Nos levantamos temprano, sin ganas
y con sueño, para ir a la charla académica que por suerte la agencia había
organizado para nosotros. A lo largo de una hora, primero nos hablaron un poco
de la historia del país para llegar a ser lo que son hoy y luego un economista
hizo lo propio con la economía actual turca. Al fin de cuentas no estuvo tan
mal después de todo.
Terminada la charla volvimos a la
habitación para resolver cómo íbamos a aprovechar el día. Al final, dado que
nos dormíamos sentados suponemos que por el cansancio acumulado, hicimos una
“siesta” hasta pasado el mediodía. Recién ahí sí nos despertamos un poco más
recuperados y salimos del hotel. Volvimos a las caminatas, tal como en los
viejos tiempos. Nuestra intención era llegar hasta la Torre de Galata que no
teníamos mucha idea de qué era; solo que era una torre y que aparecía destacada
en el mapa. Si valía la pena o no, lo sabríamos al llegar.
Llegamos hasta la peatonal e
hicimos una pequeña parada técnica en la misma tienda de ropa que habíamos
estado el día anterior para una última pasada por si se nos había escapado algo
que valiera la pena. Vimos que no, por lo que nos fuimos en busca de algo para
almorzar. Vaya sorpresa, encontramos un restaurante en donde comí una pata de
pollo al horno con arroz y ensalada rusa. No solo estaba buenasa, sino que
además era muy similar a lo que se consigue en Uruguay. ¡Casi me pongo a llorar
de la emoción!
Ya con la panza llena arrancamos
la caminata por la peatonal. La recorrimos en toda su extensión y seguimos el
camino indicado al final con el que derivamos directo a los pies de la Torre.
¿Cómo no verla? Es una muy linda torre, bastante grande, más ancha que alta. Se
puede subir hasta la cima en donde hay un mirador y un restaurante, pero como
había que pagar bastante, nos conformamos con la vista desde afuera.
Cuando decidimos que habíamos
visto suficiente, todavía era muy temprano como para volver, por lo que
seguimos caminando. Estábamos bastante cerca del Bazar Egipcio en donde
habíamos estado unos días antes. Cruzamos uno de los puentes que comunican la
parte moderna de la ciudad con la antigua. En la parte de arriba del mismo,
sobre la vereda al costado de la carretera, había montones de pescadores con
más ganas intenciones de pescar que lo realmente conseguido. Por debajo del
mismo hay otro piso con muchos restaurantes en donde se puede comer pescado
fresco o el fish sanwdich (sándwich de pescado) que nos ofrecieron varias
veces.
No entramos al Bazar, sino que nos
mantuvimos en la periferia. Recorrimos un poco la zona hasta que finalmente nos
sentamos en una pequeña cafetería porque estábamos bastante cansados. Juntamos
fuerzas y comenzamos el retorno que cronometrado fue algo más de una hora
aunque lo hicimos a ritmo de paseo. Lo más complicado era la zona de la Torre
que tiene calles con grandes subidas verdaderamente MATADORAS.
En la peatonal hay varios
puestitos de helados típicos del país que según estuve averiguando, se hacen
con leche de cabra y tienen chicle adentro. Yo no sabía esta información por lo
que decidí probarlos, ya que llama la atención porque los preparan ahí mismo y
hacen todo un “acting” para servirlos bastante cómico. No era muy rico,
bastante chicloso y raro, pero al menos es otra comida típica menos a probar.
Llegamos al hotel por la tardecita
bastante fundidos pero con las intenciones de descansar un poco y volver a
salir por la noche. Todo eso quedó en las intenciones, porque luego de estar un
rato con la computadora actualizando el blog, nos bañamos y cenamos algo de fruta
que habíamos comprado el día anterior para no tener que salir. Preferimos
aprovechar para acostarnos temprano y descansar porque al día siguiente
partiríamos muy temprano rumbo a Cappadocia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario