Como todos los días,
comenzamos nuestras actividades con un poderoso desayuno porque sabemos que esto
de ir hasta el restaurante y tener ya pronto y esperándonos una gran variedad
de opciones para comer no va a durar para siempre, hay que aprovecharlo ahora.
Nuestro itinerario para la jornada era bastante “light” porque teníamos otro
viaje de varias horas en el medio hasta la ciudad de Jaipur. Haríamos un corte
a mitad de camino para visitar Fatehpur Sikri, conocida como la ciudad fantasma
y luego seguimos camino.
Llegamos a dicha
ciudad luego de cerca de tres horas de viaje en el ómnibus en donde nos limitamos
a dormir de a ratos en la posición que se pueda para intentar no terminar tan
acalambrados. Fathepur Sikri era una ciudad construida por el emperador Akbar
de los Mongoles en el siglo XVI cuando ellos controlaban el territorio de
India.
Las construcciones
son muy bonitas y están muy bien mantenidas. Aquí se instalaron los Mongoles
durante varios años hasta que tuvieron que abandonar el lugar porque su fuente
de agua que era un lago que se encuentra muy cerca de la ciudad dejó de ser
suficiente ante el crecimiento de la población y eventualmente se secó. Hoy en
día el lugar se mantiene como un museo ya que su arquitectura es muy bonita y
es típica de dicho imperio. Algo positivo para los turistas es que los indios
conservan todos los edificios que de alguna manera contribuyen a su historia,
sin importar por quién fueron construidos.
Tras la visita
continuamos nuestro viaje hasta que llegamos a la ciudad de Jaipur ya a media
tarde y teníamos el resto del día libre. Más que cansados diría que acalambrados
de esas casi seis horas en las butacas, descansamos un rato y luego calmamos el
calor agobiante en la enorme piscina del hotel. Antes recorrimos un poco las
afueras del hotel en busca de algún almacén pero sólo encontramos muchos
vendedores ambulantes INSOPORTABLES, vacas y tierra. Dado que estábamos solo Ro
y yo y que no conocíamos el lugar, volvimos al resguardo del hotel; saldríamos
de nuevo al día siguiente con más gente.
Por la noche y luego
de la cena, teníamos un nuevo evento en uno de los salones que alquilamos en el
hotel, así que bailoteamos al ritmo de la música uruguaya hasta la una de la
madrugada. Estuvo muy divertido pero sabíamos que íbamos a pagar las
consecuencias al día siguiente cuando sonara el despertador para comenzar los
paseos.
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