lunes, 23 de julio de 2012

Día 102 – Camino a Cappadocia y Ciudad subterránea


El despertador sonó a las cuatro y media de la mañana y me levanté en seguida, porque sabía que si me quedaba en la cama me iba a volver a dormir. Subimos a desayunar al noveno piso del hotel con tiempo para comer tranquilos. A las seis y cuarto el bus partió desde el hotel. Para este día teníamos programado llegar hasta la ciudad de Cappadocia, pasando primero por la capital del país, Ankara. En total, unos SETECIENTOS CINCUENTA KILÓMETROS, cuatrocientos cincuenta hasta Ankara y trescientos más hasta Cappadocia. ¡MORTAL!

Las primeras dos horas prácticamente no las sentí porque estaba tan cansado que me dormí en cuanto el ómnibus arrancó. Hicimos una parada técnica para ir al baño y luego seguimos nuestro camino. El ómnibus volvió a arrancar y yo me volví a dormir casi instantáneamente de las formas que podía en la incómoda butaca. No hace falta aclarar que quedé acalambrado.

En algún momento durante el trayecto, el bus empezó a fallar. No tengo ni idea qué era lo que pasaba porque el chofer hablaba con alguien que lo auxiliaba por teléfono en turco y el guía tampoco supo del todo dónde estaba el problema; algo con el motor. Estuvimos detenidos un rato hasta que de alguna manera lo arreglaron y reanudamos nuestro camino.

Al llegar a Ankara no hicimos un paseo por la ciudad y capital del país, sino que simplemente visitamos el Mausoleo de Ataturk, padre de la patria y héroe nacional. Fue el primer presidente de la Turquía democrática una vez que consiguieron la independencia en 1923 y contribuyó muchísimo a sacar el país adelante. Ankara es la segunda ciudad más importante aunque es mucho menos poblada que Estambul con cuatro millones y medio de habitantes.

Luego de esa corta visita viajamos casi una hora más hasta el restaurante donde almorzaríamos. Sirvió también para estirar las piernas pero no por mucho porque al ratito ya estábamos de nuevo en la ruta. Pasamos por la segunda laguna más grande del país que tiene la particularidad de que es sumamente salada, tanto que durante el verano la mayor parte del agua se evapora y se puede ver una capa de sal de hasta treinta centímetros de espesor que le da un aspecto blanco. No pudimos bajar para verla de cerca, pero era algo muy llamativo porque tiene aproximadamente 160.000 kilómetros cuadrados en los cuales el suelo era blanco. Otros turistas sí bajaron hasta ella y caminaban por encima del residuo salino, una locura. De esta laguna se abastecen muchísimas industrias de la zona que producen cerca del 75% de la sal consumida en todo el país.

Intenté volver a dormirme para así acortar el camino y lo logré. Igualmente pasaron cerca de dos horas y todavía estábamos lejos del destino. El último tramo lo aproveché admirando los espectaculares paisajes de la campiña turca con sus montañas, campos verdes y pueblos muy sencillos en donde la agricultura es la base de la vida.

El ómnibus cada tanto seguía fallando cada tanto pero siempre retomábamos el camino. Finalmente llegamos a Cappadocia, en donde visitamos la antigua ciudad subterránea antes de ir al hotel. Resulta que en este lugar hay un volcán muy grande que ya no está activo, pero que hace muchos años dejó formaciones rocosas en la zona con la lava que secaba y la erosión con el paso del tiempo. Se formó así una montaña de una piedra llamada “tuba” que es muy blanda y se podía trabajar fácilmente. Esto fue descubierto y aprovechado por los lugareños y en épocas de guerra varias civilizaciones comenzaron a construir una ciudad escondida en la montaña para evitar ser asesinados. Poco a poco la iban ampliando hasta que llegó a tener ocho pisos subterráneos en donde vivieron hasta ocho mil personas. Ingresamos en la ciudad subterránea y descendimos hasta el cuarto nivel. Es inimaginable la vida ahí adentro pero después de lo visto en los túneles de Cu Chi en Vietnam, no me extraña tanto.

Al concluir el recorrido partimos por fin al hotel al cual llegamos más de trece horas después de haber salido desde Estambul. Lógicamente estábamos agotados y acalambrados por tantas horas de viaje. Cenamos en seguida y luego nos fuimos a dormir porque al día siguiente volveríamos a irnos muy temprano.

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