Bajamos del ferry en Syros y nos
dejaron en una especie de corral con techo en donde había bancos de piedra para
sentarse. Nos acomodamos ahí mismo porque el resto de la ciudad estaba
durmiendo hacía rato como correspondía, así que teníamos escasas opciones.
Finalmente nos volvimos a acomodar como pudimos y nos dormimos. Luego de esto
sí me desperté con un dolor de espalda mortal. Estábamos cansados y nos
sentíamos sucios, pero todavía faltaba un último viaje para llegar a Paros.
Subimos al tercer ferry y
comenzamos el viaje mientras se veía el amanecer desde la borda. Este viaje no
fue tan pesado y aprovechamos para leer, escuchar música y disfrutar del
paisaje. Casi dos horas después, más de veinticuatro desde que salimos de
Kusadasi, llegamos al puerto de Paros en donde no teníamos alojamiento.
Al bajar del barco nos esperaban
tres o cuatro hombres ofreciendo estadía. Conversamos con ellos, vimos lo que
ofrecían y terminamos eligiendo uno que parecía bueno. Nos llevó hasta el lugar
y nos gustó. Tampoco queríamos seguir recorriendo con las valijas a cuestas.
Pagamos las dos noches por adelantado, nos entregaron el cuarto y poco después
salimos en busca de un rico almuerzo. Vale destacar que no habíamos cenado la
noche anterior ni desayunado ese día.
Dado que los precios no variaban
mucho de un lugar a otro, elegimos uno ubicado en frente a una hermosa playa de
agua cristalina y con piedras en el fondo. Nos sentamos en una mesa que estaba
sobre la arena bajo la sombra de sombrillas de paja, muy bien ambientado.
Parecía que Paros había sido una buena decisión después de todo. Con ganas de
recorrer la pequeña isla, alquilamos una moto por veinticuatro horas y
comenzamos el tour.
Nosotros estamos alojados en
Parikia, la capital de la isla. Desde ahí comenzamos nuestro recorrido de la
mitad norte de Paros. Ya de arranque nos dimos cuenta que estábamos en lugar
paradisíaco. Nos detuvimos por primera vez en la zona de Kolimbithres, en donde
hay varias playas SOÑADAS. Con agua tibia, cristalina, arena fina y poca gente,
este parece ser el lugar ideal para quienes quieren descansar y desenchufarse
de todo. Me bañé en una de ellas para comprobar la espectacularidad del agua y
luego seguimos. Llegamos hasta el extremo norte de la isla y luego volvimos
sobre nuestros pasos hasta uno de los lugares más conocidos de Paros, Naoussa.
Este lugar tiene una ciudad muy movida, con varios restaurantes, pubs y
concentra a la gente joven según pudimos ver. Tiene una muy buena playa ubicada
en una bahía que se puede apreciar desde un barranco. Sacamos un par de fotos
pero no bajamos; seguimos nuestro camino
por la costa este hasta una playa llamda Punda.
Punda es el “pequeño Mykonos” de
la isla. Aquí hay un parador donde se junta muchísima gente joven, ponen música
para bailar, se hacen desfiles en traje de baño y tiene toda la pinta que es
zona de levante. Queríamos ver cómo era estar ahí ya que no íbamos a ir a
Mykonos. Tal vez porque no es la época más concurrida o porque no era la mejor
hora, pero no era la locura que esperaba. Es un parador muy bonito donde se
juntan los jóvenes, hay música, reposeras, piscina y una barra para comprar
bebidas, pero el ambiente era muy lindo y tranquilo. El agua era igual de
espectacular que todas las demás vistas hasta ahora. Me bañé un par de veces y
luego nos fuimos para terminar el recorrido.
Volvimos hasta el hotel en Parika
pero por una ruta diferente. Esta vez cruzamos la isla de este a oeste con una
vista espectacular desde lo alto de las sierras de toda la isla, las diferentes
costas y los pueblos que se encuentran desperdigados por todo el territorio.
Vimos muchas banderas griegas o las casas que son un símbolo de este país,
blancas con una cúpula en el techo pintada de azul, al igual que las puertas y los
postigones de las ventanas. HERMOSO lugar, la verdad que por suerte Paros nos
sorprendió para bien.
Nos detuvimos en un supermercado
para comprar la cena, la cual sería refuerzos de jamón y queso.
Encontré
chocolatada, cosa que me hizo muy feliz, compramos frutas varias y nos fuimos.
Llegué al hotel con lo que se conoce como el “bronceado de camionero”; los
brazos achicharrados desde donde termina la manga hasta la muñeca. Culpa de la
moto. Dejamos nuestro súper vehículo estacionado y volvimos a la terraza de
nuestra habitación para merendar. ¡Esto es vida!
Si bien los planes originales para
el resto del día eran volver a salir y recorrer, Ro se acostó y se durmió al
toque y yo aproveché para ponerme al día con el blog, luego me tiré en la cama
a leer un rato y ahí quedé. Me desperté cerca de las once de la noche, miré la
hora y me volví a dormir.
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