Sin apuro ni obligaciones, nos
despertamos y disfrutamos del placer de poder desayunar cómodamente en la cama.
Pasamos la mañana echados con la televisión y el internet y al mediodía nos
volvimos a preparar una rica comida.
Por la tarde salimos a conocer una
ciudad muy pequeña de la cual no sabíamos mucho, ni siquiera con qué nos íbamos
a encontrar. Así, tras unos veinte minutos llegamos al centro y zona principal,
donde está el puerto. Ahí mismo, en un gran edificio blanco al que solo pudimos
ver de lejos, se organiza el famoso festival de cine.
Caminamos por la rambla rodeando
la zona del puerto y sin querer nos encontramos con una hermosa playa que si
bien tiene una costa pequeña, el agua es cristalina y tentadora y la arena es
fina y limpia como la de punta del este. Nunca pensé encontrarme con algo así
por estos lares.
Continuamos por la costa en donde
había muchísima gente mayor y hasta demasiadas veteranas haciendo toples, con
la piel quemada de tanto sol y extremadamente arrugada. Me mojé los pies para
comprobar que el agua estaba fría como sospechaba y luego seguimos el
recorrido. Toda la zona está repleta de restaurantes en donde se puede comer
pescado y mariscos con una hermosa vista al mediterráneo.
Regresamos y seguimos una calle
muy empinada que subía hasta una iglesia en una colina. Desde arriba hay una
gran vista panorámica de toda la ciudad y el puerto. Cannes nos estaba
sorprendiendo y para bien, siendo mucho más bonita de lo que esperaba. Al bajar
recorrimos la zona comercial en donde abundan las tiendas de ropa y poca cosa
más.
Avanzamos sin rumbo sin encontrar
mucho más. Fue así que un par de horas después dimos por terminado el paseo y
comenzamos la retirada al apartamento para hablar a casa, preparar la cena y
disfrutar todo lo posible del cómodo lugar.
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