Haciendo honor a las vacaciones,
nos levantamos tan tarde como podíamos sin que implicara perdernos el desayuno.
La temperatura del día era muy agradable aunque estaba bastante nublado.
Tras llenar la panza, aprontamos nuestras
cosas y partimos caminando rumbo a una playa muy conocida y que nos habían
recomendado llamada “Long Beach”. Está como a 40 minutos de distancia caminando,
y además no es por un camino sencillo. Si bien al principio la ruta no pone
resistencia, luego se complica teniendo que cruzar por pequeños bosques,
subiendo cuestas empinadas agarrándose de lo que se encuentre y luego
intentando no resbalarse y caerse al descender.
La playa es muy linda aunque todo
nos sigue pareciendo poco al lado de Filipinas. El agua es transparente y
calentita pero estaba bastante revuelta y con mucho movimiento. Igualmente me
bañe aproximadamente dos horas y media de las tres que estuvimos ahí, así que
quedé recontra pasado por agua.
Pasado el mediodía volvimos al
hotel a ponernos ropa seca y justo al llegar nuevamente se largó a llover.
Zafamos por minutos y tuvimos que esperar que parara para volver a salir.
Finalmente lo hizo y nos aventuramos en busca de un rico almuerzo que no lo fue
tanto: una pizza fina como un papel. Al menos los jugos de fruta estaban
riquísimos y de postre siempre hay algún chocolatito para rematar.
Aprovechamos la oportunidad también
para robar wifi en el restaurante porque una vez más, el hotel nos cobra U$S 5
la hora de internet. Así revisamos el correo y las noticias (sobre todo
deportivas) de lo acontecido por allá lejos en nuestro querido pequeño país.
El día seguía siendo muy poco
atractivo por lo que regresamos a las comodidades del hotel. Yo miré una
película mientras Ro dormía la siesta y así se nos fue el resto de la tarde. Por
la noche no surgieron muchas propuestas. Coordinamos un tour por diferentes
playas para el día siguiente y volvimos al hotel.
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