Nuestro último día en el río Kwai
comenzó tempranito y con un desayuno idéntico al del día anterior. Tras hacer
el check-out volvimos a tomar las lanchitas por última vez y nos dejaron en
donde nos esperaban los ómnibus de la agencia.
Nuestra primera parada fue en el
museo del paso del infierno o “Hellfire pass” por su nombre en inglés. Este
lugar se construyó para recordar y honrar a todas las personas inocentes que
sufrieron y murieron en la Segunda Guerra Mundial en lo después se conocería
como “El Tren de la Muerte”.
En 1941, cuando Japón hizo su
ingreso en la Segunda Guerra tras bombardear el puerto de Pearl Harbor en
Hawaii, invadió gran parte de Asia en su lucha contra los Aliados. Dado que
tenía que abastecer a sus tropas y el único medio que tenía hasta entonces eran
los barcos, cuando tomaron la zona de Burma, Tailandia y Malasia decidieron
construir una ruta de ferrocarril que conectaría toda esta zona en un trayecto
de más de cuatrocientos kilómetros. Para dicha obra utilizaron a más de 60.000
prisioneros de los Aliados y posteriormente a más de 200.000 ciudadanos
asiáticos con un objetivo que parecía imposible ya que el tiempo pretendido
para la obra era de 20 meses.
Lograron hacerlo, pero para ellos
muchísimas personas fueron torturadas y llevadas hasta el límite de lo que un
ser humano puede soportar. Las fotos son estremecedoras. Trabajando turnos de
15 o 16 horas en un principio y luego hasta 24 horas sin parar, bajo una dieta
de arroz y vegetales servidos dos veces al día y utilizando casi ninguna
herramienta tuvieron que abrir camino por entre las montañas y trabajar para
sus enemigos.
Los prisioneros estaban totalmente
incomunicados del resto del mundo aunque cuando podían alguno pasaba escondido
una radio desde Singapur para tener noticias de cómo iba la guerra y rezar por
una victoria de los Aliados que pusiera fin a su miseria. Si los descubrían
eran torturados y matados, que no era muy diferente a los que les pasaba si
intentaban sabotear la construcción o si los japoneses no consideraban que se
estaban esforzando en su labor.
Los datos presentados son
obviamente estimados, pero son muchísimas las personas que murieron en esta
construcción, producto del cansancio, las torturas, la desnutrición o incluso
enfermedades contraídas y mal tratadas. El nombre del paso del infierno
proviene de que por la noche cuando ya no había luz del sol, los hacía
continuar trabajando con iluminación que proporcionaban fuegos o faroles. El
tren se conoce como “Tren de la muerte” por la cantidad de personas que
murieron en el proceso. Se estima que un trabajo similar, que realizado casi sin
herramientas en su entonces llevó unos veinte meses, hoy en día, con la
tecnología de avanzada, implicaría aproximadamente unos dos años.
Caminamos por parte del trayecto
donde hace muchos años circulara el tren, vimos parte de las vías y algunos
durmientes originales que permanecen casi intactos. La historia es espeluznante
y me dio una sensación similar a la sentida en el museo de la guerra de
Vietnam. Es increíble que caminamos por un lugar donde se llevaba a cabo tanto
sufrimiento y dolor hace tan solo setenta años.
Luego de esto volvimos al ómnibus
para ir a almorzar. Comimos con vista al río Kwai y después tomamos el tren que
circula por parte del recorrido original que se continúa utilizando. De los más
de cuatrocientos kilómetros, unos ciento y algo son hoy en día propiedad de
Tailandia que utiliza en tren. Viajamos cerca de dos horas en un tren muy
modesto para llegar finalmente al puente sobre el Río Kwai donde habíamos
estado un par de días atrás.
Tras todo esto, volvimos al ómnibus
y viajamos durante tres horas más para regresar a Bangkok y al hotel donde ya
nos habíamos alojado para disfrutar de nuestros últimos días en este país. De
ahí a descansar, comer algo y volver a disfrutar de las comodidades de la
tecnología. Igualmente fue una GRAN experiencia.
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