sábado, 28 de julio de 2012

Día 106 – Samos


A los efectos de comenzar esta tercera etapa con algunos pormenores resueltos de antemano, decidimos hacer las reservas de algunos de los hoteles. Nuestro itinerario original era pasar una noche en Samos al llegar, luego viajar hasta Mykonos y quedarnos las siguientes dos noches, tomar un nuevo ferry hasta Santorini y quedarnos ahí tres noches y finalmente volar a Atenas para completar la estadía. Para no llegar al puerto y tener que andar cargando con las valijas, buscando un sitio para alojarnos, hicimos reserva en Samos y en Santorini. No así en Mykonos porque lo que encontramos en internet era todo muy caro y además para tener dos días de margen por las dudas.

Salimos a las nueve de la mañana en el ferry desde Kusadasi con rumbo a Samos en un viaje de dos horas. El día estaba soleado y caluroso, el agua azul y limpia, todo era perfecto. Perfecto hasta que llegamos al puerto.

Luego de hacer el trámite de migración en la aduana, fuimos caminando tirando de las valijas hasta las oficinas de ferrys que se encuentran en frente al puerto. En total éramos cerca de treinta personas del grupo que habíamos llegado juntos. Algunos con intenciones de irse directamente hasta Mykonos, otros a Santorini y otros quedarse en Samos, igual que nosotros. Nuestra intención para ese momento era reservar lugar en el ferry del día siguiente rumbo a Mykonos. Resulta que solamente había servicio de ferry para ese mismo día y el domingo siguiente. Por lo tanto, debíamos elegir entre irnos esa misma tarde y perder la reserva ya paga del hotel de Samos, o quedarnos hasta el domingo, renunciar a Mykonos e igualmente perder un día de la reserva ya hecha en Santorini. ¡Arrancamos mal!

Obviamente que a mí se me vino el alma al piso y me re amargué. Odio tirar la plata y eso era lo que nos estaba pasando. Ro que toma una postura mucho mejor que yo para esto se mantuvo calma y me consolaba a mí. Esta vez la suerte no estaba de nuestro lado. Al final decidimos perder la reserva del día y partir en el ferry de la tarde junto a casi todos nuestros compañeros rumbo a la isla de Syros; ahí tendríamos que hacer escala y tomar otro ferry para continuar nuestro camino.

La señora que nos atendió se portó re bien, busco todas las alternativas posibles pero todas tenían su lado negativo. Hicimos la cola para comprar los boletos y mientras esperábamos un compañero nos comentó que algunos habían cambiado los planes y en vez de irse a Mykonos se iban a otra isla llamada Paros. La razón era que es menos turística que Mykonos, o al menos no tan cosmopolita, más tranquila, más barata pero igualmente muy hermosa. Lo pensamos con Ro y a último momento decidimos cambiar nuestro itinerario; tal vez con ello cambiaríamos también nuestra suerte. Queríamos evitar tener que llegar a Mykonos y pagar una fortuna por cada noche de hotel.

Para llegar a Paros entonces, debíamos esperar hasta las seis de la tarde y ahí tomar el ferry hasta Syros; dicho viaje duraba NUEVE horas. Llegábamos a nuestro destino transitorio a las tres de la mañana y el siguiente ferry partía recién a las SIETE. Eso implicaba que teníamos que esperar por ahí, en la calle, hasta que fueran al menos las seis para poder subir al barco. Ese segundo viaje duraría una hora y media para luego al fin llegar a Paros. Todo indicaba que las siguientes horas iban a ser DURAS.

Tras sacar todos los boletos restantes, con el objetivo de evitar más problemas, fuimos a comer a un restaurante con vista al puerto. Aprovechamos que tenía wifi para mandar un mail al hotel y avisar que no íbamos a poder alojarnos ese día. Tal vez con eso lográramos algo. Almorzamos algo rico pero ya no barato e hicimos un poco de tiempo. Teníamos que esperar hasta las cinco para poder ahí recién subir al barco. Muy aburridos en una ciudad que parece muy acogedora, salímos a caminar por la rambla para conocer algo durante nuestro tiempo ocioso. FUE IMPOSIBLE. El calor era abrumador y no se aguantaba. Desconozco la temperatura exacta pero superaba los cuarenta grados. Al final nos sentamos a la sombra en un callejón para esperar.

Finalmente llegó la hora de irnos. El ferry era un barco ENORME en donde no solo viajan personas, sino que también llevan autos, camiones, containers con mercadería y quien sabe cuántas cosas más. ¡Tenía cuatro pisos! Intentamos subir entre los primeros para conseguir sillones cómodos que hicieran menos sufridas las horas venideras. Conseguimos uno bastante grande y lo rodeamos con nuestras mochilas para ahuyentar al resto de los viajeros. Lo logramos.

Las primeras horas de viaje se hicieron bastante largas. Hacíamos lo que podíamos para no morirnos del aburrimiento, pero costaba. Al final el cansancio pudo más que nosotros y nos dormimos arrollados en el sillón durante las últimas dos o tres horas. Obviamente no fueron de sueño continuo y relativamente profundo. Es imposible descansar en esa posición y nos levantamos totalmente contracturados. Llegamos a destino, el primero de ellos. Estábamos más cerca.

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