Ya la noche anterior habíamos
decidido irnos hacia Madrid para estar con tiempo cerca del punto de entrega
del auto, del aeropuerto y poder recorrer algo de la ciudad antes de partir. Si
bien nos separaban unos cuatrocientos kilómetros de la capital española,
pasamos toda la mañana en el apartamento. No salimos hasta pasado el mediodía
luego de despedirnos de todos.
El viaje no se hizo tan largo como
esperaba y solo nos detuvimos un par de veces para poner combustible y comprar
alguna que otra cosa para comer. El tráfico no fue un problema hasta que nos
acercamos a Madrid en donde nos metimos en una telaraña de rutas que daba asco.
Con el sol de frente avanzamos lentamente hasta llegar al camping donde nos
quedaríamos las últimas dos noches de viaje en una ciudad alejada del centro
pero a donde se puede acceder en ómnibus.
El día lo habíamos dado por
perdido pero más aún cuando llegamos a destino pasadas las siete de la tarde.
Estaba muy frío como para hacer algo por lo que tras una merienda/cena nos
metimos en el auto para ver una película. Decidimos dormir ahí mismo porque las
cosas de camping ya están prontas para el viaje. Hay olor a regreso, se palpita
en cada minuto y tenemos la mente más enfocada en el avión que en pasear.
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