lunes, 30 de julio de 2012

Día 109 – Viaje a Santorini


Sin apuro nos levantamos para hacer las valijas y preparar nuestra retirada. Es que debíamos dejar Paros y volver a tomar un ferry para viajar hasta Santorini, una nueva isla de la que nos habían hablado muy bien. Yo le había pedido al dueño del hotel que nos llevara hasta el puerto y coordinó nuestro viaje. Llegamos con tiempo de sobra para esperar el barco y nos encontramos con un mundo de gente. ¡UN ASCO!

Algunos llegaban y otros estaban esperando para irse, igual que nosotros. Entre todas esas personas se encontraban dos compañeros del viaje que iban hasta Santorini. Intercambiamos anécdotas del viaje y nos reímos un rato. El viaje era de tres horas y media y el barco era a puro lujo. Tenía ocho pisos, salas privadas, televisores donde transmitían las olimpíadas en vivo, restaurantes, terrazas y supongo que mucho más cosas que no llegué a ver. Era monstruosamente grande.

Al llegar a Santorini, última parada del ferry, fuimos a buscar nuestras valijas y prácticamente tuvimos que nadar en un mar de gente que peleaba por un lugar para salir primero. Nuevamente, UN ASCO. Cuando las compuertas se abrieron se formó una especie de estampida donde si frenas te pechan, te tiran y te pasan por arriba. Del otro lado esperaba otro sin fin de personas con carteles ofreciendo hospedaje o esperando por sus huéspedes. Ese era nuestro caso, que ya teníamos coordinado con la gente del hotel para que nos fueran a buscar. Ahí estaba el dueño del hotel con un cartel en donde decía “Melo F.” entre otros dos nombres. Subimos a la camioneta y nos preparamos para una realidad muy diferente.

Santorini es una isla mucho más grande que Paros. Más conocida y con otras características bastante diferentes. Tiene un relieve muy particular con grandes colinas desde donde hay una vista espectacular del mediterráneo. El hotel está ubicado en un pequeño pueblo muy cercano a la capital, casi en la mitad de la isla. Elegimos ese lugar para estar casi a la misma distancia de todas las playas, pero eso sería al día siguiente.

A todo esto ya eran casi las cinco de la tarde y en mis planes estaba ver el partido de Uruguay en un par de horas. En ese tiempo intermedio nos entregaron la habitación, dejamos las cosas y salimos a caminar por el barrio para conocer los alrededores. Hicimos averiguaciones para un nuevo vehículo para los dos días siguientes, pero esta vez, dado que yo estaba antojado, sería ¡un cuatriciclo!

A las siete en punto estábamos en el lobby del hotel donde hay una tele enorme con antena satelital y novecientos y pico de canales. ¡NINGUNO de ellos pasaba el partido! Me quería matar. Evaluamos alternativas hasta que finalmente logramos encontrarlo en una página web en donde se veía aceptable. Corría el minuto cuarenta del primer tiempo, Uruguay perdía 2 a 0 y pintaba feo. Al menos pude ver todo el segundo tiempo como para calentarme bastante y amargarme un poco.

Tras el penoso partido volvimos a la habitación y tuvimos una cena “light” en base de frutas en el balcón de la habitación. Estábamos bastante cansados por lo que decidimos acostarnos y arrancar el día siguiente desde bien tempranito. Bastante antes de la medianoche ya estábamos roncando.

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