Al levantarnos y desarmar la carpa
recién logramos dejar todo bastante acomodado. Pagamos el camping y partimos
hacia la pequeña ciudad de Gandía, ubicada al sur de Valencia, en donde vive la
amiga de Ro junto a su familia. Nunca habíamos escuchando de ese pequeño lugar
del cual nos separaban unas cuatro horas de viaje.
La ruta fue casi exclusiva para
nosotros, pocos autos nos acompañaron en el trayecto. Lo que no faltó para
variar fueron los dolorosos peajes que totalizaron unos cuarenta euros más.
Completamos el viaje en tres tramos hasta que finalmente ingresamos en el
centro de Gandía y desde ahí directo a la casa donde nos quedaríamos unos días.
Nos recibieron muy bien y nos
hicieron sentir cómodos desde el primer instante. Conversamos durante horas
sobre el viaje y la vida en este lugar encantador que me supo cautivar. Digo
esto porque en esta comunidad sumergida hoy en crisis como el resto del país,
supo albergar a más de 3000 uruguayos, algo ideal como para sentirse más cerca
de casa.
Hay pizzería uruguaya, lugares
para comer chivitos y hasta venden dulce de leche o yerba. El mate no es algo
raro o sospechoso y nuestra gente es querida por los españoles, siendo los
bolivianos, peruanos, ecuatorianos y demás los que ellos denominan “sudacas”.
Esta pequeña ciudad de menos de
cien mil habitantes es también un balneario turístico que duplica su población
en verano, cuando es temporada alta, por sus muy buenas playas que dan al
mediterráneo.
Nos instalamos en el apartamento
en donde ellos viven con sus dos hijas y en donde también se estaban quedando
el cuñado de ella con su marido e hijas. Qué lindo fue compartir experiencias y
aprender tanto de la vida por estos lares, contado por uruguayos mismos que
conocen las realidades y diferencias de ambos países.
De todos modos, la crisis ha
afectado muchísimo a esta región en donde encontramos gente revolviendo la
basura de los contenedores, muchísimas casas, apartamentos y cocheras a la
venta. Casi todos los uruguayos ya se han ido al punto que ahora quedan solo
unos 700. No se consigue trabajo por lo que vuelven a su país para al menos
estar cerca de los suyos.
Cenamos milanesas con arroz,
comida bien nuestra, mientras continuábamos charlando de esto y aquello. Nos
acostamos muy tarde, cosa que no estábamos acostumbrados desde hacía ya mucho
tiempo. Es que pasamos tan bien que la noche se fue estirando. Al día siguiente
recorreríamos algo de este pequeño lugar.
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