lunes, 30 de julio de 2012

Día 108 – Enamorados de Paros


Madrugamos una vez más, solo que esta vez fue porque queríamos y no porque estuviéramos obligados. Es que habíamos alquilado la moto por 24 horas por lo que preferimos aprovechar la mañana para una última recorrida antes de devolverla al mediodía.

Luego de desayunar en la terraza del hotel, aprontamos nuestras cosas, subimos a la motito y partimos rumbo al norte de la isla, más precisamente a una de las playas en la que ya habíamos estado pero nos había gustado mucho: Kolimbithres. El camino fue nuevamente espectacular pero a diferencia del día anterior, estaba más ventoso y por ende menos bonito. Llegamos tan temprano que casi no había gente. Nos instalamos en una de las playas durante un rato pero como estaba fría y un poco ventoso, decidimos marcharnos a otra.

Terminamos así en la playa de Naoussa, que el día anterior solo la habíamos visto desde lejos porque estaba llena de gente. Esta vez bajamos hasta la arena y nos instalamos cómodamente debajo de una sombrilla de un hotel esperando a que nos corrieran. Estábamos nosotros, una señora que llegó casi al mismo tiempo, cuatro chicas jóvenes que estarían hace poco rato y una banda de chicos dormidos tirados en la arena que daba toda la impresión había caído por ahí en la madrugada luego de muuuucho alcohol y todavía no se habían despertado. Uno de ellos estaba en calzoncillos y con el short en la cabeza para cubrirse la luz en los ojos.

Disfrutamos del lugar durante casi una hora y media. El agua estaba muy linda y con olas. Luego cerca del mediodía empezamos a acercarnos al puerto para devolver la moto. Como llegamos sobrados de tiempo, continuamos un poco más hacia el sur y encontramos un par de playas muy buenas en donde obviamente me volví a bañar. Al rato regresamos a la zona del puerto y recorrimos otro poco. Llegamos hasta un supermercado para abastecernos y terminamos nuestro paseo matutino entregando la moto en la rentadora. Ya sin vehículo caminamos el resto del trayecto hasta el hotel.

Nos tomamos nuestro tiempo para almorzar en el balcón de la habitación, miramos un poco de televisión y un par de horas más tarde fuimos hasta la playa que está a una cuadra del hotel.  Es la misma playa espectacular de agua cristalina a la que teníamos vichada desde que llegamos pero que habíamos dejado para el final por su proximidad a nuestra humilde morada. Esta vez le caímos de pies juntos. ¡DIVINA! Esto de tener una playa tan linda a solamente una cuadra de distancia es impagable. Ahí permanecimos largo rato y a media tarde volvimos al hotel.

Al atardecer regresamos a la rambla para ver el atardecer tirados en la arena. Me aburrí de sacar fotos a ese escenario sin igual. Una vez que el sol se había ido a dormir paseamos por la rambla hasta la zona del puerto, chusmeando los comercios para turistas en busca de ofertas. No hay, o mejor dicho, hay ofertas para europeos, que no lo son para nosotros. El paseo por sí solo era más que agradable en una noche calurosa de cielo despejado. Cenamos en la misma rambla con vista al puerto mientras pasaban diferentes competiciones de las olimpíadas en la televisión.



Ya casi a medianoche regresamos al hotel bastante cansados pero enamorados de esta magnífica isla que nos dio todo lo que buscábamos y más. Al día siguiente ya nos despediríamos para explorar nuevos horizontes.

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