Me desperté con el ruido del
teléfono y para mi sorpresa era un amigo avisándome que al fin se veían las
montañas desde el hotel. Nos apuramos en ir hasta el lobby del hotel y ya desde
ahí vimos los enormes picos nevados. ¡Al fin! Aunque estaba nublado y feo, las
montañas asomaron para despedirnos y el tiempo nos permitió ver, al menos
durante unos minutos, los hermosos Himalayas.
Tras el desayuno nos aprontamos
para nuestro vuelo y con un despertar tan alentador, teníamos grandes
esperanzas de llegar a ver todavía más picos nevados desde el avión. Nos
separamos del grupo ya que la mayoría volvía en ómnibus y partimos hacia el
aeropuerto de Pokhara.
El vuelo fue muy cortito, apenas 25
mintuos, y aunque conseguimos asiento contra la ventana, estábamos del lado
incorrecto del avión…¡shit! Igualmente algo pudimos ver y como el avión que era
muy pequeño estaba lleno con gente del grupo, me acerqué al asiento de unos
amigos para ver mejor desde su ventana. No llegué a ver el Everest ni a estar
tan cerca de las montañas como me lo esperaba, pero tenía el recuerdo vívido de
Nueva Zelanda en las retinas como para calmar las ansias. No me canso de ver
montañas con nieve, tal vez porque en Uruguay no haya, pero es el paisaje que
más me cautiva. Ahora todas mis esperanzas descansan en los Alpes Suizos cuando
con Ro nos aventuremos en la última etapa de este viaje, solos por Europa.
Llegamos a media mañana de vuelta al hotel en
Kathmandú, para lo que curiosamente demoramos más en el viaje en ómnibus desde
el aeropuerto al hotel que el vuelo de una ciudad a otra. ¡El tráfico es
insoportable! Ahí nos encontramos con los compañeros del grupo A que viajan con
dos días de diferencia con respecto a nosotros y se estaban yendo hacia India,
nuestro siguiente destino. Tuvimos que esperar cerca de una hora para que nos
asignaran una habitación y cuando finalmente lo hicieron, dejamos las valijas y
nos fuimos caminando hasta el centro en busca de un rico almuerzo. Nos partimos
la boca en Pizza Hut una vez más comiendo una rica pasta y un postre de torta
de chocolate y helado de crema espectacular.
Por la tarde llevamos ropa a un
lavadero y recorrimos más tiendas acompañados de otros amigos. Poco después
volvimos al hotel con los pies llenos de tierra (como siempre en esta ciudad) y
nos dedicamos a jugar al ping-pong en la sala de juegos. Ahí permanecimos hasta
poco antes de la hora de la cena.
Por la noche volvimos a la
habitación, Ro no se sentía muy bien así que tras mirar un poco de tele y usar
la computadora caímos rendidos. No me importaba nada poder dormir más de seis
horas para variar y reponer las baterías.
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