Nuestro
EXTREMADAMENTE movido itinerario indicaba que para el día de hoy visitaríamos
la ciudad de Pamukkale, pero especialmente las piscinas termales naturales.
Para variar nos
despertamos muy temprano para aprovechar el día al máximo, ya que teníamos
aproximadamente siete horas de viaje en ómnibus desde Konya donde nos estábamos
alojando. Obviamente me dormí en cuanto comenzamos el viaje y recién me
desperté dos horas después cuando hicimos la parada técnica en los baños.
El viaje es
soportable al hacerlo durmiendo aunque cada vez estamos más acalambrados de los
asientos del bus. Así continuamos nuestro camino en tandas; la segunda parada
fue para almorzar en un restaurante en la carretera. Luego volvimos a la ruta
un par de horas más antes de llegar a nuestro destino.
Pamukkale significa literalmente
“Castillo de algodón”, nombre que le dieron sus descubridores justamente por el
aspecto que tienen las formaciones rocosas. En la ciudad hay aguas termales con
alto contenido en ciertos minerales que con el paso del tiempo dejaron los
residuos que les dieron a las rocas el color blanco que tienen hoy en día.
Además, el agua que corre por la colina en forma permanente provocó la erosión
que simula la suave forma del algodón y la formación de las piscinas naturales.
En pocas palabras,
Pamukkale es algo IMPRESIONANTE. De lejos parece una colina cubierta de nieve y
recién al pisarla y sentir el contacto con la piedra dura y áspera uno cae en
la realidad del tipo del suelo sobre el que se está. Cuesta creer que las
piscinas sean naturales pero bueno, supongo que la naturaleza quiso darse un
gustito por esta zona del mundo.
El castillo de
algodón está ubicado en la antigua ciudad de Hierápolis. Aún se puede apreciar
algunas ruinas que permanecen bastante conservadas como un teatro y columnas de
algunos edificios. Las piscinas son abiertas al público y uno puede bañarse en
ellas libremente aunque son muy llanitas. Para conservar el color fantástico de
la piedra sólo se puede pisar descalzo. También hay una piscina muy grande con
la misma agua y ambientada para el turismo en la cual se puede bañar pero hay
que pagar y no es barata.
Caminamos por las
aguas termales de las piscinas que son bastante turbias, lo que las hace más
extrañas todavía. La vista desde la cima es espectacular al igual que todo; lo
único en contra eran el calor impresionante y el resplandor. Pasamos ahí dos
horas y media para luego irnos al hotel.
Nos alojamos
nuevamente en un cinco estrellas (aunque no era la gran cosa) y como llegamos
temprano fuimos directo a la piscina. Nos acompañó el guía que además pidió que
pusieran música movida que acompañara; era una fiesta. Se nos fueron las horas
conversando con los compañeros y luego a la noche disfrutamos de una rica cena,
con una temperatura envidiable, al aire libre y bajo el cielo estrellado, al
costado de la piscina y con música en vivo. Y por si todo esto no alcanza, en
la cena había ¡pollo a la plancha con puré de papas y mayonesa! Comí hasta
morir, pero…como dice el dicho, “panza llena, corazón contento”. Así culminamos
otro día con una largo viaje pero habiendo conocido otra pequeña maravillosa
parte del mundo.
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