sábado, 7 de julio de 2012

Día 84 – Aquadventure


Nos levantamos un poco más tarde porque teníamos el día pero lo suficientemente temprano como para aprovecharlo. Nos habían dejado anotadas varias actividades recomendadas para hacer por nuestra cuenta en este día, pero yo ya había elegido una y nada iba a ponerse en mi camino. El día estaba destinado al Aquadventure wáter park, uno de los parques de agua más grandes y modernos del mundo. ¡Woohoo!

Coordinamos con los demás compañeros interesados y salimos a media mañana rumbo a la isla palmera de Jumeirah, en donde se encuentra el enorme y lujoso hotel Atlantis y su parque de agua. Tampoco es muy barata la entrada que digamos, pero poco importaba; tal y como dice el dicho, “sarna con gusto no pica”.

El parque es bastante grande y tiene como centro y principal atracción una pirámide desde donde salen muchísimos toboganes para tirarse en gomón y uno central y más alto llamado “leap of faith” que es una caída bastante alta y casi vertical a toda velocidad hasta desembocar en una piscina. Nuevamente el objetivo era tirarse absolutamente de TODOS.

Arrancamos por los rápidos que es un paseo en gomón por una suerte de río artificial con correntada que recorre todo el predio y tiene partes con olas y bastante movimiento que lo hacen muy divertido. Después seguimos con los toboganes de la pirámide desde abajo hacia arriba, aumentando la altura y concomitantemente la adrenalina.



Antes de ir a comer, muertos de calor y de sed, enfilé con dos amigos hacia la cúspide de la pirámide. No voy a decir que no me daba cosita porque sería una mentira, y cada vez era peor mientras se acercaba mi turno. De todos modos el miedo es pasajero y lo peor que puede pasar es unos segundos de sufrimiento. Según uno de mis amigos que se tiró después que yo, mi grito al caer casi hizo que él desistiera pero puedo decir que estuvo INCREIBLE. Creo que no es necesario decir que Ro no se tiró de dicho tobogán. Ya estaba cumplida con haber subido a la montaña rusa el día anterior y se la bancó como una campeona.



Después de eso paramos un poco para hidratarnos y visitamos la playa privada que tiene el parque. El agua es cristalina y calentita pero MUY salada. La arena es blanca y fina, todo muy agradable. Igualmente lo mío eran los toboganes y no las reposeras por lo que nos dividimos y yo volví en busca de más acción.
Casi a la hora de cierre del parque nos fuimos en taxi hasta el Dubai Mall, el shopping más grande del mundo. No puedo decir cifras exactas de su dimensión, pero créanme que es ENORME. Incluso adentro tiene una pecera gigante en donde hay hasta tiburones y manta rayas. Todo con el glamour que caracteriza a Dubai.

Nuestra intención era conocer, recorrer y finalmente ver el espectáculo de agua, música y luces que se hace en la fuente del shopping todos los días cada media hora después de la puesta del sol. Estaba tan bueno que nos quedamos y lo vimos tres veces. Además, cada media hora cambia y se hace con una canción diferente y por lo tanto con una coreografía diferente. Cenamos en la plaza de comida y estuvimos parados en los pies del edificio más alto del mundo que es tan impresionante desde lejos como de cerca. Otra cosa más que fue ESPECTACULAR y que hizo subir a Dubai directamente de lo desconocido hasta el podio.



Volvimos tarde al hotel para preparar las valijas y volver a partir sin dormir ya que apenas pasada la medianoche haríamos el check-out para irnos primero al aeropuerto y luego emprender un nuevo viaje hacia nuestro decimoquinto destino, Egipto. 

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