Nos levantamos un
poco más tarde porque teníamos el día pero lo suficientemente temprano como
para aprovecharlo. Nos habían dejado anotadas varias actividades recomendadas
para hacer por nuestra cuenta en este día, pero yo ya había elegido una y nada iba
a ponerse en mi camino. El día estaba destinado al Aquadventure wáter park, uno
de los parques de agua más grandes y modernos del mundo. ¡Woohoo!
Coordinamos con los
demás compañeros interesados y salimos a media mañana rumbo a la isla palmera
de Jumeirah, en donde se encuentra el enorme y lujoso hotel Atlantis y su
parque de agua. Tampoco es muy barata la entrada que digamos, pero poco
importaba; tal y como dice el dicho, “sarna con gusto no pica”.
El parque es bastante
grande y tiene como centro y principal atracción una pirámide desde donde salen
muchísimos toboganes para tirarse en gomón y uno central y más alto llamado
“leap of faith” que es una caída bastante alta y casi vertical a toda velocidad
hasta desembocar en una piscina. Nuevamente el objetivo era tirarse
absolutamente de TODOS.
Arrancamos por los
rápidos que es un paseo en gomón por una suerte de río artificial con
correntada que recorre todo el predio y tiene partes con olas y bastante
movimiento que lo hacen muy divertido. Después seguimos con los toboganes de la
pirámide desde abajo hacia arriba, aumentando la altura y concomitantemente la
adrenalina.
Antes de ir a comer,
muertos de calor y de sed, enfilé con dos amigos hacia la cúspide de la
pirámide. No voy a decir que no me daba cosita porque sería una mentira, y cada
vez era peor mientras se acercaba mi turno. De todos modos el miedo es pasajero
y lo peor que puede pasar es unos segundos de sufrimiento. Según uno de mis
amigos que se tiró después que yo, mi grito al caer casi hizo que él desistiera
pero puedo decir que estuvo INCREIBLE. Creo que no es necesario decir que Ro no
se tiró de dicho tobogán. Ya estaba cumplida con haber subido a la montaña rusa
el día anterior y se la bancó como una campeona.
Después de eso
paramos un poco para hidratarnos y visitamos la playa privada que tiene el
parque. El agua es cristalina y calentita pero MUY salada. La arena es blanca y
fina, todo muy agradable. Igualmente lo mío eran los toboganes y no las
reposeras por lo que nos dividimos y yo volví en busca de más acción.
Casi a la hora de
cierre del parque nos fuimos en taxi hasta el Dubai Mall, el shopping más
grande del mundo. No puedo decir cifras exactas de su dimensión, pero créanme
que es ENORME. Incluso adentro tiene una pecera gigante en donde hay hasta
tiburones y manta rayas. Todo con el glamour que caracteriza a Dubai.
Nuestra intención era
conocer, recorrer y finalmente ver el espectáculo de agua, música y luces que
se hace en la fuente del shopping todos los días cada media hora después de la puesta
del sol. Estaba tan bueno que nos quedamos y lo vimos tres veces. Además, cada
media hora cambia y se hace con una canción diferente y por lo tanto con una
coreografía diferente. Cenamos en la plaza de comida y estuvimos parados en los
pies del edificio más alto del mundo que es tan impresionante desde lejos como
de cerca. Otra cosa más que fue ESPECTACULAR y que hizo subir a Dubai
directamente de lo desconocido hasta el podio.
Volvimos tarde al
hotel para preparar las valijas y volver a partir sin dormir ya que apenas
pasada la medianoche haríamos el check-out para irnos primero al aeropuerto y
luego emprender un nuevo viaje hacia nuestro decimoquinto destino, Egipto.
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