A los efectos de comenzar esta tercera etapa con algunos
pormenores resueltos de antemano, decidimos hacer las reservas de algunos de
los hoteles. Nuestro itinerario original era pasar una noche en Samos al
llegar, luego viajar hasta Mykonos y quedarnos las siguientes dos noches, tomar
un nuevo ferry hasta Santorini y quedarnos ahí tres noches y finalmente volar
a Atenas para completar la estadía. Para no llegar al puerto y tener que andar
cargando con las valijas, buscando un sitio para alojarnos, hicimos reserva en
Samos y en Santorini. No así en Mykonos porque lo que encontramos en internet
era todo muy caro y además para tener dos días de margen por las dudas.
Salimos a las nueve de la mañana en el ferry desde Kusadasi
con rumbo a Samos en un viaje de dos horas. El día estaba soleado y caluroso,
el agua azul y limpia, todo era perfecto. Perfecto hasta que llegamos al
puerto.
Luego de hacer el trámite de migración en la aduana, fuimos
caminando tirando de las valijas hasta las oficinas de ferrys que se encuentran
en frente al puerto. En total éramos cerca de treinta personas del grupo que
habíamos llegado juntos. Algunos con intenciones de irse directamente hasta
Mykonos, otros a Santorini y otros quedarse en Samos, igual que nosotros.
Nuestra intención para ese momento era reservar lugar en el ferry del día
siguiente rumbo a Mykonos. Resulta que solamente había servicio de ferry para
ese mismo día y el domingo siguiente. Por lo tanto, debíamos elegir entre irnos
esa misma tarde y perder la reserva ya paga del hotel de Samos, o quedarnos
hasta el domingo, renunciar a Mykonos e igualmente perder un día de la reserva
ya hecha en Santorini. ¡Arrancamos mal!
Obviamente que a mí se me vino el
alma al piso y me re amargué. Odio tirar la plata y eso era lo que nos estaba
pasando. Ro que toma una postura mucho mejor que yo para esto se mantuvo calma
y me consolaba a mí. Esta vez la suerte no estaba de nuestro lado. Al final
decidimos perder la reserva del día y partir en el ferry de la tarde junto a
casi todos nuestros compañeros rumbo a la isla de Syros; ahí tendríamos que
hacer escala y tomar otro ferry para continuar nuestro camino.
La señora que nos atendió se
portó re bien, busco todas las alternativas posibles pero todas tenían su lado
negativo. Hicimos la cola para comprar los boletos y mientras esperábamos un
compañero nos comentó que algunos habían cambiado los planes y en vez de irse a
Mykonos se iban a otra isla llamada Paros. La razón era que es menos turística
que Mykonos, o al menos no tan cosmopolita, más tranquila, más barata pero
igualmente muy hermosa. Lo pensamos con Ro y a último momento decidimos cambiar
nuestro itinerario; tal vez con ello cambiaríamos también nuestra suerte.
Queríamos evitar tener que llegar a Mykonos y pagar una fortuna por cada noche
de hotel.
Para llegar a Paros entonces,
debíamos esperar hasta las seis de la tarde y ahí tomar el ferry hasta Syros;
dicho viaje duraba NUEVE horas. Llegábamos a nuestro destino transitorio a las
tres de la mañana y el siguiente ferry partía recién a las SIETE. Eso implicaba
que teníamos que esperar por ahí, en la calle, hasta que fueran al menos las
seis para poder subir al barco. Ese segundo viaje duraría una hora y media para
luego al fin llegar a Paros. Todo indicaba que las siguientes horas iban a ser
DURAS.
Tras sacar todos los boletos
restantes, con el objetivo de evitar más problemas, fuimos a comer a un
restaurante con vista al puerto. Aprovechamos que tenía wifi para mandar un mail
al hotel y avisar que no íbamos a poder alojarnos ese día. Tal vez con eso
lográramos algo. Almorzamos algo rico pero ya no barato e hicimos un poco de
tiempo. Teníamos que esperar hasta las cinco para poder ahí recién subir al
barco. Muy aburridos en una ciudad que parece muy acogedora, salímos a caminar
por la rambla para conocer algo durante nuestro tiempo ocioso. FUE IMPOSIBLE.
El calor era abrumador y no se aguantaba. Desconozco la temperatura exacta pero
superaba los cuarenta grados. Al final nos sentamos a la sombra en un callejón
para esperar.
Finalmente llegó la hora de
irnos. El ferry era un barco ENORME en donde no solo viajan personas, sino que
también llevan autos, camiones, containers con mercadería y quien sabe cuántas
cosas más. ¡Tenía cuatro pisos! Intentamos subir entre los primeros para
conseguir sillones cómodos que hicieran menos sufridas las horas venideras.
Conseguimos uno bastante grande y lo rodeamos con nuestras mochilas para
ahuyentar al resto de los viajeros. Lo logramos.
Las primeras horas de viaje se
hicieron bastante largas. Hacíamos lo que podíamos para no morirnos del
aburrimiento, pero costaba. Al final el cansancio pudo más que nosotros y nos
dormimos arrollados en el sillón durante las últimas dos o tres horas. Obviamente
no fueron de sueño continuo y relativamente profundo. Es imposible descansar en
esa posición y nos levantamos totalmente contracturados. Llegamos a destino, el
primero de ellos. Estábamos más cerca.
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