sábado, 30 de junio de 2012

Día 77 – Ciudad fantasma y llegada a Jaipur


Como todos los días, comenzamos nuestras actividades con un poderoso desayuno porque sabemos que esto de ir hasta el restaurante y tener ya pronto y esperándonos una gran variedad de opciones para comer no va a durar para siempre, hay que aprovecharlo ahora. Nuestro itinerario para la jornada era bastante “light” porque teníamos otro viaje de varias horas en el medio hasta la ciudad de Jaipur. Haríamos un corte a mitad de camino para visitar Fatehpur Sikri, conocida como la ciudad fantasma y luego seguimos camino.

Llegamos a dicha ciudad luego de cerca de tres horas de viaje en el ómnibus en donde nos limitamos a dormir de a ratos en la posición que se pueda para intentar no terminar tan acalambrados. Fathepur Sikri era una ciudad construida por el emperador Akbar de los Mongoles en el siglo XVI cuando ellos controlaban el territorio de India.

Las construcciones son muy bonitas y están muy bien mantenidas. Aquí se instalaron los Mongoles durante varios años hasta que tuvieron que abandonar el lugar porque su fuente de agua que era un lago que se encuentra muy cerca de la ciudad dejó de ser suficiente ante el crecimiento de la población y eventualmente se secó. Hoy en día el lugar se mantiene como un museo ya que su arquitectura es muy bonita y es típica de dicho imperio. Algo positivo para los turistas es que los indios conservan todos los edificios que de alguna manera contribuyen a su historia, sin importar por quién fueron construidos.

Tras la visita continuamos nuestro viaje hasta que llegamos a la ciudad de Jaipur ya a media tarde y teníamos el resto del día libre. Más que cansados diría que acalambrados de esas casi seis horas en las butacas, descansamos un rato y luego calmamos el calor agobiante en la enorme piscina del hotel. Antes recorrimos un poco las afueras del hotel en busca de algún almacén pero sólo encontramos muchos vendedores ambulantes INSOPORTABLES, vacas y tierra. Dado que estábamos solo Ro y yo y que no conocíamos el lugar, volvimos al resguardo del hotel; saldríamos de nuevo al día siguiente con más gente.

Por la noche y luego de la cena, teníamos un nuevo evento en uno de los salones que alquilamos en el hotel, así que bailoteamos al ritmo de la música uruguaya hasta la una de la madrugada. Estuvo muy divertido pero sabíamos que íbamos a pagar las consecuencias al día siguiente cuando sonara el despertador para comenzar los paseos.

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