sábado, 1 de septiembre de 2012

Día 143 – Praga, ciudad del arte y la música


Nos despertamos tempranito para intentar sacarle el jugo a nuestra última jornada en la ciudad. Era la última oportunidad de conocer Praga, por lo que no había lluvia, viento huracanado o tornado que valiera. Íbamos a ir fuera como fuera.

No llovía, lo que era un buen síntoma; esperábamos que se mantuviera. Nos preparamos el desayuno y salimos caminando hacia el único lugar posible que nos quedaba para explorar donde podía estar la parada del tranvía. No quería preguntarle al hombre de la recepción otra vez porque no habla muy bien inglés y eso solo hace las cosas más incómodas y difíciles.

¡Encontramos el lugar correcto! Pudimos conseguir boletos porque eso fue otra hazaña. Hay tres alternativas para comprar el boleto: una es directamente en las máquinas para ellos que según vimos después, debe haber unas cuatro en toda la ciudad, otra es comprarlos en un kiosco de venta de cigarros y la última es mandando un sms a un número de teléfono, pero sólo sirve para la gente de aquí. En conclusión, un desastre comparado con otros países donde hemos estado. Justo había una máquina en esta parada, así que ligamos.
No estábamos seguros sobre hacia qué lado teníamos que tomar el tranvía, así que le pregunté a una señora. “Speak english?” (¿Habla inglés?) a lo que obviamente me contestó que no. Aburrido de esa negativa y necesitado de una respuesta, fui tan simple como la barrera de idiomas me lo permitía. Le dije “Centrum” señalado la dirección que creía correcta y ella me entendió y respondió exactamente igual. Con ese lenguaje primitivo y rústico pero efectivo, supimos nuestro norte. Vale destacar que sabía que “Centrum” era centro, al igual que lo es en casi todos los países europeos, je.

Llegamos a la ciudad y con el mapa en la mano, nos bajamos en donde parecía más adecuado. Decidimos utilizar nuevamente los tours gratuitos de sandemans para conocer un poco de historia detrás de cada lugar y no solo ver los edificios. Caminamos hasta el lugar de encuentro que ya conocíamos en donde nos sumamos al grupo.

El guía era un checo que había vivido un año en España y hablaba castellano como si fuera español. Supongo que había estudiando algo más en su país, porque de otro modo, ¡que facilidad para aprender un idioma! Comenzamos en la plaza principal, la más antigua de la ciudad y el lugar donde se juntan los checos de Praga cada vez que hay que celebrar algo.

Según nos contaba, los checos son gente muy tranquila y amable, con mucho humor irónico y que han sufrido bastante para poder vivir como lo hacen hoy. La actual es su tercera República, fueron invadidos por los nazis, los soviéticos, luego se independizaron en la antigua Checoslovaquia que más tarde se dividiría en dos Repúblicas distintas, República Checa y República de Eslovaquia. Fueron primero una República democrática, luego socialista y finalmente volvieron a la democracia. Son inventores y por ende grandes amantes de la cerveza. Tan es así, que el consumo DIARIO per cápita se estima en un litro y medio de dicha bebida alcohólica.

En uno de los lados de la plaza, se encuentra un famoso reloj astronómico construido hace muchos siglos con el objetivo de ser el más hermoso del mundo. Tal era esta ambición, que cuando fue terminado algunos jerarcas le quemaron los ojos con un atizador hirviendo a su creador para que no fuera capaz de reproducirlo o superarlo en otra parte del planeta. Este reloj hace un pequeño “show” en todas las horas en punto en el cual se mueven unos muñecos, se abren dos ventanas en donde pasan los doce apóstoles y cacarea un gallo. Hace unos años le adicionaron un hombre que desde lo alto de la torre toca la trompeta. En este lugar se juntan MONTONES de turistas a cada hora para presenciar dicho espectáculo y también lo hicimos nosotros para no ser menos, je.



Caminamos por la pequeña Praga, una ciudad encantadora con calles de adoquines y hermosos edificios antiguos. Combina diversos estilos arquitectónicos pero no hay muchos que sean modernos. Se puede ver durante todo el día gente sentada en pubs, bares o restaurantes bebiendo un vaso GRANDE de cerveza y charlando. Según el guía, la cerveza de verdad, como debe ser servida, es de medio litro.

Praga es una ciudad ideal para los amantes de la música y el arte. Cada pocas esquinas nos encontramos con una persona tocando algún instrumento e intentando superar el acto de su vecino. Digo esto porque vimos una persona tocando el saxofón, un músico australiano que tocaba tres o cuatro instrumentos (dos o más trompetas diferentes, órgano y tambor) sobre una base musical, un veterano que sentado en una silla extraña tocaba cuatro instrumentos al mismo tiempo, algo realmente increíble, y un guitarrista de una guitarra eléctrica extraña que sólo tenía el brazo.

Además, se puede ver mucha gente haciendo caricaturas a los turistas. Otros pintando cuadros o láminas de paisajes locales para vender. Hay ópera y obras teatrales todos los días por la noche. Justo en esta oportunidad iban a hacer una interpretación de “Las cuatro estaciones” de Vivaldi como plato fuerte de un amplio repertorio más amplio y al día siguiente en otro teatro se podía ir a ver la conocida obra de ballet de “El lago de los cisnes”.

Recorrimos la zona vieja de la ciudad, la zona nueva y el antiguo barrio judío. A destacar como historia, en una de las iglesias cuenta la leyenda que entró una vez un campesino pobre a rezar y pedir ayuda a Dios. Cuando terminó vio que estaba solo en el lugar y que había una gran estatua de la Virgen María con un colgante de plata. Decidió robarlo y luego venderlo para así poder alimentar a su familia. Cuando se acercó a sacárselo, la Virgen “abrió los ojos” y agarró su brazo para detenerlo y volvió a petrificarse. El campesino quedó atrapado. Al día siguiente, unos monjes que fueron a la iglesia encontraron al hombre atrapado en la estatua. No podían sacarlo y sin saber qué hacer, uno tuvo la brillante idea de llamar a…un carnicero. Éste estudió la situación llegando a la conclusión de que solo había dos opciones, cortar la mano de la Virgen o el brazo del campesino. El campesino fue amputado entonces y para dar una lección a todos los ladrones colgaron su brazo cortado de una cuerda cerca de la entrada. Hoy en día todavía permanece ahí colgado aunque ya no es un brazo sino que un hueso y poco más en muy mal estado. ¡Lo vimos!

Al finalizar el tour, aprovechamos para recorrer un poco más. Volvimos hasta la zona del centro para buscar un lugar donde almorzar. Encontramos un restaurante en donde promocionaban vender carne URUGUAYA, que honor y que nostalgia combinadas. Igual no entramos porque estaba bastante por encima de nuestro presupuesto. Terminamos en otro local en donde comimos pizza italiana y probé una cerveza checa sin alcohol, rica y suave.



Para terminar nuestra visita, cruzamos el puente más famoso de la capital, el puente de Carlos, hasta el castillo de Praga. Es enorme y está ubicado en lo alto de una gran colina por lo que para llegar hasta arriba hay que subir siete millones de escalones. Igualmente vale la pena porque la vista es muy bonita.

Con esto dimos por terminada la visita, ya por la tardecita. Emprendimos la retirada para subir al tranvía de regreso, pero cuando por fin encontramos una maquina de boletos, la misma se tragó nuestra moneda y dejó de funcionar. Caminamos tanto buscando otra, que terminamos llegando al apartamentito a pie. Al menos mantuvimos nuestra tradición de caminar al menos cinco kilómetros por ciudad.

Por la noche aprontamos las cosas para partir al día siguiente a un nuevo destino. Abandonamos (no sin pena) la comodidad del apartamentito para conocer la ciudad de Viena en un nuevo destino, Austria.

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