Abandonamos el camping y la ciudad
de Roma para volver a viajar hacia el norte a un lugar muy cercano a Florencia,
donde ya habíamos estado unos pocos días antes. De todas maneras, tomamos un
ruta totalmente diferentes (porque así lo indicó el GPS, no es que nosotros la
eligiéramos) pero con una duración muy similar, poco más de tres horas.
Una vez más, teníamos el camping
elegido de antemano. Llegamos hasta el lugar donde nos quedaríamos solo una
noche porque considerábamos que en esa misma tarde tendríamos tiempo suficiente
para recorrer todo Pisa. Tras instalarnos y averiguar, nos dijeron que la torre
de Pisa estaba a solo diez minutos de distancia caminando, nada de ómnibus o
metro de por medio.
Recorrimos el trayecto indicado y
entramos en la pequeña ciudad de Pisa. Llegamos primero hasta un muro y una
puerta grande que dan a lo que se conoce como la plaza del milagro, lugar en
donde se encuentra la famosa torre pendiente. Ya desde allí la vimos asomarse,
hermosa e inclinada, por encima de la gran pared.
Cruzamos la puerta para ver un nuevo
mar asqueante de turistas, la GRAN mayoría sacándose la clásica foto que
simular estar sujetando uno de los lados de la torre. Miráramos a donde
miráramos, había gente parada con las manos en el aire y algún familiar, pareja
o amigo dándole indicaciones de cómo colocarse para que la foto quedara bien.
Parecían unos payasos y así como ellos, nosotros también lo hicimos, je. Tenemos
la típica foto.
Más allá de eso, la torre es
espectacular. Mucho más inclinada de lo que yo pensaba, realmente parece que en
cualquier momento se va a caer. Caminamos hasta sus pies contemplando esta
construcción maravillosa y luego la rodeamos todavía incrédulos de su postura. Se
puede subir hasta la cima y había una gran cola de gente esperando. Nosotros no
lo hicimos porque eso nos iba a implicar bastante rato parados y preferimos
recorrer el resto de la ciudad.
El mapa que nos habían dado en el
camping, tenía una sugerencia de recorrido a realizar por la ciudad. Lo
seguimos pero la verdad es que hay muy poca cosa aparte de la torre que es sin
lugar a dudas la razón por la que tantas personas vienen hasta este rincón de
Italia. En el entorno cercano hay muchísimos restaurantes y algunas tiendas de
souvenirs, pero a medida que nos íbamos alejando, parecía que estábamos
entrando en otra ciudad completamente distinta, sin gente, tranquila y por momentos
hasta casi desértica. Tal vez esto se viera incrementado por el hecho de que
era domingo, pero aún así llamaba la atención.
Recorrimos la calle más comercial
hasta llegar al río que corta la ciudad, una de las vistas más lindas que
tiene. Sin edificios ni estructuras modernas, modesta, sencilla y clásica. Llegamos a un pequeño mercado en
donde había algunos puestos con artesanías y desde allí hicimos el mismo camino
de regreso. No había mucho más para ver, un pequeño parque en donde había niños
jugando al fútbol, tal vez futuros integrantes de la azurra, la selección
nacional. Nunca se sabe.
Volvimos a acercarnos a la torre
para admirarla una vez más sentados en el césped que la rodea. Aprovechamos que
estábamos ahí para cenar por última vez una rica pasta italiana en un
restaurante local y hacer un festejo anticipado del cumple de Ro que era al día
siguiente. Tras esto caminamos de nuevo al camping en donde descansamos para un
nuevo viaje al día siguiente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario