Abandonamos definitivamente
Alemania para seguir nuestro rumbo hacia el país de los relojes, los
chocolates, los bancos, las navajas y las montañas. Así es, nuestra siguiente
parada sería Suiza.
Según muestro itinerario,
deberíamos haber desembocado en Zurich, una de las ciudades más turísticas el
país. De todos modos, la noche anterior en Munich empezamos a investigar sobre
el hermoso país suizo y surgió la posibilidad de Lucerna. Es una ciudad
bastante más pequeña pero muy recomendada por otros viajeros. Prometiendo unos
paisajes inolvidables, lograron convencernos y volvimos a hacer un ajuste en
los planes. Así terminamos con un desvío de sesenta kilómetros más hacia
Lucerna.
Como solo tendríamos dos días en
esta ciudad y perderíamos parte del primero con el viaje, salimos tan temprano
como pudimos para llegar a recorrer. Así, tras un viaje de cuatro horas, nos
instalamos en un nuevo camping a las orillas del lago Lucerna. Hicimos los averiguaciones
pertinentes y por recomendación de quien nos atendió, nos fuimos caminando hasta
el centro en poco más de media hora. Lo que nos esperaba!...
Lucerna es una ciudad HERMOSA de
principio a fin. El paseo desde el camping es por una "rambla" en las
orillas del lago en donde tuvimos la primera sorpresa encantadora: hay cisnes!
Todo el lago está habitado por montones de aves entre las cuales se destacan
estos magníficos animales con una gracia y elegancia única. Pasean con toda majestuosidad
por las orillas y se acercan a las personas esperando algo de comida como
recompensa. Quedamos MARAVILLADOS. Además, por si fuera poco, el horizonte está
adornado hacia donde se mire con los fantásticos Alpes que no se veían mucho
porque había un poco de nubes, sabemos el potencial que tienen como paisaje.
Continuamos paseando por este
camino desestresante hasta encontrarnos con la primera iglesia. Una gran
edificación como siempre desde donde hay una vista espectacular de toda la
bahía. Nos adentramos más por las calles lucerinas y cada cosa parecía ser
mejor que la anterior. Tras un pausa para almorzar a eso de las tres de la
tarde, recorrimos el símbolo de la ciudad, un puente de madera muy pintoresco
con una gran torre en uno de sus lados. Cruzamos por él como tantos otros
turistas siguiendo las sugerencias del mapa. Pasamos por la estación central y
el museo de arte.
El lago se hace un río que divide
a la ciudad en dos y que es cortado por varios puentes. Volvimos a cruzar por
otro de ellos para recorrer los restos que quedan de una antigua muralla que
resguardaba a Lucerna. Estuvimos a metros de la enorme pared y caminamos
siguiendo su trayecto para luego tomar una calle perpendicular y regresar al
centro.
Con montones de tiendas y
restaurantes, el centro no es menos atractivo que el resto de la ciudad. Está
lleno de tiendas de chocolate, souvenirs, relojes y otros artículos de
procedencia suiza. Entramos en una chocolatería para poner a prueba los famosos
chocolates suizos. Hay muchísimas variedades y habría que probarlos todos como
para poder afirmar que son los mejores. Si hay otra cosa que destaca a este
país es lo costoso que es todo. Nos limitamos a un paquete de chocolates
moderado que no pareció nada del otro mundo la verdad.
Al anochecer emprendimos la vuelta
al camping caminando otra vez por la orilla del lago. Con la puesta del sol y
la ciudad encendiéndose nos detuvimos un par de veces para seguir contemplando
a los cisnes y los patos nadando a gusto.
Por la noche preparamos una
sencilla y básica cena, cansados pero deslumbrados. Luego nos acostamos y
dormimos en el auto porque al día siguiente nos íbamos a dar un nuevo gustito
del cual sabíamos que no nos íbamos a arrepentir.
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