Con la imagen de todo
lo visto el día anterior todavía fresco en la retina, partimos por la mañana
para hacer una serie de visitas más en nuestro último día en el El Cairo.
Comenzamos con una serie de visitas religiosas, aprendiendo un poco más sobre
el islam, tal como habíamos visto en los Emiratos Árabes.
La primera parada fue
en la Mezquita de Alabastro de Mohamed Alí. Vale aclarar para evitar posibles
confusiones que NO se trata del famoso boxeador, je. La construcción es muy
bonita aunque está lejos de lo que vimos en los Emiratos; igualmente no es
comparable un lugar con otro por las antigüedades correspondientes. La misma
está apuntando a la meca al igual que todas y tiene la particularidad que
dentro hay una tumba. Igualmente no le dan importancia a la misma porque no
tiene una función relacionada al templo.
Ahí se juntan
muchísimas veces montones de musulmanes para ofrecer sus oraciones a su Dios
Allah. Está ubicada en un lugar muy alto lo que otorga una vista panorámica de
gran parte de la ciudad. Hicimos un recorrido por todo el lugar y luego hicimos
lo mismo con la Mezquita del Sultán Hassan. Esta última se diferencia de la
anterior en que solía ser una suerte de monasterio donde se enseñaban
diferentes cultos.
Antes de cortar para
almorzar visitamos una iglesia católica muy antigua que permanece desde hace
muchos años cuando Egipto tuvo a dicha religión como principal tras las
invasiones romanas. Finalmente, estuvimos dentro de una sinagoga muy antigua
construida en donde se dice que Moisés fue encontrado cuando era un bebé.
Interrumpimos los
paseos para almorzar en un shopping en donde una vez más nuestras opciones se
limitaban a la comida rápida. Quisimos cambiar nuestras pisadas yendo a un
supermercado enorme para comprar algo pero no encontramos nada rico y además
las colas en las cajas eran interminables; incluso las de las cajas rápidas.
Una vez más frente a la disyuntiva de Mcdonald’s o Pizza Hut terminamos
comiendo pizza. Ya se sentía la intoxicación en el cuerpo de tanta comida
chatarra, pidiendo a gritos por un poco de fruta y verdura.
Por la tarde nos
llevaron a el museo egipcio en donde a lo largo de casi dos horas disfrutamos
de un popurrí de estatuas, pilares, adornos y muchas cosas más adornadas con
jeroglíficos, pertenecientes a diversas eras en la larga y rica historia de
este país. El guía nos iba explicando todas las cosas más destacadas y la
verdad que realmente vale la pena.
En el segundo piso
del museo se encuentran restos de la tumba de Tut Ankh Amon, descubiertas en
los años veinte del siglo pasado por un norteamericano de apellido Carter. Él
estuvo cuatro años tras los restos de la tumba que sabía debía estar por ahí
esperando a ser encontrado ya que existía una lista con los nombres de todos
los faraones y las tumbas encontradas y saqueadas hasta el momento; restaba
sólo una.
Ubicada en el valle
de los Reyes, lugares que visitaríamos en unos días en la ciudad de Luxor, ubicada
debajo de otra tumba por casualidad, cosa que la salvó de los ladrones,
apareció la tumba del faraón niño, quien gobernó Egipto durante muy poco tiempo
ya que murió con apenas dieciocho años.
La tumba estaba
equipada con muchísimas cosas que los egipcios consideraban que iban a ser
arrastradas a la siguiente vida por el faraón. Vasijas, esculturas de animales,
de sirvientes, de soldados, armas, camas y muchas cosas más. Además, el cuerpo
momificado con técnicas que hasta el día de hoy siguen siendo parcialmente un
misterio, tenía en la cabeza un casco de oro que llegaba hasta los pectorales
con la imagen de su cara. Eso se colocaba en un ataúd de oro, dentro de otro de
madera bañado en oro, dentro de otro de granito, adentro de una caja de madera
bañada en oro, ésta adentro de otra igual más grande, luego otra y finalmente
una cuarta caja, de modo de asegurar la protección del cuerpo.
Por último pagamos un
dinerillo adicional para entrar al museo de momias en donde se puede ver
cuerpos reales de hace miles de años, momificados. Los cuerpos están
completamente tapados con vendas, pero las cabezas están descubiertas y se
pueden ver los dientes originales y el pelo. Da un poco de impresión pero es
asombroso. En lenguaje coloquial podemos afirmar que los antiguos egipcios eran
unos capos, je.
El museo se encuentra
muy cerca de una de las principales zonas de manifestación en la pasada
revolución de enero. Ahora estaba muy tranquilo, pero hace un poco más de un
año en ese lugar se encontraban millones de egipcios para hacerse escuchar.
Incluso el edificio al lado del museo que era del partido político gobernante
estaba todo roto y cubierto de hollín porque fue incendiado en una de las
manifestaciones.
Al finalizar los
paseos quienes quisieran podían ir a un mercado a comprar chucherías, pero
nosotros preferimos volver al hotel. Demoramos cerca de una hora por el tráfico
pero para el atardecer ya estábamos en “casa”. Al rato fuimos al shopping para
la cena y era un asco de gente por ser fin de semana. Finalmente dejamos todo
pronto para el día siguiente y nos acostamos. Así terminaba nuestra estadía en
la capital egipcia.
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