Abandonamos la capital alemana
tras una corta pero fructífera visita para continuar nuestro camino hacia el
centro de Europa, bastante más al sur, donde se encuentra la República Checa.
El viaje era de unas cuatro horas más o menos, pero se hizo de cinco al tomar
una ruta alternativa que nos permitía ahorrarnos el peaje. Esa trampita
solamente agregó unos pocos kilómetros pero muchos minutos al atravesar
pueblitos en donde el límite de velocidad es muy bajo.
Hicimos el camino de una, frenando
solo un par de veces para ir al baño y recargar combustible. Eso lo hizo
bastante pesado ya que casi todo el tiempo fue carreteras sin siquiera paisajes
destacados.
Pasado el mediodía, ya estábamos
en territorio checo. Para salir un poco de la rutina y descansar algo más
cómodos, decidimos por esta vez darnos un gustito y cambiar los campings y la
carpa por una habitación de hotel. Habíamos reservado la noche anterior una
habitación para dos con baño un poco en las afueras de la ciudad. Para nuestra
fortuna, cuando llegamos decidieron entregarnos una habitación que en verdad es
para seis personas, tiene dos pisos y hasta una pequeña cocina. Habíamos
comenzado muy bien nuestra estadía.
Había vuelto el calor y regresé al
short y las crocs. Afuera estaba soleado, todo era perfecto. De todas maneras,
era tanta la comodidad de la que disponíamos y estábamos necesitando tanto algo
similar, que decidimos quedarnos la tarde entera disfrutando de la habitación.
Encontramos un supermercado ENORME a un par de kilómetros y compramos bastantes
cosas para estar todavía más a gusto. Volvimos a nuestro apartamentito donde
nos cocinamos la cena y tomamos bebida fría que podíamos guardar en una heladera.
Cómo se extrañaban esas pequeñas cosas. Se sentía genial poder comer en una
mesa, sentados en una silla, dormir en una cama con almohada y acolchado, tener
un baño privado y a pocos pasos de distancia.
Al día siguiente nos despertamos
con todas las intenciones de salir a recorrer Praga. Para nuestra ingrata
sorpresa, llovía en forma pareja y constante y estaba horrible afuera.
Consultamos el pronóstico del tiempo y daba lluvia para todo el día.
Por un lado eso nos complicaba
muchísimos los planes. Por otro, no nos venía del todo mal un día entero libre
para hacer nada y relajarnos en nuestro cómodo aposento. Nuestro siguiente paso
en el itinerario era Bratislava, la capital de Eslovaquia, pero estábamos en
duda sobre si ir o no y aprovechar ese tiempo en otro lugar. Nos decidimos por
abandonar ese destino y permanecer otro día más en Praga esperando que el
tiempo mejorara.
Permanecimos encerrados hasta el
mediodía, cuando aburridos nos pusimos a cocinar y preparamos omelette con
ensalada rusa. Una combinación un poco extraña, pero era lo mejorcito de lo que
teníamos a mano. Nos quedó todo riquísimo.
Por la tarde salimos a recorrer la
zona e intentar ir igual hasta el centro de la ciudad, pero nos fue imposible.
Los ciudadanos checos en su mayoría NO hablan inglés, por lo que no podíamos
pedir ayuda por la calle. No hay instrucciones claras sobre el transporte
público para los turistas, al menos no en nuestra zona, por lo que ahí también
teníamos un problema.
Caminamos durante un largo rato
intentando encontrar la parada del tranvía que nos habían sugerido en el hotel.
Nunca apareció y ya al rato sabíamos que le habíamos errado en nuestra ruta. A
todo esto, seguía lloviendo sin parar y nosotros caminábamos cubriéndonos como
podíamos con el paraguas, pero ya estaba incluso empezando a refrescar.
Yo no quería manejar hasta el
centro de la ciudad e incluso en el hotel nos habían dicho que era mejor ir en
transporte público. Cansados, mojados y con frío decidimos renunciar en nuestra
búsqueda y volver a nuestro apartamentito. Al llegar nos subimos al auto y
volvimos hasta el gran supermercado para comprarnos algo bien rico para cenar;
después de todo, lo merecíamos por haber sido tan valientes y caminar bajo la
lluvia checa.
Nos surtimos de chocolates y otros
antojos y compramos todo para cocinarnos hamburguesas al pan, intentando
simular las que hacemos en Uruguay. Preparamos todo y nos sentamos en la mesa
del segundo piso a disfrutar de una rica y casera cena mientras mirábamos
televisión, otro lujo que hacía tiempo no teníamos. Esta vez en verdad no es
tan lujo porque solo tiene unos pocos canales y todos están doblados al checo,
así que no entendemos nada; nos limitamos a mirar las imágenes que igualmente
acompañan, je.
No fueron días del todo
productivos en lo que a conocer respecta, pero al menos descansamos y muy
cómodos, cosa que mucha falta nos hacía. Una de las cosas que más estamos
extrañando, las comodidades del hogar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario