sábado, 23 de junio de 2012

Día 71 – Vuelta a Kathmandú


Me desperté con el ruido del teléfono y para mi sorpresa era un amigo avisándome que al fin se veían las montañas desde el hotel. Nos apuramos en ir hasta el lobby del hotel y ya desde ahí vimos los enormes picos nevados. ¡Al fin! Aunque estaba nublado y feo, las montañas asomaron para despedirnos y el tiempo nos permitió ver, al menos durante unos minutos, los hermosos Himalayas.

Tras el desayuno nos aprontamos para nuestro vuelo y con un despertar tan alentador, teníamos grandes esperanzas de llegar a ver todavía más picos nevados desde el avión. Nos separamos del grupo ya que la mayoría volvía en ómnibus y partimos hacia el aeropuerto de Pokhara.

El vuelo fue muy cortito, apenas 25 mintuos, y aunque conseguimos asiento contra la ventana, estábamos del lado incorrecto del avión…¡shit! Igualmente algo pudimos ver y como el avión que era muy pequeño estaba lleno con gente del grupo, me acerqué al asiento de unos amigos para ver mejor desde su ventana. No llegué a ver el Everest ni a estar tan cerca de las montañas como me lo esperaba, pero tenía el recuerdo vívido de Nueva Zelanda en las retinas como para calmar las ansias. No me canso de ver montañas con nieve, tal vez porque en Uruguay no haya, pero es el paisaje que más me cautiva. Ahora todas mis esperanzas descansan en los Alpes Suizos cuando con Ro nos aventuremos en la última etapa de este viaje, solos por Europa.

Llegamos a media mañana de vuelta al hotel en Kathmandú, para lo que curiosamente demoramos más en el viaje en ómnibus desde el aeropuerto al hotel que el vuelo de una ciudad a otra. ¡El tráfico es insoportable! Ahí nos encontramos con los compañeros del grupo A que viajan con dos días de diferencia con respecto a nosotros y se estaban yendo hacia India, nuestro siguiente destino. Tuvimos que esperar cerca de una hora para que nos asignaran una habitación y cuando finalmente lo hicieron, dejamos las valijas y nos fuimos caminando hasta el centro en busca de un rico almuerzo. Nos partimos la boca en Pizza Hut una vez más comiendo una rica pasta y un postre de torta de chocolate y helado de crema espectacular.

Por la tarde llevamos ropa a un lavadero y recorrimos más tiendas acompañados de otros amigos. Poco después volvimos al hotel con los pies llenos de tierra (como siempre en esta ciudad) y nos dedicamos a jugar al ping-pong en la sala de juegos. Ahí permanecimos hasta poco antes de la hora de la cena.

Por la noche volvimos a la habitación, Ro no se sentía muy bien así que tras mirar un poco de tele y usar la computadora caímos rendidos. No me importaba nada poder dormir más de seis horas para variar y reponer las baterías.

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