Nos despertamos tarde, sin apuro y
sin planes más que relajarnos, descansar y pasarla bien con nuestros amigos. Ya
todos se habían levantado hacía rato para llevar a las niñas a la escuela,
hacer mandados, etc.
El resto de la mañana se pasó
conversando y aprendiendo más sobre la vida de los uruguayos en España o
también sobre la historia de ellos y cómo llegaron hasta esta pequeña ciudad al
sur de Valencia. En cierto momento de la mañana fui con Matías, el novio de la
amiga de Ro (Angelina) hasta el banco y quedé sorprendido con los precios de
los autos. Él me contaba a modo de ejemplo que un Peugeot 207 0 km ronda los
7000 euros en una automotora, pero se consigue por menos si es de segunda mano.
Hasta se puede conseguir autos usados más viejos desde 200 o 300 euros pero en
general no se ve circulando vehículos anteriores al año 2002. Del mismo modo,
un Mercedez Benz o un BMW que son marcas elitistas en Uruguay aquí están a
precios normales, desde 10.000 a 15.000 euros, no más que eso. Esta
conversación se desencadenó cuando vi un auto a la venta estacionado, grande y
muy bien cuidado por 1.450 euros. INCREÍBLE cómo nos matan a impuestos en
Uruguay.
El segundo golpe fue en el propio
banco cuando encontré un afiche promocionando apartamentos a la venta. Eran
varios y todos tenían entre tres o cuatro dormitorios, terraza y varios metros
cuadrados, pero con la crisis están tan desvalorizados por la desesperación de
la gente de deshacerse de ellos y poder cubrir sus deudas que sus precios van
desde los 65.000 euros hasta los 90.000. Me contaba Matías que por la crisis se
están vendiendo a la mitad o menos del valor al que estaban hace unos años.
La crisis se ha hecho sentir
tremendamente, contándonos ellos que no conocen a nadie en Gandía que no esté
endeudado y complicado por la misma. Los bancos están todos en problemas y
nadie tiene seguridad sobre su puesto de trabajo. Además, no necesitan razón
para despedirte, cualquier día podes presentarte a trabajar y encontrarte con que
estas despedido. Es una situación muy complicada para vivir.
Volvimos al apartamento en donde
almorzamos hamburguesas con arroz, otro clásico uruguayo que me hizo sentir
como en casa. Por la tarde nos fuimos en dos autos a pasear por la zona
conocida como “la playa” que sería algo así como la rambla de Gandía.
La playa es un lugar muy lindo,
muy tranquilo a donde la gente va a caminar, correr, pasear con sus hijos o
amigos. Aparte de su nombre, literalmente tiene una gran playa con arena fina y
limpia y según nos contaban el agua es espectacular, cristalina y con buena
temperatura. La costa es muy ancha y tiene varias canchas instaladas y cada
tantos metros unos puestitos que en verano cubren la arena con sillas y a la
luz de las velas se puede ir a tomar algo y escuchar buena música. Eso es furor
en temporada alta.
Luego de una larga y muy agradable
caminata, nos llevaron a cenar a un restaurante de dueños uruguayos llamado “El
tío Mario” que comenzó como una pizzería para llevar y fue creciendo muchísimo
gracias a la comunidad de orientales que vivía por esta zona llegando a
convertirse en un restaurante bastante más grande. Ahí volví a degustar un
chivito uruguayo, pizza como se prepara allá y de postre compartimos milhoja y
panqueque con DULCE DE LECHE. ¡Casi se me pianta un lagrimón!
Ya por la noche regresamos al
apartamento y tras largas conversaciones uno se da cuenta de qué importante
papel jugó en la vida de ellos el hecho de que hubiera tantos uruguayos en la
misma ciudad, así como comida bien nuestra como el asado, los chivitos o
algunos postres. Es el lugar de todo el mundo, aún estando a muchísimos
kilómetros, donde más cerca nos hemos sentido de casa. Ellos influyeron
muchísimo en esto porque fueron siempre muy hospitalarios y nos hicieron sentir
cómodos desde que cruzamos la puerta.
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