Madrugamos una vez más, solo que
esta vez fue porque queríamos y no porque estuviéramos obligados. Es que
habíamos alquilado la moto por 24 horas por lo que preferimos aprovechar la
mañana para una última recorrida antes de devolverla al mediodía.
Luego de desayunar en la terraza
del hotel, aprontamos nuestras cosas, subimos a la motito y partimos rumbo al
norte de la isla, más precisamente a una de las playas en la que ya habíamos
estado pero nos había gustado mucho: Kolimbithres. El camino fue nuevamente
espectacular pero a diferencia del día anterior, estaba más ventoso y por ende
menos bonito. Llegamos tan temprano que casi no había gente. Nos instalamos en
una de las playas durante un rato pero como estaba fría y un poco ventoso,
decidimos marcharnos a otra.
Terminamos así en la playa de
Naoussa, que el día anterior solo la habíamos visto desde lejos porque estaba
llena de gente. Esta vez bajamos hasta la arena y nos instalamos cómodamente
debajo de una sombrilla de un hotel esperando a que nos corrieran. Estábamos
nosotros, una señora que llegó casi al mismo tiempo, cuatro chicas jóvenes que
estarían hace poco rato y una banda de chicos dormidos tirados en la arena que
daba toda la impresión había caído por ahí en la madrugada luego de muuuucho
alcohol y todavía no se habían despertado. Uno de ellos estaba en calzoncillos
y con el short en la cabeza para cubrirse la luz en los ojos.
Disfrutamos del lugar durante
casi una hora y media. El agua estaba muy linda y con olas. Luego cerca del
mediodía empezamos a acercarnos al puerto para devolver la moto. Como llegamos
sobrados de tiempo, continuamos un poco más hacia el sur y encontramos un par
de playas muy buenas en donde obviamente me volví a bañar. Al rato regresamos a
la zona del puerto y recorrimos otro poco. Llegamos hasta un supermercado para
abastecernos y terminamos nuestro paseo matutino entregando la moto en la
rentadora. Ya sin vehículo caminamos el resto del trayecto hasta el hotel.
Nos tomamos nuestro tiempo para
almorzar en el balcón de la habitación, miramos un poco de televisión y un par
de horas más tarde fuimos hasta la playa que está a una cuadra del hotel. Es la misma playa espectacular de agua
cristalina a la que teníamos vichada desde que llegamos pero que habíamos
dejado para el final por su proximidad a nuestra humilde morada. Esta vez le
caímos de pies juntos. ¡DIVINA! Esto de tener una playa tan linda a solamente
una cuadra de distancia es impagable. Ahí permanecimos largo rato y a media
tarde volvimos al hotel.
Al atardecer regresamos a la
rambla para ver el atardecer tirados en la arena. Me aburrí de sacar fotos a
ese escenario sin igual. Una vez que el sol se había ido a dormir paseamos por
la rambla hasta la zona del puerto, chusmeando los comercios para turistas en
busca de ofertas. No hay, o mejor dicho, hay ofertas para europeos, que no lo
son para nosotros. El paseo por sí solo era más que agradable en una noche
calurosa de cielo despejado. Cenamos en la misma rambla con vista al puerto
mientras pasaban diferentes competiciones de las olimpíadas en la televisión.
Ya casi a medianoche regresamos
al hotel bastante cansados pero enamorados de esta magnífica isla que nos dio todo
lo que buscábamos y más. Al día siguiente ya nos despediríamos para explorar
nuevos horizontes.
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