gran altura, lo que le da una vista IMPRESIONANTE de Florencia. Desde allí se puede apreciar la ciudad entera al costado del río con todos sus tejados y el Domo y las torres de las iglesias asomando sobre todos ellos. Era difícil creer que lo que se veía en el horizonte era real y no una imagen proyectada sobre una lámina verde. ¡Era una gran postal!

Florencia es una ciudad muy antigua que tiene como parte de su encanto el hecho de que se ha mantenido “antigua” en cuanto a su arquitectura. Aquí no hay rascacielos, edificios modernos o construcciones altas. Por todo esto, la vista desde arriba es simplemente MARAVILLOSA. Ahí nos quedamos un largo rato contemplando el espectacular paisaje. Como no podía ser de otra manera, en la plaza de Michelangelo hay otra estatua enorme, réplica del David.

Cuando empezó a caer la tarde, nosotros emprendimos la retirada. Caminamos unos cuantos kilómetros de regreso hasta la plaza de San Marco desde donde volvimos en bus al centro de Fiesole. Me había gustado tanto la pizza del día anterior que repetí la cena en el mismo restaurante y Ro probó otra pasta local. Antes que cayera la noche, volvimos caminando hasta el camping.

Así terminamos nuestra aventura por esta segunda ciudad italiana con un balance positivo. Al día siguiente continuaríamos viajando hacia el sur para desembocar en la capital italiana, Roma.

Día 152 – Fiesole

Dejamos atrás Venecia como tantas otras ciudades para continuar con nuestro viaje. Teníamos por delante unas tres horas más de viaje hasta la ciudad de Florencia, también conocida como Firenze.

El viaje nos ocupó toda la mañana y no tuvo grandes emociones salvo por otro hermoso peaje. Aviso para quienes circulen por las carreteras de Italia, hay peajes en la entrada a cada ciudad y a veces más de uno. Nosotros como no queríamos pagarlo, esquivamos la barrera y huimos a toda velocidad perseguidos por la policía; no pudieron capturarnos gracias a mi habilidad al volante y logramos escaparnos. Obviamente que esto es mentira, je. Nos dolió unos dieciocho euros más que pagamos calladitos como buenos turistas que somos.

Antes de partir del camping en donde estábamos, habíamos investigado un poco las alternativas de camping. Encontramos un par pero sugerían no usar el GPS y tenían varias direcciones. Esto parecía bastante confuso y nos decidimos por el que parecía más fácil de encontrar. Teníamos que poner el nombre de la calle como destino y buscar las pistas escondidas para encontrarlo.

Fue de este modo, que terminamos en un pequeño pueblito llamado Fiesole, muy cercano a la ciudad de Florencia, ambos pertenecientes al hermoso y conocido distrito de Toscana. Muy cerca nuestro está también la ciudad de Pisa, la cual visitaremos cuando volvamos de Roma. Esto pequeño pueblo italiano, está ubicado en lo alto de una gran colina, teniendo como resultado una gran vista panorámica de Florencia y toda la zona. Tiene calles muy pequeñas por donde A PENAS circulan dos autos que vienen en sentido contrario y el camping no tuvo mejor idea que instalarse prácticamente en lo que debe ser la cima de la colina.

Logramos encontrar la calle y empezamos a buscar las pistas del camping. Un pequeño cartel que indicaba ir hacia la derecha o la izquierda, curvas, grandes subidas y autos de frente pero finalmente lo conseguimos. Para todo el trabajo que nos dio y lo que cuesta, no es ni cerca uno de los mejores campings en que hemos estado, no lo recomiendo. Igualmente nos quedamos para encontrarnos así con el siguiente problema. El suelo era muy duro y estaba lleno de piedras por lo que tuvimos que hacer una inspección geológica importante para lograr instalar la carpa. También lo logramos, ¡qué bien nosotros!

Cuando terminamos todos los preparativos, ya era media tarde. Para ir a Florencia debíamos caminar cerca de un kilómetro y medio (bajado a la ida por lo que SUBIDA a la vuelta) y desde la plaza del centro de Fieselo tomar un bus que nos dejaría en el centro de Firenze. Ya era tarde para eso, así que preferimos recorrer el pequeño pueblo donde nos estábamos quedando.

Caminamos hasta la plaza principal desde donde tomaríamos el bus al día siguiente y luego hacia varias direcciones. No encontramos NADA. Hay una iglesia y un jardín público pero casi nada más, o al menos no lo vimos. De todas maneras, nos quedamos en un hermoso restaurante frente a la plaza con una gran vista panorámica de Florencia en donde probamos la verdadera pizza italiana. ¡RICASA! Y se ganó cada una de las letras de la palabra.

Con la panza llena emprendimos la retirada hacia el camping cosa que fue trabajosa y no muy agradable por estar todo oscuro y no muy bien iluminado. Por suerte llegamos sanos y salvos prontos para dar el día por terminado y acostarnos a dormir tempranito y recuperarnos para la caminata del día siguiente.

domingo, 9 de septiembre de 2012

Día 151 – Venecia


Luego de despertarnos y tener el infaltable desayuno, partimos hacia la ciudad. Esta vez sólo precisábamos un ómnibus y unos pocos minutos para arribar hasta la “Piazzale Roma” prácticamente en el límite hasta donde se puede ingresar con vehículos. Desde ahí debíamos hacer el resto caminando.

El lugar funciona como una estación de ómnibus. Al llegar nos encontramos con mucha gente, un pequeño mercado de venta de souvenirs y los primeros canales con sus respectivos puentes para cruzarlos.

Venecia es una isla que curiosamente tiene forma de pez. No está compuesta totalmente por canales, si no que hay calles angostas por donde se puede andar caminando sin problema. No es muy grande por lo que todo está relativamente cerca y a mi criterio, se puede diferenciar claramente dos Venecias. La primera, es la Venecia turística, inundada de gente, con todos los edificios principales, muy pintoresca y hermosa, con muchísimos comercios apuntando al turismo, las góndolas y los grandes puentes. La segunda es la Venecia de los ciudadanos locales, con casas antiguas y fachadas venidas a menos, canales no tan transitados rodeados con pequeñas lanchas estacionadas y casi sin turistas. Si bien todo esto convive en un pequeño espacio, no todo es igual.

La isla es cortada en dos partes por un gran canal con forma casi de “s”, tiene muchísimos pequeños canales metidos dentro de la ciudad y además posee al sur una especia de rambla y puerto en donde hay barcos y lanchas más grandes y se puede salir hacia el mar. Si bien a mí me gustó más la Venecia turística, mejor mantenida y más atractiva, a Ro le gustó la zona más tranquila.

Caminamos por toda la isla que es casi un laberinto enorme. Los canales hacen que las calles cambien rápidamente de dirección y para avanzar hacia un lugar hay que doblar montones de veces haciendo zig-zag. Hay muchísimos restaurantes y puestos ofreciendo pizza y pasta lo cual hace que el aroma que se respira sea totalmente atrapante y tentador. Por si fuera poco, también está repleto de heladerías, como para comerse todo.



El principal centro turístico en donde se concentraba casi toda la muchedumbre, es la “Piazza San Marco”, una gran plaza con una torre bastante alta y un palacio. Hasta ahí llegamos antes de hacer el descanso para almorzar y probar una exquisita pasta italiana. En la segunda parte de la jornada continuamos caminando hacia el este, lo que sería la “cola del pez” en donde nos encontramos con un parque arbolado muy bonito dándole a la ciudad el oxígeno y el toque de naturaleza que le faltaba. Luego volvimos lentamente por entre callejuelas y puentes hasta la Piazzale Roma para regresar al camping.



Intentamos o tuvimos la intención de hacer el típico paseo en góndola, pero abandonamos la idea cuando nos dijeron el costo: ochenta euros por el paseo corto y cien por el completo. Se puede viajar hasta de a seis personas en una misma góndola pero perdía la magia y el romanticismo; sobre todo si eran extraños.
Ya en el camping no hicimos más que pasar el rato hasta que el cansancio se hizo notar y cenamos para acostarnos a dormir. Al día siguiente ya abandonaríamos la ciudad para continuar con nuestro tour italiano.

Día 150 – Llegada a Venecia


Dejamos temprano el camping y volvimos a la ruta en un día soleado y hermoso. El paisaje acompañaba ya que paseábamos entre hermosas y enormes montañas y atravesamos varios túneles bastante largos dentro de ellas.

Para ese entonces, nuestro destino era la ciudad de Milán, a unas tres horas de distancia. Demoramos unas dos horas o un poco menos en llegar hasta la frontera con Italia y pasar de carreteras relativamente tranquilas a autopistas de cuatro y hasta cinco carriles con cientos de autos rodeándonos.

En ese contexto y haciendo cada vez más calor, por alguna razón mientras Ro estudiaba las atracciones turísticas de Milán, surgió la posibilidad de saltearnos la ciudad y seguir viajando hasta Venecia a donde igualmente iríamos pero un par de días después. Todavía era temprano y yo me sentía bien como para seguir manejando. Milán seguro es una linda ciudad, pero preferimos buscar algo diferente y no volver a ver museos, fuentes, torres e iglesias. El encanto de Venecia es algo diferente y único y esos dos días que ganábamos los podríamos destinar en algún otro lugar más adelante.

Como íbamos a seguir en la ruta, nos detuvimos en un parking para almorzar. Nos preparamos unos ricos sándwiches y marcamos la nueva ruta a seguir la cual implicaba unas tres horas más de viaje, totalizando aproximadamente seis horitas hasta el camping. De ahí en más solo nos detuvimos una vez para ir al baño; el resto lo llevamos como pudimos entre música, conversaciones de la vida y recuerdos del viaje.

A lo largo de la ruta nos encontramos con tres peajes. Los dos primeros no fueron problema y apenas nos cobraros unos dos euros aproximadamente en cada uno. Más adelante sin embargo, pasamos por un control con una máquina que nos dio un ticket el cual suponíamos íbamos a usar más adelante, pero no sabíamos cuándo. Fue así que casi llegando a destino nos encontramos con otro control en donde nos pidieron el papelito y nos daba a pagar casi dieciocho euros. Ese sí dolió bastante pero no teníamos alternativa.

Al llegar a Venecia nos sucedió que una vez más el GPS nos guió hasta un lugar incorrecto. Por suerte en el camino habíamos visto otro cartel de camping y volvimos hasta él para una alternativa. Al llegar nos instalamos con la carpa y dedicamos el resto del día para descansar. Ya era muy tarde como para ir a visitar e igualmente teníamos un día entero para ello.

Destino 29: Italia


El itinerario de Italia fue cambiado bastante desde la salida de Suiza por razones de interés y conveniencia. De este modo, cuando estábamos a apenas una hora de llegar a Milán decidimos seguir de largo y no entrar a la ciudad; continuamos hacia Venecia, el segundo lugar a visitar en el país.

Ese cambio nos hizo ganar dos días que veremos cómo los utilizamos luego. El segundo cambio fue hacer de Florencia la segunda ciudad a visitar como destino intermedio hasta llegar a la capital del país, Roma. Si bien ahí estaríamos recién en el centro del país, no continuaremos viajando hacia el sur, sino que volveremos a desplazarnos hacia el norte primero y luego al oeste para ingresar en el sur de Francia.

La cuarta y última ciudad que visitaremos será Pisa para no marcharnos sin conocer la famosa torre inclinada. Con eso concluiremos nuestro tour por el país en forma de bota.

viernes, 7 de septiembre de 2012

Día 149 – Monte Pilatus


Otra de las razones por la que elegimos Lucerna es la posibilidad que ofrece de subir a una montaña, un pico bastante elevado de los Alpes y disfrutar desde allí de un panorama sin igual. Ese mismo paseo era el que queríamos hacer en este último día en Suiza el cual había amanecido nublado pero que tenía un pronóstico de mucho sol.

Caminamos hasta la estación central en donde está la oficina de turismo. Nos dijeron que la visibilidad sería bastante buena y tomamos la oportunidad. Compramos ahí mismo los pasajes para lo que se conoce como la "vuelta dorada". Esto es partiendo desde la estación central, preferentemente en barco pero nosotros lo hicimos en tren, hasta otra pequeña estación llamada Alpnachstad. 

El Monte Pilatus tiene una altura nada despreciable de 2132 metros y los suizos, imagen de la eficiencia y la eficacia, idearon una fantástica y única forma de ascenderlos en tan sólo cuarenta minutos, haciendo además con ello, una atracción turística. Crearon el tren más empinado del mundo, cuya inclinación exacta desconozco pero puedo decir que es grande. Subimos entonces a este increíble medio de transporte que transitó por una de las laderas de la enorme montaña como si fuera una ruta cualquiera. La vista durante el camino era solo una muestra de lo que nos esperaba en la cima. Se veía que no nos íbamos a arrepentir de esto.

Tras atravesar varios túneles por dentro de las montañas y cruzarnos con intrépidos atletas que se animaron a hacer el ascenso caminando, cosa para la cual hay que tener mucho entrenamiento, llegamos a la cúspide del Pilatus. A nuestra derecha, un colchón de nubes cubriendo una bajada vertiginosa. A la izquierda, una cadena espectacular de picos nevados y otros que en esta época no lo están, junto con ruta que recién habíamos hecho con el tren. En ese espectacular lugar, hay tres o cuatro caminos para subir a diferentes picos y cambiar un poco el ángulo de vista y un restaurante muy lujoso con una de las mejores vistas posibles.



Estupefactos, deslumbrados y todavía más maravillados, caminábamos de un lugar a otro sacando fotos al escenario cautivante. No sé si es mejor que todo lo visto hasta ahora, pero sin lugar a dudas está en el podio. Desde el punto más alto posible me pare para mirar hacia mis alrededores y tener la indescriptible sensación de tener el mundo a mis pies. Emocionante!



Escuchamos a unos hombres tocar un instrumento típico suizo que consiste en una suerte de cuerno larguísimo que se apoya en el suelo. Con eso nos despedimos de un lugar que nunca voy a olvidar y de unas imágenes que quedarán impresas en mi retina para siempre. Continuamos la "vuelta dorada" bajando por otra de las caras de la montaña en monoriel durante unos cuarenta minutos más. Así llegamos hasta un pueblito llamado Kriens desde donde tomamos un ómnibus de vuelta hasta la estación central.

Tras todo esto, eran un poco más de las dos de la tarde. Compramos el almuerzo en una rotisería/chocolatería/heladería frente al puerto en donde también nos deleitamos con un helado RICASO y CARÍSIMO. Nos sentamos en el borde del lago junto a nuestros amigos los cisnes y hasta les tiramos pedacitos de cucurucho para que se nos arrimaran.



Paseamos un poco más por la ciudad con lo que nos quedaba de día hasta regresar al camping, utilizar un poco de internet y dejar todo pronto para intentar ver por la noche a la celeste en un nuevo y complicado partido de eliminatorias. Al día siguiente partiríamos temprano hacia otro destino y el antepenúltimo de nuestro viaje inolvidable, Italia.

Día 148 – Lucerna, ciudad de los cisnes


Abandonamos definitivamente Alemania para seguir nuestro rumbo hacia el país de los relojes, los chocolates, los bancos, las navajas y las montañas. Así es, nuestra siguiente parada sería Suiza.

Según muestro itinerario, deberíamos haber desembocado en Zurich, una de las ciudades más turísticas el país. De todos modos, la noche anterior en Munich empezamos a investigar sobre el hermoso país suizo y surgió la posibilidad de Lucerna. Es una ciudad bastante más pequeña pero muy recomendada por otros viajeros. Prometiendo unos paisajes inolvidables, lograron convencernos y volvimos a hacer un ajuste en los planes. Así terminamos con un desvío de sesenta kilómetros más hacia Lucerna.

Como solo tendríamos dos días en esta ciudad y perderíamos parte del primero con el viaje, salimos tan temprano como pudimos para llegar a recorrer. Así, tras un viaje de cuatro horas, nos instalamos en un nuevo camping a las orillas del lago Lucerna. Hicimos los averiguaciones pertinentes y por recomendación de quien nos atendió, nos fuimos caminando hasta el centro en poco más de media hora. Lo que nos esperaba!...

Lucerna es una ciudad HERMOSA de principio a fin. El paseo desde el camping es por una "rambla" en las orillas del lago en donde tuvimos la primera sorpresa encantadora: hay cisnes! Todo el lago está habitado por montones de aves entre las cuales se destacan estos magníficos animales con una gracia y elegancia única. Pasean con toda majestuosidad por las orillas y se acercan a las personas esperando algo de comida como recompensa. Quedamos MARAVILLADOS. Además, por si fuera poco, el horizonte está adornado hacia donde se mire con los fantásticos Alpes que no se veían mucho porque había un poco de nubes, sabemos el potencial que tienen como paisaje.



Continuamos paseando por este camino desestresante hasta encontrarnos con la primera iglesia. Una gran edificación como siempre desde donde hay una vista espectacular de toda la bahía. Nos adentramos más por las calles lucerinas y cada cosa parecía ser mejor que la anterior. Tras un pausa para almorzar a eso de las tres de la tarde, recorrimos el símbolo de la ciudad, un puente de madera muy pintoresco con una gran torre en uno de sus lados. Cruzamos por él como tantos otros turistas siguiendo las sugerencias del mapa. Pasamos por la estación central y el museo de arte.



El lago se hace un río que divide a la ciudad en dos y que es cortado por varios puentes. Volvimos a cruzar por otro de ellos para recorrer los restos que quedan de una antigua muralla que resguardaba a Lucerna. Estuvimos a metros de la enorme pared y caminamos siguiendo su trayecto para luego tomar una calle perpendicular y regresar al centro.

Con montones de tiendas y restaurantes, el centro no es menos atractivo que el resto de la ciudad. Está lleno de tiendas de chocolate, souvenirs, relojes y otros artículos de procedencia suiza. Entramos en una chocolatería para poner a prueba los famosos chocolates suizos. Hay muchísimas variedades y habría que probarlos todos como para poder afirmar que son los mejores. Si hay otra cosa que destaca a este país es lo costoso que es todo. Nos limitamos a un paquete de chocolates moderado que no pareció nada del otro mundo la verdad.

Al anochecer emprendimos la vuelta al camping caminando otra vez por la orilla del lago. Con la puesta del sol y la ciudad encendiéndose nos detuvimos un par de veces para seguir contemplando a los cisnes y los patos nadando a gusto.

Por la noche preparamos una sencilla y básica cena, cansados pero deslumbrados. Luego nos acostamos y dormimos en el auto porque al día siguiente nos íbamos a dar un nuevo gustito del cual sabíamos que no nos íbamos a arrepentir.